jeudi 27 octobre 2011

Lo último de Michel Houellebecq (y una última nota sobre Córcega)


Hola, queridos amigos, amiguetes, amigotes, ilusionados (o decepcionados) lectores, gente que pasábais por aquí y cualquiera otra tribu urbana que ha tenido la fortuna de caer en este blog. Allá vosotros ustedes si queréis seguir leyendo: "À vos risques et périls" (*), como cuentan que le dijo Sarko a la Bruni cuando ésta le comunicó que esperaban un enfant.

(*) Vosotros corréis el riesgo (NDT)

He pensado que aunque me quedan cosas que contaros de Córcega, voy a parar aquí. Tal vez siga una de estas décadas, pero por el momento "iam faetem" (ya huele), como dice la Biblia en la cosa esa de la resurreción de Lázaro (lo cual no le impidió al Mesías resucitar al tal Lázaro. Como decía aquel predicador: "Y Lázaro se levantó y andó.. ¡ANDUVO, jodido, ANDUVO!, clamaba el público... Bueno, dijo el cura: anduvo jodido unos días, pero luego ANDÓ la mar de bien")

Vale de chistes malos, Sorokin, que te estás desprestigiando delante de tu fiel público. En fin, sólo contaros que iba a hacer una entrada sobre la Córcega playera y marítima, pero me retengo. Solo deciros que vuestro bloguero favorito sufrió un violento ataque de las avispas asesinas en la playa salvaje de Lotu. Playa a la que solo se llega por mar, totalmente desierta salvo por los cuatro turistas y las avispas:



Los infernales insectos la tomaron conmigo. No sé si por la colonia con olor a hoja de tomate, o por el traje de baño adornado con motivos florales. En fin, de ahora en adelante, he condenado ese traje de baño al ostracismo. He dicho.

Y bien, voy al tema: el último libro de Michel Houellebecq: "La carte et le territoire" (el mapa y el territorio, que hay que treducíroslo todo, taruguillos). No creo que se me pueda acusar de ser un adicto a Houellebecq, como ya os conté en otro post de hace un par de años. Verdaderamente, "La possibilité d'une île" era como para tirase por el balcón. En fin, os refiero a mi post de 2009. Después leí "Les particules elementaires" y me quedé con la misma sensación de depresión. La verdad, es que no tiene buena pinta el monsieur Michel: se le ve algo cansado:



Pero "La carte et le territoire" me ha gustado. Y, sorprendentemente, no es deprimente (un poco "gore" sí, faltaría más). No os voy a contar el argumento, porque hay algunas sorpresas interesantes en su desarrollo. El libro tiene dos partes bien diferenciadas. La primera cuenta la vida y milagros de un artista fotógrafo y pintor. Está salpimentada de publicidad encubierta (a Houellebecq no le duele hablar con pelos y señales del supermercado de su calle -con su nombre-, de una marca de coches con todo y descripciones detalladas, de técnicas fotográficas, de la guía Michelin -convertida en protagonista-, etc). El autor aparece en "mise en abîme", como si fuera un personaje secundario en la novela ( Javier Cercas, por ejemplo usa la misma técnica en "Soldados de Salamina"). Lo interesante es que se pone a parir a sí mismo: borracho, gruñón, solitario...

De la segunda parte no os voy a hablar, porque os despanzurro la novela. Básteme deciros que es altamente original en su concepción. Ello sí, siempre hay cuñas publicitarias sobre objetos, cosas, etc, pero eso es lo que confiere al libro una cierta unidad. No sé, creo que os gustará, aunque solo sea como catálogo de productos de consumo (es broma. Michel, no te enfades)

Vale. Por hoy, ya estuvo suave. Un besazo a todos.

mercredi 12 octobre 2011

Córcega (2). La alta Córcega y la Castagniccia



Bueno, queridos amigos, amiguetes, amigotes, etc (ya sabrá cada uno quién es quién y en que categoría se asienta, no me voy a meter yo en esos berenjenales, que luego el personal se pone como una hidra), os voy a contar la segunda parte de la movida corsa, porque como el tiempo ¡oh inexorable enemigo! va pasando, no quiero que se me olviden los singulares y destacados sucesos que acontecieron en la isla, y, además, no he cenado y mi estómago me vocifera: ¡apresúrate, pendejo, que se está haciendo tarde!, etc.





Hay una Córcega marina y una Córcega interior, claro, como en todas las islas (anda que, Sorokin, te mereces el Nobel de Geografía). Pues hoy, el tema es la alta Córcega, la Córcega interior. Impresionante, montañosa, semisalvaje, con sinuosas y estrechas carreteras. Si alguna vez habéis tenido la veleidad de peinaros como los futbolistas que yerguen sus enhiestos pelos como si fueran pinchos, os recomiendo conducir por las carreteras de la montaña corsa. Se os pondrán solitos totalmente puntiagudos.




Carreteras estrechas, bordeando el abismo, túneles, animalillos que aparecen de manos a boca en los recodos de la ruta:



Algunos, verdaderamente orondos:




La parte norte del centro de la isla se dedicó desde los tiempos de su pertenencia a la serenísima República de Génova al cultivo de los castaños. Por ello, es conocida como "La castagniccia". Toda la región está superpoblada de castaños:





Cuando vuestro bloguero predilecto estuvo en la zona, afortunadamente, todos esos pinchos no habían caído sobre la carretera. No quiero pensar como se pondrán las rutas cuando eso suceda.

Por cierto, es hora de que os ponga un mensaje pedante sobre la historia corsa. Es que si no, reviento. Con diversos avatares, Córcega perteneció a Roma, a Pisa, a la corona de Aragón, que delegaba en los genoveses la gestión de la isla -que siempre fue manifiestamente violenta-, a Génova, y, por fin, desde 1790, a Francia. Cosa esta última que no parece tener muy contentos a los corsos, por lo menos a ciertos corsos. No digo que sean violentos, no, tal vez un poco excitadillos:




Los agujeretes deben ser producidos por algún insecto comedor de metales, que los hay.




Cervione, la capital de la Castagniccia marítima.

Si te dejan ahí y no te dicen dónde estás, lo más probable es que pienses que estás en un pueblo de los Apeninos. Se nota el aire italiano. Observad por otro lado, mis queridos amiguetes, con que aire de secreto se hablan las dos señoras de la foto. ¿Temerán que alguien las escuche?

Un servidor (que lo es, oigan), hizo otra excursión más hacia el sur de la Castagniccia. Partiendo desde las Sorokin's Mansions (ver mapa, más arriba), se llega hasta Solenzara, en la costa, y acto seguido, sigues el curso del río que, curiosamente, también se llama Solenzara (poca imaginación, pardiez). Unos kilómetros más arriba, os recomiendo, ¡oh amigos! si vais por allá, que os detengáis en un remanso del río y os solacéis en sus aguas, llenas de náyades y ondinas (bueno, tal vez en Febrero, no).




Una vez, vuestros cuerpos y espíritus reposados, podéis seguir la ruta que va ascendiendo, ascendiendo hasta el col de Bavella donde podréis disfrutar de la sin par vista de las llamadas "agujas de Bavella"




Si sois atrevidos deportistas de riesgo, en la zona hay varios sitios donde se practica el "canyoning", el "puenting" y otros "ings". Naturalmente, Sorokin no es muy amante de ese tipo de semi-suicidios, así que, bueno, pues lo ví y a otra cosa.

Y me voy a parar, que luego me critican mis amigos diciendo que os pongo demasiada información. Además, no he cenado, ya os lo dije, y estoy dándole al teclado desde hace como una hora.

Eso sí, no me voy a ir sin poneros una foto de la cerveza típica de Córcega. Como no podía faltar, está macerada con harina de castaña, aparte de los componentes típicos de toda cerveza. Es sabrosa. Yo no bebí otra cerveza que esa en todo el tiempo que estuve por allá:



Me voy a cenar. Un besote a todos

mercredi 5 octobre 2011

Córcega (1), Rayos, truenos, salmonetes y viñedos




Hola, buenas noches, queridos amigos, contertulios, colegas y otras gentes que andáis por ahí, por esos mundos del señor (ya veremos de que señor). Ya sé que estábais todos preguntándoos: ¿donde leñes anda Sorokin, que nos tiene más o menos tranquilos, sin darnos la brasa en los últimos días?. Pues nada, aquí estoy, así es que paciencia, que vuelvo al ataque. He estado en Córcega, disfrutando de unas merecidas vacaciones, que todo no va a ser ir a trabajar a Copacabana, a Buenos Aires, o a otros sitios de ese jaez. Total, como digo, que he vuelto de Córcega (por si no lo sabéis, es una isla en el Mediterráneo, no una calle de Barcelona). Córcega me recibió a golpe de truenos y centellas, como más o menos puede verse en este pseudo-vídeo:





Luego se tranquilizó, declarando un estado de soleamiento permanente. Si vuestro bloguero predilecto se pusiera en plan "cursilerías buendioseras", como podría decir Michel Houellebecq, os diría que la divinidad protectora de la isla quiso mostrarme su lado fiero para luego abrirme su corazón lleno de amor (por favor, música de Richard Clayderman). En fin, qué diablos, si los franceses son tan cursis como para llamar a Córcega "l'Ile de beauté", no sé porqué yo, un miserable manchego, me iba a reprimir. En fin, a lo que vamos, que se me va el santo al cielo. Yo ya conocía Córcega. Estuve pegándome una sesión de recorrido a velocidad supersónica hace unos años, así que esta vez me dije, "tranquilo, Sorokin" y me lo tomé con más calma.

Pero sí, es una isla bella, y sus gentes son duras pero amables. Un poco agresivas en las formas, como se ve en esta pegatina que ponen en sus coches:



Un tanto contradictorios a veces:




Pero siempre correctos con el forastero. Ya os contaré más cosas en otro post, porque como decía el clásico, lo bueno, si breve, dos veces breve (¿o no era así?). Hoy, me voy a limitar a hablaros de ¡Oh yes!, de viiino y de viñedosssss. Una sorpresa agradable, pardiez. Los vinos corsos, los que se beben en Córcega, son extraordinarios, pero ahí se quedan: esa gente se bebe toda su producción y exportan los vinillos de chichinabo.




Si pasáis por la zona este de la isla y paráis en Aleria, no dejeis de visitar una tienda de productos corsos: Mavela. Allí nos dieron todos los consejos necesarios para distinguir un vino de un caracol, por ejemplo.




Además de vino, tiene otras cosas, como unos simpáticos salchichones de burro:




No os pasméis, rediez, que sí, que son de burro y, de verdad, saben diferente. Yo ya había probado hace años, en Italia, la carne de burro (¿será por eso que...?). En fin, que están buenos. Eso sí, lo probé, y a otra cosa. Bueno, volvamos a los vinos. Los más conocidos son los de Patrimonio, al norte, cerca de St Florent. De Patrimonio nos recomendaron dos vinos:






Y de Ajaccio, uno:



Oyessss, buenísimos. No comparables a nada. Por el color y la apariencia, semejantes al Borgoña, pero por el sabor, no. Afrutados, con sabor a violeta, a fresas y a frambuesa. No se me ocurre compararlos a ningún vino que yo conozca.

La decepción, en cambio, fué el tema peces. Vuestro seguro servidor, que es un depredador de casi todos los pescados, se quedó con casi un palmo de narices.





Como se aprecia, la última vez que aquí el amigo vendió pescado debió ser cuando Córcega era todavía italiana (y de eso hablaremos otro día, os lo prometo)

En fin, en un supermercado de la zona encontré el pez que está en sazón: el salmonete. Delicioso bicho que la divinidad (vuelven las cursilerías buendioseras) ha puesto en las aguas mediterráneas para que los que empezamos a cansarnos de doraditas de piscifactorías nos relamamos con fruición



Vale, se acabó el rollo, mis amigos. Podéis iros a dormir, que ya estuvo suave. Ya seguiré otro día.

Un besazo

mardi 13 septembre 2011

Reseña fugaz de una gran fiesta




Queridos amigos, amiguetes, amigachos y gentes de todo pelaje, plumaje y aderezos estéticos y/o sentimentales: una leve reseña para contaros con mi pobre y miserable verbo (¡qué digo contaros, pardiez, a penas daros una leve noción!) de uno de los últimos eventos en el mundo de los blogs (ojo con eso de los "últimos", no me refiero en un plan escatológico pensando en el fin del mundo, sino temporal, en sentido "reciente"). La gran fiesta de Viena (no la capital de Austria, no, sino la maravillosa Viena de "sabores de viena"). Viena tuvo la idea de reunirnos a unos cuantos blogueros en su casa. Idea genial, pardiez, porque eso de estar, dale que te pego comunicándose por la cosa esta del Internet acaba por ser un plastazo, sin ver la cara de tu corresponsal y eso.

La fiesta fue en su casa y fue una maravilla de organización y buen rollo. Como es de suponer, Sorokin no se la iba a perder, así es que ahí estuve. Allí estuvieron el Oteador de los mercados, Madame Delikat, Carlos, de Vegetal y tal, Laura y Pedro, Lola, Claudia y, por supuesto, el gran Apicius.

No os voy a abrumar, mis queridos contertulios con una detallada descripción de cómo fué todo. Básteos saber que todo fue maravilloso, lo pasamos de puturrú de mico, comimos y bebimos hasta reventar. Para qué decir cómo estaban las empanadas de Laura y de Viena, la espuma de aguacate y albahaca de Carlos o las cervezas de Apicius (hechas por él)




La paella vegetariana que hizo Viena ha debido ser grabada en los cielos paelleros como el summum de lo que se puede conseguir con arroz, verduras y buen hacer:




Y, vean, vean colegas, como queda ese arroz una vez puesto en un plato:




Además de la paella y veinte mil cosas más, otra estrella del día, fue el asado que se marcaron los amigos argentinos de Viena, Leo y Ale. No son blogueros, son dentistas, pero hacen unos asados maravillosos. Yo ya sabía que los dentistas pueden ser capaces de todo. Mi dentista en Bruselas es un melómano consumado y siempre tiene relajantes piezas musicales sonando cuando te hace alguna barrabasada en tus dientes. Además te somete a tests de conocimento musical. Tienes que responder con la boca abierta: "ho jreo e he Rahmaninohh, el hoherto mumero doh"... Pero, monsieur, ¿cómo el concierto número dos si sólo suena un piano?, etc, etc, mientras te mete el torno en los dientes.. Pero en fin, la "expertise" de Leo y Ale es mucho más agradable. ¡Vaya asado, chapeau bas por ellos!




En resumen, lo pasamos de fábula. Gracias, Viena. Gracias a todos, Delikat, Apicius, Oteador y todos los demás. Venga, lo repetiremos.

lundi 29 août 2011

Sobre frutas de verano y hierbas del demonio



Este verano, queridos amigotes, ha entrado en su último mes. Sí, señores y señoras. Aunque penséis que se está terminando, erráis. Le queda casi un mes. Y según los profetas del fin del mundo y esas zarandajas que tanto le gustan a algunos, va a ser el último. No el último mes (aunque casi), sino el último verano. En fin, os supongo enterados de esas cosas que circulan sobre el calendario Maya (que no la abeja, la abeja Maya es otra cosa) y que pronostican el fin del mundo para el 21 de Diciembre de 2012. ¡Pues no! otros mendas, más calculadores y más espabilados han dicho que el Papa Gregorio VII y algún otro de por allí, se hicieron su órgano masculino un lío con la reforma del calendario allá por el siglo XIV y que, en realidad, el fin del mundo será el 14 de Octubre de 2011 (día que, encima, es el cumpleaños de vuestro bloguero servidor). Le dan al palo, además, con el cometa Elenin (no es chiste, se llama así) que está originando catástrofes sin cuento, etc, etc y que ese día estará en línea con no se cuantas constelaciones, satélites, planetas y gasolineras del Provencio.

Pero en fin, que me lío yo también. No era ese el tema de mi entrada. Iba a hablar de las frutas de verano. En concreto, de las paraguayas, que es una de mis frutas preferidas. Me sentía desamparado por estas tierras europeas, sin paraguayas que calmaran mis ansias de infinito. Pero ¡oh cielos!, ¡habéis escuchado mis súplicas!, desde hace un par de años, han empezado a aparecer por las fruterías de la zona, desde Londres hasta Amsterdam, pasando por Bruselas:






Cierto que no son baratas, pero son deliciosas. Jugosas, sabrosas, se te llena la boca de líquido cuando la muerdes con fruición, mientras un dulce aroma invade tu nariz. Como podéis ver en la segunda foto, además, ha aparecido una variedad -para mí desconocida- que es como la paraguaya tradicional, pero con piel suave de nectarina. Bueno, no están mal, pero yo prefiero las de siempre. En Internet dicen que se llaman "platerinas".

Este verano, también ha traido para algunos chisgarabises la no muy saludable moda de doparse con estramonio. A mí, eso del estramonio me sonaba a compuesto químico, oiga, algo así como el amoniaco (Amoniaco extra, por ejemplo), pero no, es una planta. Y mirando en Internet (no sé qué haríamos sin la Wikipedia), me he entarado que es la datura, como la que se empujaba don Juan en los libros de Carlos Castaneda (¿os acordáis?):




En fin, Carlos Castaneda es tema para otro día. Yo me leí tooodos sus libros. Ya hablaremos de eso. Lo que quiero contaros es que al ver la foto que publican en la web sobre la flor del estramonio (héla aquí):




y compararla con una foto que hice en la Explanada de Alicante hace un par de años, que es la que abre esta entrada, me he dicho: ¡Rayos! parece la misma. Dejo a criterio de ustedes vosotros, queridos e ilusionados lectores que me digáis si se parecen o no. Pero, por favor, please, no se lo digáis a nadie. Según eso, drogarse con datura estaría totalmente tirado. Y ya van cuatro o cinco chavales muertos con la hierba del demonio este verano.



Maksam Bayati- Taksim



lundi 15 août 2011

El invierno en Brasilia, mi maleta perdida (otra vez) y un restaurante de Rio de Janeiro



Queridos amigos, lectores adictos y ocasionales, gentes de todo el mundo y alrededores, acabo de regresar de Brasil. Sí señores y señoras, aquí estoy en Bruselas de nuevo... pero mi maleta ¡no!, y lleva ya más de veinticuatro horas dando vueltas libre de ataduras por esos mundos, a saber cuáles... universos paralelos, multiversos, lagunas estigias o vaya usted a saber. Podría parafrasear a Atahualpa Yupanqui (oigan un rasgueo de guitarra) "Mi maleta perdida y yo bailando, etc". Por si no os acordáis, ahí va el original de Atahualpa:



En fin, mi maleta no es peluda, pero si sigue sin aparecer, le va a salir barba. En fin, consolaréme contándoos el viaje a Brasil, y a ver si mientras me llaman del aeropuerto para comunicarme que, al fin, la muy golfa ha sido hallada.

Esta vez tuvimos que ir a Brasilia que, por si no lo sabéis, taruguillos, es la capital de Brasil. Una idea un tanto bizarra de los años sesenta, para acercar la civilización (?) al centro de Brasil. Yo diría que, con lo bien que se está en Rio, no sé si fué una buena idea. El reputado (ojo, que no es un insulto eso de "reputado") arquitecto Oscar Niemeyer parió la ciudad entera. Entonces, se supone que era el colmo de la modernidad y de la racionalización. Hoy, para qué os voy a decir, se ha quedado viejuna y démodée, como estos edificios:





Cierto que tiene muchos espacios abiertos (lo que no está mal), pero es una ciudad a escala no humana si no vas en coche. En muchas calles no hay ni aceras ni pasos de peatones. Caminando bajo un abrasador sol invernal (manda narices, y en Bruselas a 15ºC en pleno verano) por las enormes avenidas, sin una pinche sombra, puedes acabar llorando y pidiendo a gritos que llueva gaseosa o lo que sea. Ello sí, sus atardeceres son lindos:





Pero bueno, no todo es atardecer en la vida. Menos mal que la segunda parte del viaje consistía en ir a Rio de Janeiro, con lo que todo el mal rollo desaparece (hasta que la que desapareció fue mi maleta). Esta vez nos reservaron un hotel en Ipanema, que si bien no es tan espectacular como Copacabana, es mucho más relajada y hace un vivir más tranquilo. Como demostración de que estamos en crisis, en vez de ir a los restaurantes que ya os recomendé en otra ocasión, mi colega José, que era el jefe del grupo, decidió que íbamos a ir a restaurantes al kilo. Yessir, restaurantes que te cobran según pese la comida que has cogido en el buffet. Y en honor a la verdad, tengo que recomendaros el "Frontera", sin duda el mejor de Ipanema:





Es agradable y la comida, a pesar de las reticencias que corroían mi mente al entrar, es excelente. En el buffet hay de todo. Llenas tu bandeja y vas a que te la pesen, sin importar lo que haya dentro. Encima, no es muy caro. Sale a unos 45 reales el kilo (20 euracos), pero con medio kilo sales ya a reventar (por lo menos, vuestro bloguero predilecto)




Para reservar mesa, no tenéis que ser muy "salaos":




Es broma. Mi portugés alcanza para entender que "no salao" quiere decir "en el salón". O sea, que bien, que el Frontera se lleva una buena nota para su categoría. Sobre todo si no queréis gastar mucho en alimentar vuestros vacíos estómagos.

Para despedirme, y mientras espero a mi maleta, os voy a dejar con un problema de esos de "averigüe los diez errores, etc". Tenéis que decubrir las diferencias que hay en las dos fotografías siguientes, teniendo en cuenta que ambas están hechas en Rio de Janeiro, por lo que las similitudes saltan a la vista. Venga, ánimo, a ver si decubrís las diferencias:








Por si no lo habéis visto claro, aquí va la solución:




¿A que os he sorprendido? Sin duda la primera foto es lo que uno imagina de Rio y de Copacabana ¿a que sí?, pero no os esperábais la segunda. Pues sí, está tomada en el Monasterio de San Bento, en el centro histórico de Rio. Aparte los tres personajes que aparecen en la foto (son de carne y hueso), la decoración de la iglesia es una de las más barrocas que he visto en mi vida. Si vais, no os lo perdáis. No os garantizo que los tres seminaristas estén todavía allí, pero, a lo mejor hay otras sorpresas.

Venga un besote. Y mi maleta sin aparecer.

jeudi 28 juillet 2011

Los Cantones del Este y las tres fronteras. La Bélgica que habla alemán.



Como, no sé si sabéis queridos y sufridos lectores, el 21 de Julio es la fiesta nacional de Bélgica, una fiesta en la que todos los belgas expresan su amor a la patria, hay un vistoso desfile y todas las terrazas de Bélgica se llenan de banderas, como puede verse:



Haciendo honor a la tradición (los belgas llaman a la fiesta nacional "el diluvio nacional"), ese día caían chuzos de punta, llovían cuerdas (como dicen los franceses) o incluso perros y gatos, como se dice familiarmente en el idioma del otro lado del Canal. Pero, armándose de valor, vuestro bloguero Sorokin, decidió pasar el fin de semana en los Cantones del Este. Vamos, para qué nos vamos a engañar, me arrastraron un poco a regañadientes, pero en fin, estuvo muy interesante, así que -incorregible que es uno- os lo voy a contar. Tranquilos, que no va a durar mucho, que es tarde y no he cenado todavía.

Se llama "los Cantones del Este" a las provincias belgas que hablan alemán. Todo el mundo sabe que en Bélgica hay dos comunidades lingüísticas: la francófona y la flamenca (lo políticamente correcto es decir "neerlandófona"), pero fuera de este país, no sé si mucha gente sabe que hay una tercera comunidad lingüística: la germanófona, la Bélgica que habla alemán. Con vuestra habitual perspicacia, mis queridos amigos, ya habréis colegido que los Cantones del Este están al Este, es decir, en la frontera con Alemania. Han pasado por diferentes avatares históricos, pasando de mano en mano, como la falsa moneda. Han sido parte de Prusia, de Alemania hasta 1919, luego de Bélgica, en 1940 otra vez de Alemania, y desde 1946 otra vez Bélgica.





Los Cantones del Este limitan al norte con Holanda (como toda Bélgica, pardiez Sorokin vaya tontunas que dices a estas horas). Vamos, lo que quiero decir es que en la zona coinciden tres fronteras, la belga, la alemana y la holandesa y por eso (otro descubrimiento, vaya día llevo) la zona se llama "de las tres fronteras".

En todo caso, Sorokin y su panda decidimos alojarnos en Aubel, capital turística de la región, ciudad todavía francófona, rodeada de espesos y umbríos bosques (y no te digo si el cielo está cubierto de espesas nubes -como era el caso- lo umbríos que son), suaves praderas y multitud de vaquitas y otros tiernos y comestibles animalillos pastando.




Nuestros húmedos esqueletos fueron a alojarse en una granja-restaurante-hotel, que si pasáis por la región, queridos amigotes, amiguetes, amigachos y amiguitos, os recomiendo: "Aux berges de la Bel", a unos seis kilómetros de Aubel en dirección a Val Dieu (luego, luego os hablo de Val Dieu, no se me impacientéis)




Aparte del sitio, que es de lo más agradable (aunque llueva), tiene un restaurante de no sé cuantas estrellas y cuatro (sólo cuatro) habitaciones bien confortables. El restaurante, pues eso, rico, rico, rico. Hice dos fotos que os voy a poner, que esta vez si tenía mi cámara. Una del bogavante con vieiras y verduritas que se trageló menda:



Y la otra de un lomo de lubina con salsita de perifollo y berros que se papeó una de las comensales de la mesa:




A los otros no les hice fotos porque eran platos de carne y no me interesaban demasiado. Es que eso de estar a cien kilómetros de la costa anima mucho a consumir productos marinos. Para vuestra información, seis comensales, dos botellas de vino, dos de agua, postres y cafelitos, 200 euracos del ala.

Bien, y vale ya de comer. Os prometí que iba a hablar de Val Dieu. En Val Dieu, hay una abadía, y, ¿a que no sabéis que se fabrica en la abadía?, venga, vamos, ánimo. ¿Una pista? es dorada, tiene espuma y va en botella... vale. Acertásteis:




Bueno, he dicho que era dorada, pero también la hay negra. La abadía, vista desde fuera parece muy interesante, pero ¡ay!, a pesar de ser viernes y sólo las seis y media de la tarde, estaba cerrada (incluída la tienda, serán malvados):





Lamentablemente, los montones de cajas que veis a continuación estaban vacíos:




Ea, otra vez será. Menos mal que en el supermercado de Aubel te vendían toda la cerveza que quisieras y, según las lenguas de serpiente, más baratas que en la propia abadía.

Otra decepción fue la subida al punto donde se cruzan las tres fronteras. Cuesta encontrarlo, pero al fin se llega. Hay que seguir la indicación de "les trois bornes" (los tres mojones) por una carretera que sube entre árboles frondosos. Y, queridos contertulios, si vais, tened cuidado, porque yo me topé de manos a boca con una panda de "skaters" que bajaban a tumba abierta por la carretera. Encima, uno, al ver mi coche, se cayó en medio de la ruta, ¡serán croncos y petiforros! menos mal que yo iba despacito. Les hice una foto al llegar al alto. No sé si serán los mismos, pero esto demuestra que hacer este deporte de riesgo es una práctica habitual en la zona.



En cuanto al punto de los tres bornes en sí mismo, estaba desierto y todos los bares y restaurantes cerrados. Claro, eran las siete de la tarde de un Viernes de Julio, todo el mundo en su casita a comer su sopa, qué demonios. Eso de andar en los bosques a esas horas sólo puede ser un asunto de gnomos o de gente del sur de Europa despistada.




Además, lo de los tres mojones es mentira y engaño falaz: No hay más que uno, que de un lado pone "B", del otro "NL" y del tercero "D".





Pero bueno, está bien, es interesante. Además, a partir del segundo día, dejó de llover. Buenos, amigos, me voy a cenar. Besazos a todos