lundi 23 mars 2020

El espejo de nuestras penas de Pierre Lemaitre y la "drôle de guerre"





Queridos amigos, lectores, colegas, compadres, familia y otras buenas gentes que estáis dispuestos a acompañarme a llevar con alegría y paciencia este encierro al que nos ha sometido el virus coronario (bueno, no, eso de coronario es una arteria, no un virus). Bueno, el virus.

Yo he aprovechado la reclusión para terminarme "El espejo de nuestras penas" de Pierre Lemaitre. En principio, el libro es el último de la trilogía que empezó con "Nos vemos allá arriba"y siguió con "Los colores del incendio", aunque la relación de los protagonistas con la familia Péricourt sea muy marginal. La trilogía cuenta la vida en Francia desde 1914 hasta 1940. Una Francia que estaba muy convencida de su potencia tras la derrota de Alemania en 1918. Pero, como diría Rubén Blades, "la vida te da sorpresas, ay Dios, sorpresas te da la vida!".

Desde Septiembre 1939 hasta Mayo 1940, Francia estaba en guerra con Alemania, pero no pasaba nada, aparte unas escaramuzas en Noruega. Ese periodo se llamó "la drôle de guerre" (la guerra de chiste, podríamos traducir). Francia confiaba todo a sus fortificaciones de la línea Maginot y a un fuerte impresionante en Bélgica, pero desguarnecieron el bosque de las Ardenas, pensando que por ahí no podían pasar los blindados alemanes.


Pus sí, pasaron. Para empezar tomaron el fuerte de Eben Emael lanzando paracaidistas por detrás. Los cañones del fuerte no podían apuntar al revés, o sea que llegaron hasta allí y volaron lo que hubiera que volar. Por otra parte, los blindados de Guderian atravesaron las Ardenas y destruyeron las defensas francesas.




El fuerte de Eben Emael. 

Siento que estemos en cuarentena, si no, me hubiera ido derechito a visitarlo.


Una sección de la línea Maginot. Supuestamente inexpugnable.

Las Ardenas, son un bosque tupido que, ese sí, ya visité varias veces cuando vivía en Luxemburgo. Vamos, de hecho, Luxemburgo está en las Ardenas:


Muy espeso y lleno de coníferas, con algunos caminos de tierra muy vistosos:








Pero en fin, voy a hablaros del libro de Lemaitre, que es el asunto que nos ocupa. Lo que pasa es que, como estoy en cuarentena se me va el santo al cielo sin darme cuenta (cuando yo era niño, cada vez  que mi madre decía eso, yo entendía "se me va el santo al cine", y qué mejor sitio, me decía yo).

El libro es una novela coral, con varios protagonistas, Una parisina que trabaja en un bistrot, el dueño del bistrot, dos soldados en la línea Maginot, un vividor que vale para todo, un guardia y su mujer...

Las aventuras de los protagonistas, contadas por separado, en capítulos diferentes, se van poco a poco aproximando hasta coincidir en un final que, pese a todos los apuros, los dolores y los sufrimientos pasados está lleno de optimismo.

Eso no impide que todo lo que trasciende en las páginas del libro es tremendamente triste. La trama es impresionante. Ya en las primeras páginas te quedas helado con lo que le pasa a Louise con el Doctor Thirion. Os lo leéis, que no lo voy a contar.

Raoul y Gabriel, que están en un fuerte de la línea Maginot, tranquilos, pensando que no va a pasar nada, se encuentran de repente defendiendo la frontera de Bélgica al borde del río Mosa. El Mosa es un río muy especial que tiene unos recorridos muy raros. Según el libro, vuelan un puente que está en un afluente, el "Treguières". No lo he encontrado. Pero como muestra, he ahí un meandro que hace el río en la frontera entre los dos países


 Este pequeño Mosa se convierte en un río de padre y muy señor mío a su paso por Namur:



El río, el río. Este elemento que aparece en la foto no tiene nada que ver.

Entre tanto, la derrota francesa está cada vez más clara. Los alemanes avanzan sobre París. El ejército francés está en clara desbandada. Miles de personas huyen de París ante el avance alemán. La gente se agolpa en las carreteras que van al sur, con lo que pueden, colchones, cacharros... He sacado esta foto de la Wikipedia y no consta que tenga copyright, pero es impresionante:



¿No os recuerda a lo que está pasando ahora con los refugiados que huyen de la guerra de Siria? ¡Ay! qué poca memoria tiene la gente y qué poco aprendemos. En el libro, Louise y Monsieur Jules circulan por la carretera en un viejo coche, cuando unos aviones alemanes los atacan. Encoge el ánimo.

La ruta de los refugiados es más o menos la carretera que yo sigo para llegar a España desde Bruselas. Lo único, es que ahora todo está bien. No sabemos lo que tenemos:






A Raoul y Gabriel, acusados de desertores los llevan al campo des Gravières. Por el trayecto, supongo que debe estar por aquí.
Pero en fin, queridos amigotes, no os perdáis el libro. Si no leéis francés, supongo que la traducción debe estar ya a punto de caramelo.


Mientras tanto, os pongo un cuento que hace al caso:

Vivía tranquilo entre las escamas de un Pangolín, aunque él no sabía que eso eran escamas o que pertenecían a un animal tan raro. Se revolcaba tranquilo entre los huecos que dejaban las células queratinosas que formaban la escama. A él, eso le daba igual. Se limitaba a cumplir el mandato del Génesis: “creced y multiplicaos”. ¡Zas!. Media vuelta, un estremecimiento en los rayos que formaban su corona y hete aquí que, de golpe ya tenía cinco o diez mil descendientes. Podría decirse que era una vida regia. Pero las cosas no son nunca como uno quiere, un día notó que algo no era normal. Alguien chupó la escama donde vivía junto con sus millones de descendientes. Un humor viscoso le arrastró hacia un alojamiento desconocido de paredes blandas, llenas de protuberancias que se agitaban como las olas del mar. Una de ellas lo absorbió para arrastrarlo a un líquido rojo, donde, astuto, aprovechó para filtrarse a una célula. Y allí se quedó. Viajó, se multiplicó y llenó el mundo. Hasta hoy.

Ánimo. Y mientras tanto, sigamos enclaustrados para derrotar al virus. Besos