lundi 15 août 2011

El invierno en Brasilia, mi maleta perdida (otra vez) y un restaurante de Rio de Janeiro



Queridos amigos, lectores adictos y ocasionales, gentes de todo el mundo y alrededores, acabo de regresar de Brasil. Sí señores y señoras, aquí estoy en Bruselas de nuevo... pero mi maleta ¡no!, y lleva ya más de veinticuatro horas dando vueltas libre de ataduras por esos mundos, a saber cuáles... universos paralelos, multiversos, lagunas estigias o vaya usted a saber. Podría parafrasear a Atahualpa Yupanqui (oigan un rasgueo de guitarra) "Mi maleta perdida y yo bailando, etc". Por si no os acordáis, ahí va el original de Atahualpa:



En fin, mi maleta no es peluda, pero si sigue sin aparecer, le va a salir barba. En fin, consolaréme contándoos el viaje a Brasil, y a ver si mientras me llaman del aeropuerto para comunicarme que, al fin, la muy golfa ha sido hallada.

Esta vez tuvimos que ir a Brasilia que, por si no lo sabéis, taruguillos, es la capital de Brasil. Una idea un tanto bizarra de los años sesenta, para acercar la civilización (?) al centro de Brasil. Yo diría que, con lo bien que se está en Rio, no sé si fué una buena idea. El reputado (ojo, que no es un insulto eso de "reputado") arquitecto Oscar Niemeyer parió la ciudad entera. Entonces, se supone que era el colmo de la modernidad y de la racionalización. Hoy, para qué os voy a decir, se ha quedado viejuna y démodée, como estos edificios:





Cierto que tiene muchos espacios abiertos (lo que no está mal), pero es una ciudad a escala no humana si no vas en coche. En muchas calles no hay ni aceras ni pasos de peatones. Caminando bajo un abrasador sol invernal (manda narices, y en Bruselas a 15ºC en pleno verano) por las enormes avenidas, sin una pinche sombra, puedes acabar llorando y pidiendo a gritos que llueva gaseosa o lo que sea. Ello sí, sus atardeceres son lindos:





Pero bueno, no todo es atardecer en la vida. Menos mal que la segunda parte del viaje consistía en ir a Rio de Janeiro, con lo que todo el mal rollo desaparece (hasta que la que desapareció fue mi maleta). Esta vez nos reservaron un hotel en Ipanema, que si bien no es tan espectacular como Copacabana, es mucho más relajada y hace un vivir más tranquilo. Como demostración de que estamos en crisis, en vez de ir a los restaurantes que ya os recomendé en otra ocasión, mi colega José, que era el jefe del grupo, decidió que íbamos a ir a restaurantes al kilo. Yessir, restaurantes que te cobran según pese la comida que has cogido en el buffet. Y en honor a la verdad, tengo que recomendaros el "Frontera", sin duda el mejor de Ipanema:





Es agradable y la comida, a pesar de las reticencias que corroían mi mente al entrar, es excelente. En el buffet hay de todo. Llenas tu bandeja y vas a que te la pesen, sin importar lo que haya dentro. Encima, no es muy caro. Sale a unos 45 reales el kilo (20 euracos), pero con medio kilo sales ya a reventar (por lo menos, vuestro bloguero predilecto)




Para reservar mesa, no tenéis que ser muy "salaos":




Es broma. Mi portugés alcanza para entender que "no salao" quiere decir "en el salón". O sea, que bien, que el Frontera se lleva una buena nota para su categoría. Sobre todo si no queréis gastar mucho en alimentar vuestros vacíos estómagos.

Para despedirme, y mientras espero a mi maleta, os voy a dejar con un problema de esos de "averigüe los diez errores, etc". Tenéis que decubrir las diferencias que hay en las dos fotografías siguientes, teniendo en cuenta que ambas están hechas en Rio de Janeiro, por lo que las similitudes saltan a la vista. Venga, ánimo, a ver si decubrís las diferencias:








Por si no lo habéis visto claro, aquí va la solución:




¿A que os he sorprendido? Sin duda la primera foto es lo que uno imagina de Rio y de Copacabana ¿a que sí?, pero no os esperábais la segunda. Pues sí, está tomada en el Monasterio de San Bento, en el centro histórico de Rio. Aparte los tres personajes que aparecen en la foto (son de carne y hueso), la decoración de la iglesia es una de las más barrocas que he visto en mi vida. Si vais, no os lo perdáis. No os garantizo que los tres seminaristas estén todavía allí, pero, a lo mejor hay otras sorpresas.

Venga un besote. Y mi maleta sin aparecer.

jeudi 28 juillet 2011

Los Cantones del Este y las tres fronteras. La Bélgica que habla alemán.



Como, no sé si sabéis queridos y sufridos lectores, el 21 de Julio es la fiesta nacional de Bélgica, una fiesta en la que todos los belgas expresan su amor a la patria, hay un vistoso desfile y todas las terrazas de Bélgica se llenan de banderas, como puede verse:



Haciendo honor a la tradición (los belgas llaman a la fiesta nacional "el diluvio nacional"), ese día caían chuzos de punta, llovían cuerdas (como dicen los franceses) o incluso perros y gatos, como se dice familiarmente en el idioma del otro lado del Canal. Pero, armándose de valor, vuestro bloguero Sorokin, decidió pasar el fin de semana en los Cantones del Este. Vamos, para qué nos vamos a engañar, me arrastraron un poco a regañadientes, pero en fin, estuvo muy interesante, así que -incorregible que es uno- os lo voy a contar. Tranquilos, que no va a durar mucho, que es tarde y no he cenado todavía.

Se llama "los Cantones del Este" a las provincias belgas que hablan alemán. Todo el mundo sabe que en Bélgica hay dos comunidades lingüísticas: la francófona y la flamenca (lo políticamente correcto es decir "neerlandófona"), pero fuera de este país, no sé si mucha gente sabe que hay una tercera comunidad lingüística: la germanófona, la Bélgica que habla alemán. Con vuestra habitual perspicacia, mis queridos amigos, ya habréis colegido que los Cantones del Este están al Este, es decir, en la frontera con Alemania. Han pasado por diferentes avatares históricos, pasando de mano en mano, como la falsa moneda. Han sido parte de Prusia, de Alemania hasta 1919, luego de Bélgica, en 1940 otra vez de Alemania, y desde 1946 otra vez Bélgica.





Los Cantones del Este limitan al norte con Holanda (como toda Bélgica, pardiez Sorokin vaya tontunas que dices a estas horas). Vamos, lo que quiero decir es que en la zona coinciden tres fronteras, la belga, la alemana y la holandesa y por eso (otro descubrimiento, vaya día llevo) la zona se llama "de las tres fronteras".

En todo caso, Sorokin y su panda decidimos alojarnos en Aubel, capital turística de la región, ciudad todavía francófona, rodeada de espesos y umbríos bosques (y no te digo si el cielo está cubierto de espesas nubes -como era el caso- lo umbríos que son), suaves praderas y multitud de vaquitas y otros tiernos y comestibles animalillos pastando.




Nuestros húmedos esqueletos fueron a alojarse en una granja-restaurante-hotel, que si pasáis por la región, queridos amigotes, amiguetes, amigachos y amiguitos, os recomiendo: "Aux berges de la Bel", a unos seis kilómetros de Aubel en dirección a Val Dieu (luego, luego os hablo de Val Dieu, no se me impacientéis)




Aparte del sitio, que es de lo más agradable (aunque llueva), tiene un restaurante de no sé cuantas estrellas y cuatro (sólo cuatro) habitaciones bien confortables. El restaurante, pues eso, rico, rico, rico. Hice dos fotos que os voy a poner, que esta vez si tenía mi cámara. Una del bogavante con vieiras y verduritas que se trageló menda:



Y la otra de un lomo de lubina con salsita de perifollo y berros que se papeó una de las comensales de la mesa:




A los otros no les hice fotos porque eran platos de carne y no me interesaban demasiado. Es que eso de estar a cien kilómetros de la costa anima mucho a consumir productos marinos. Para vuestra información, seis comensales, dos botellas de vino, dos de agua, postres y cafelitos, 200 euracos del ala.

Bien, y vale ya de comer. Os prometí que iba a hablar de Val Dieu. En Val Dieu, hay una abadía, y, ¿a que no sabéis que se fabrica en la abadía?, venga, vamos, ánimo. ¿Una pista? es dorada, tiene espuma y va en botella... vale. Acertásteis:




Bueno, he dicho que era dorada, pero también la hay negra. La abadía, vista desde fuera parece muy interesante, pero ¡ay!, a pesar de ser viernes y sólo las seis y media de la tarde, estaba cerrada (incluída la tienda, serán malvados):





Lamentablemente, los montones de cajas que veis a continuación estaban vacíos:




Ea, otra vez será. Menos mal que en el supermercado de Aubel te vendían toda la cerveza que quisieras y, según las lenguas de serpiente, más baratas que en la propia abadía.

Otra decepción fue la subida al punto donde se cruzan las tres fronteras. Cuesta encontrarlo, pero al fin se llega. Hay que seguir la indicación de "les trois bornes" (los tres mojones) por una carretera que sube entre árboles frondosos. Y, queridos contertulios, si vais, tened cuidado, porque yo me topé de manos a boca con una panda de "skaters" que bajaban a tumba abierta por la carretera. Encima, uno, al ver mi coche, se cayó en medio de la ruta, ¡serán croncos y petiforros! menos mal que yo iba despacito. Les hice una foto al llegar al alto. No sé si serán los mismos, pero esto demuestra que hacer este deporte de riesgo es una práctica habitual en la zona.



En cuanto al punto de los tres bornes en sí mismo, estaba desierto y todos los bares y restaurantes cerrados. Claro, eran las siete de la tarde de un Viernes de Julio, todo el mundo en su casita a comer su sopa, qué demonios. Eso de andar en los bosques a esas horas sólo puede ser un asunto de gnomos o de gente del sur de Europa despistada.




Además, lo de los tres mojones es mentira y engaño falaz: No hay más que uno, que de un lado pone "B", del otro "NL" y del tercero "D".





Pero bueno, está bien, es interesante. Además, a partir del segundo día, dejó de llover. Buenos, amigos, me voy a cenar. Besazos a todos

vendredi 8 juillet 2011

El Ommegang, el olvido de Sorokin y un excelente restaurante para terminar.



Queridos amigotes, amiguetes, amiguetas y amigotas. Voy a contaros lo que me pasó ayer, primer viernes de Julio, San Fermín (aunque eso no tenga nada que ver con el caso que paso a relatar, y vale ya de exordios). Hallábame yo disfrutando de merecido descanso en mi sofá a eso de las ocho, pensando en el terrible dilema de cuál de las cervezotas que tengo en mi nevera iba a hacer descender por mi gañote, cuando me llama una amiga: "A ver, pendejillo (no dijo eso, es una traducción libre de lo que me dijo en francés) ¿se te ha olvidado que hoy es el Ommegang y que a las nueve empieza el espectáculo en la Grande Place?"

Merde!, dije yo, pues es verdad, así es que cogí el coche, me fuí a buscarla y nos precipitamos como enloquecidos en los alrededores de la plaza. Con tantas prisas... me olvidé mi cámara de fotos. Horror, un año esperando para eso...

Pero antes de continuar, voy a hacer una pausa publicitaria para explicaros eso del "Ommegang", que luego si no, me decís que no explico las cosas, que soy un autista, un aburrido, etc. El Ommegang se celebra en Bruselas todos los años para rememorar la recepción que le hizo toda la ciudad en 1549 a Carlos V. Sí, Carlos V, nuestro Carlos I de España y V de Alemania, como se decía en la escuela. Como todos sabéis, el colega Carlos (es que yo me he decidio a tenerle confianza, que total no se va a enfadar a estas alturas) nació en Gante, hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, nieto pues de SSMM Los Reyes (que, no, que no son los Magos) Católicos. Llegó a España en 1517 para tomar posesión de sus reinos. Aparte de armar un montón de guerras por Europa, le gustaba su tierra, qué diablos, y quiérase o no se quiera, su tierra era ésta: Flandes, no Castilla. Total, que, como digo, vino a Bruselas en 1549 acompañado de su hijo Felipe (sí, ese, el II), su mujer y una corte de gentes (cortesanos, claro). La recepción en Bruselas fué tan impresionante, que se sigue celebrando todos los años el primer viernes de Julio.

El evento tiene lugar en lo que los belgas llaman "La plaza más bella del mundo". No les voy a discutir el título. Tal vez el Zócalo de México, la plaza roja de Moscú o la plaza mayor de Salamanca podrían hacerle sombra, pero a distancia.



Volviendo a mi horrible olvido, me encontré sin cámara de fotos en medio de un espectáculo único... pero ¡tate! tenía mi telefonino a mano, así es que, queridos amiguetes, me perdonaréis la calidad de las imágenes, pero mi humilde aparatejo me sacó del follón, y, malas y todo, son fotos... e incluso, vídeos, como el que sigue:



Lamentable, de una calidad por debajo de todo lo permisible y tolerable, pero, ea, es como los hijos: te salen tontos, pero tú los quieres. Qué le vamos a hacer. Es humano.

Menos mal, que una vez terminada la fiesta, fuimos a calmar nuestro apetito a un restaurante que está al lado de la Plaza, y que os recomiendo con fervor: "La Roue d'Or". Cocina belga, pero bastante más ligera de lo que es habitual, con algunos platos que son la cima de su clase en Bruselas, como el filete de lubina sobre lecho de ensalada o las vieiras revueltas con setas y salsa de mantequilla y limón. Les hice fotos, pero esas sí, mejor no las enseño. Las de los muros del restaurante, decorado con pinturas de Magritte sí me voy a aventurar a ponerlas aquí aunque me llaméis de todo:






Y, para terminar, como homenaje al héroe de la tarde, aquí va su foto



Y nada más por hoy, amigos. Un besazo

samedi 2 juillet 2011

Revisitando Twin Peaks



Andábame yo, mis queridos amigos y contertulios un tanto pachucho y aburrido, porque, desde que me terminé de ver todas las temporadas de "The Wire" las de "Los Soprano" y del fenecido, y bien fenecido, "Perdidos", andaba yo despistado en la franja horaria 22.00-24.00. Digamos que, después de hacer las compras en el supermercado de la esquina, tras laborioso y productivo día y depositarlas en tu frigorífico, te vas -digamos- a empujarte una Maredsous en "La terrasse" o una Ciney en el "Kwak" (actividades nobles donde las haya), o incluso, si no tienes ganas de salir, te tomas una Leffe en tu terraza. Tras eso, cenas,... te lees un par de capítulos de la última novela de Marc Lévy, mientras te dices que es la última vez que te gastas siete euros en una cosa tan tonta (sin poder levantar los ojos de la trama)... y... llegan las diez de la noche. Hora de meterte un par de capítulos de alguna serie televisiva que te mole. ¡Y no encuentras ninguna! Bueno, ahora dan "Mad Men", pero sólo un día a la semana. Y en tan terrible situación, pasando el otro día por la FNAC, ví en un estante: "Twin Peaks", the Gold Collection. Me lancé como un poseso, pagué y me la truje ("truje", arcaísmo por "traje", no creaís que es una falta de ortografía) a casa.

Desde entonces, mi vida ha cambiado (una vez más, carallo, a ver si paro de cambiar). No la había visto en su día, aunque sé que fue un tifón en todo el mundo mundial. Yo acababa de llegar a Luxemburgo y me la perdí, yo, que soy un fan desatado de David Lynch. Supongo que la conocéis todos, pero para mí ha sido un shock. Sólo el episodio piloto vale más que todo "Perdidos".:







 Misterio, magia, emoción... David Lynch a tope.

Es cierto que hacia la segunda temporada, el tono cae un poco. Los productores obligaron a Lynch a desvelar quien es el asesino, como en las novelas malas. Además, éste y su colega Frost estaban ocupados en otros menesteres, dejando la dirección de los diferentes episodios a otras gentes, voluntariosas, sin duda, pero menos imaginativas. Ved, sin embargo, el fabuloso episodio del agente Dale Cooper, herido de bala en el suelo de su habitación de hotel y el hombre del servicio de habitaciones que le trae un vaso de leche, con el que empieza la segunda temporada:


Fascinante. ¿a poco no, como dirían en México?

Impactante también Kyle Mac Lachlan, que borda su papel de agente Dale Cooper. Del hilo al ovillo, me fui a buscar a la FNAC "Blue Velvet", que ¡mecachis! tambien me había perdido (muchas faltas para un "soi disant" fan de Lynch, pero, ea, así es). ¡Quién iba a decir que el Kyle, que empezó de tímido detective aficionado en Blue Velvet, iba a acabar como dudoso dentista Orson en Desperate Housewives!






Blue Velvet ha sido otro shock para un servidor. Os voy a decir algo que no lo debéis contar a nadie... pero a nadie. Me he vuelto a enamorar como un párvulo, como un isótopo sin exfoliar. El amor eterno que le juré a Lauren Bacall, o a la Dietrich en "Morocco", o incluso a Michele Pfeiffer en "les liasons dangereuses" ha temblado, se ha sacudido viendo a Isabella Rosellini cantando "Blue Velvet":


Ya sé, ya sé lo que vais a decir, que si yo fuera hijo de Roberto Rosellini y de Ingrid Bergmann, tambien sería una maravilla en la pantalla (por cierto, entre mis amores locos se me ha olvidado mencionar a su madre en "Casablanca").

Bueno, os dejo, amiguetes, que me estoy poniendo plasta contando mis intimidades. Un besote.

lundi 20 juin 2011

La academia de bellas artes de St. Josse-ten-Noode



Me hubiera despepitado, descoyuntado, vuelto del revés, renunciado a mis "cheques-repas" y a mi croissant matutino por ir a ver la exposición de Anish Kapoor que cuenta Madame Delikat en su blog "Delikat Essences", pero no ha podido ser, mis compromisos con la Academia de Bellas Artes de St. Josse-ten-Noode me lo han impedido. Ya sé que querréis saber que es eso de St. Josse-ten-Noode. Os diré: Bruselas no existe. Vamos, existe, pero poco. Lo que todos conocemos como "Bruselas" es un conjunto de barrios ("comunas", se llaman así, nada que ver con la de 1871 en Paris), cada uno con su alcalde (burgomaestre) y sus concejales, sus concejalas, su presupuesto comunal, etc. St. Josse-ten-Noode es una de ellas (son diecinueve). Está cerca del centro y, tiene un alcalde que es un jazzman consumado aparte de un tío fetén. Y ahí, en St. Josse está la Academia de bellas artes (l'ACA, para los amiguetes)




L'ACA, de la cual tengo el inmerecido honor de ser alumno, celebra todos los años una exposición con trabajos de los curritos. Bueno, pues era este fin de semana. Así es que, no Anish Kapoor. Más cornás da el hambre.

El público, feliz, encantado, extasiado, rebosaba por todas las esquinas, pasillos, escaleras, confundiéndose en amable coyunda con los artistas, sus hijos, sus mamás, sus abuelitas... todo muy eneternecedor.





Público de todas las edades y condiciones:




Aunque algunas se llevaran las manos a la cabeza:





O que algunos se aburrieran tanto que se dormían por las salas:





en masa:





O individualmente (bella y sorokinesca acuarela, venga decidlo, "es bella"):




Cierto que a algunas personas no les pareció muy bien que un paparazzo amateur se dedicara a sacar fotos por aquí y por allá.




En cambio, otras, como Agnès, sonríen a la indiscreta cámara con unos cheetos en la mano. Justo es decir que el vino y las pataaaatas se acabaron muy pronto y hubo que ir rebañando por todos los pisos de la Academia para encontrar algo que llevarse a la boca.



En resumen, que lo pasamos muy bien. Que un poco más de comida y bebida no hubiera venido mal, pero que la calidad humana de los artistas y sus obras, y -por supuesto- el amable público (tomen nota, por favor, que no lo voy a repetir) compensó el hambre que pasamos.

Y ya lo dejo. Os dejo con el alcalde, que como digo es un gran jazzman. Aparte de tocar la trompeta, ha abierto un club de Jazz en St. Josse (the Jazz Station, muy recomendable). Le he quitado la voz, porque como la mayoría no íbais a entender lo que cuenta, pues oye, mas vale un poco de música.



mardi 7 juin 2011

Crónica de Yakarta. Dos restaurantes y una fruta



Estaba yo considerando al pie de un árbol sin frutos la posibilidad de devolver a la señora Merkel mi Volkswagen, mi lavavajillas, mi lavadora y secadora Bosch, mi cocina Bauknecht, e incluso mis dos latas de Erbsensuppe. Se estaba haciendo un lío mi mollera sobre si la nota de acompañamiento debía rezar: "Liebe Angela" o mas bien "Sehr geheerte Frau Merkel", etc... cuando... ¡por Tutatis!, me doy cuenta que tengo abandonados a mis queridos lectores (yo os quiero, lectores, aunque vosotros me aborrezcáis) desde hace varias semanas, años, meses, qué sé yo. Así es que, deditos a la obra, mientras se cuece un hervidito de judías verdes con patatas, cebolla y un chorrito de aceite de trufa (fundamental) en la cocina (claro, si se cociera en el dormitorio habría claramente un problema), me voy a poner al tajo.

Os diré para empezar que en Yakarta, apenas estuve tres días saltando de salas de reunión a restaurantes. No he visto Yakarta más que desde el coche, joroba. Pero en fin, os voy a contar cómo eran los dos restaurantes en los que calmamos nuestros apetitos. Los dos, para qué os lo voy a decir, estaban al lado del hotel, pero en fin, qué le vamos a hacer.

El primero, que os recomiendo encarecidamente, es el Harum Manis Es un restaurante indonesio lleno de gentes del lugar. Según cuentan, uno de lo mejores de Yakarta. Su especialidad son unos pinchitos variados de todo tipo de animalillo. Me refiero de animalillo aceptable para nuestros criterios: cordero, pollo, vaca, etc. La verdura que te ponen como acompañamiento es una mezcla de cosas cocidas, cosas crudas y minúsculos pececillos (deliciosos)




Los pinchitos vienen en una especie de tablero como para jugar al Mah-jong, pero más largo:




Perto lo más sorprendente son los cacahuetes que te ponen de aperitivo. Cacahuetes crudos, como salen de la mata. La cáscara está blandorra, se te escurre entre los dedos, pero luego, lo que hay dentro no es desagradable, es diferente:



Hay que darles, con todo eso, un homenaje por su aguante a los cocineros que están ahí, dale que te pego, en la cocina, abanicándose como pueden y haciendo pinchito tras pinchito para que los comensales disfruten:




En resumen, buena nota y precio aceptable. No lo digo en Rupias, porque eran varios millones, pero en euros salía como a unos 15 por persona.

La segunda noche (todavía nos quedan 999 para llegar al récord de Sherezade), acabamos en un restaurante "español". Sí, amigotes, un restaurante llamado "Tapas Bar Moya". No voy a entrar en muchos detalles, pero mis colegas, dos ingleses y José, que es portugués, consideraron que estaba bien. Algo caro, pero bien. Yo no opino. Os pongo las fotos:




La entrada, un tanto siniestra. Mas parece el desierto de Gobi que un restaurante.




La carta. Ella sí, fascinante.




La gente del restaurante. Encantadores, como todos los indonesios que he encontrado.



Bien. Y ahora, voy con la fruta: ¡El durian! Sí señores y señoras... ¡el durian! La reina de las frutas como la llaman las gentes del lugar. Pero, ¿es una fruta? ¿es una verdura? ¿es un queso?. Quien la prueba la aborrece para siempre o cae prisionero de sus tramposas redes. Sabe a ... ¿puerro? ¿queso camembert maduro?. Las opiniones entre los participantes de la expedición difirieron notablemente. En total, nos decantamos 50% a favor (un inglés y servidor) y 50% en contra (un portugués y el otro inglés). No he conseguido ver una entera. Nos pusieron un tarrito con pedacitos de durian en un restaurante de Kuala Lumpur. Por eso, la foto que pongo está sacada de la red:





Aunque desde el coche, en Malasia conseguí hacer una foto de un puesto donde la vendían:




Hiede. Sabe a queso, pero hiede. De hecho, en ningún sitio te dejan entrar con una durian, como en nuestro hotel de Kuala Lumpur:





No sé si os gustaría. Tal vez a los amantes de lo exótico y de las cosas nuevas. Por eso me gusta a mí. Si os atrevéis, abrid una buena botella de vino tinto, aunque sea australiano. Pegadle un buen trago, agarrad un cuchara (es blandorra), llenadla de durian, cerrad las narices y... ¡adentro, leñe!

Se ha debido pasar mi hervido. Voy a ver.

Nada, todo bien. Por cierto, que he pensado que no le voy a devolver mis cosas a Frau Merkel. Bastante tiene con lo que tiene y con esa banda de incompetentes que no tienen ni idea de lo que se traen entre manos, pero le echan la culpa a todo el mundo.

Os dejo con los motoristas de Yakarta. Un besote.