mercredi 19 juin 2013

Dias de insomnio y gintonic. Nostalgia del Madrid de los ochenta



Vuestro amado bloguero, queridos lectores,  vivió en los años ochenta, hasta que me fui a México, en el Barrio de Malasaña, centro espiritual de la ”movida” madrileña, en una buhardilla al ladito de la calle del Pez. Así es que, ¡miren ustedes!, aprovechando el último viaje a Madrid, me decidí a dar rienda suelta a ese sentimiento tan traidor que es la nostalgia. Sentimiento capaz de inundarte los ojuelos de lágrimas  cuando menos se requiere, ocultándote la vista de tu vaso de cerveza y haciendo que la concentración salina de la misma se vuelva inaguantable. Pero sí, amigotes, lo hice: me fui a revisitar mi antiguo barrio.





Mi buhardilla era mi castillo en sentido figurado, claro, porque una vez a la vuelta de una semana de vacaciones, me encontré que el equipo estéreo, que era mi mejor pertenencia, había volado, desaparecido, esfumándose en el tiempo y el espacio. Como me decía una vecina: “serán sus amigos, joven, que no cuida usted sus amistades”. Vieja bruja. Menos mal que el poli que vino a investigar fue mucho más comedido: ¿”se han bebido el güisqui, han dejado huellas dactilares”?. Debía ser un becario en prácticas, sin duda, y probablemente había aprendido el oficio leyendo novelas de Agatha Christie.

Pero bueno, los tiempos eran así. Al ladito de mi casa, en la calle de La Luna, daba sus primeros pasos escénicos el Gran Wyoming, enrollándose como un destornillador, mientras el Maestro Reverendo tocaba el piano. Un poco más lejos, en la calle Monteleón, en “La carcelera”, había flamenco del bueno. Vivíamos casi siempre por la noche, disparando sobre todo lo que llevara faldas y pegándonos unos zapatazos gintónicos directos al hígado, que no sé ni como ha llegado vuestro amado bloguero hasta aquí… (claro que después de estas cándidas confesiones tal vez pase a ser “detestado” bloguero). Eran tiempos de movida y gintonic.  En una ocasión, una amiga se presentó en mi casa con una pecera y dos peces rojos –que bauticé inmediatamente  como “Zinoviev y Kamenev”-. Se suicidaron una noche saltando desde la pecera. Tan cargado les debió parecer el ambiente.






El barrio, constaté el otro día, ya no es lo que era. En la Plaza del Dos de Mayo, donde antes se paseaban los camellos vendiendo costo, cuando los “fumables” eran menos inofensivos que los de Juanse, hoy hay unos columpios para niños. ¡Oigan!, no tengo nada contra eso.. más bien, muchas cosas a favor… pero ya no es lo que era.





Fui a ver si existía todavía “La Manuela”, uno de los santuarios del barrio, donde había jazz en directo y recalábamos todos los noctámbulos. Una vez que tocaba Pedro Iturralde el saxo, y sólo estábamos mi amigo Angel y yo, el barman intentaba darle explicaciones a Iturralde: “no sé, no sé que ha pasado, pero estos dos amigos son unos grandes aficionados, etc”, pero no nos pagó el gintonic. He vuelto el otro día. Conserva el mismo aspecto, pero no el mismo espíritu. Cuando le dije a la chica de la barra si seguía habiendo jazz, me miró como si fuera un extraterrestre de los de “Mars attack” dispuesto a chamuscar la primera paloma que apareciera por el bar.









Parece que sigue existiendo “La vía láctea”, otro de los sitios claves del barrio. Y digo “parece” porque, a pesar de que el letrero está ahí, estaba más cerrado que la mente de Rouco Varela.





El que no conseguí encontrar es el bar “Peor para el sol”, templo joaquinsabiniano. Un verano fui en taxi con una amiga que llevaba un corpiño de tirantes. De esos tirantes que se niegan a estar en su sitio y se deslizan brazo abajo para regocijo de propios y extraños. Dijo “¡Uy! Me parece que hoy te vas a tener que pegar con alguien”. El taxista, sabio, me aconsejó: “recuerda muchacho: una pelea ganada es salir corriendo”. Nunca lo he olvidado. Lo practico en todas las facetas de la vida.

Tambien existe todavía el “Pepe Botella”, aunque ya no es aquel restaurante francés de cachet, con una bella francesa a su frente. Un amigo, para impresionarla, le dijo una noche que tenía fuera esperando un autobús con cuarenta turistas que querían cenar, pero la dama ni se inmutó. Tenía bastante mundo como para dejarse enrollar por un barbudo con ganas de coña.








Pero, insisto, el barrio ha cambiado mucho. Nuevos bares, nuevos restaurantes, nuevas gentes. Hasta “Le pain quotidien” ha abierto un local en la calle Malasaña:





Me comió el gusanillo de la curiosidad, porque en Bruselas, todos los “Pain quotidien” cierran a eso de las seis de la tarde y en Moscú, una vez me echaron del que está en Kamergersky Pereulok a las ocho. Esas horas no podrían funcionar en Madrid, claro, así que entré y pregunté a una amabilísima moza cual era la hora del cierre. Medianoche, me dijo. Bueno. Eso es otra cosa. Habría que ver si tienen gintonics.

Menos mal, que para convencerme que estaba en Madrid, constaté que el Café Comercial de la Glorieta de Bilbao sigue abierto y sin cambios aparentes (*). La novedad-que sí que la hay- es que ha establecido un sistema de “cafés pendientes”. Tú puedes, tras pagar tu café, pagar uno más que queda como “pendiente”. Si, ¡oh queridos lectores!, estáis sin un centavo y morís de ansia por un café, podéis pasar por el Comercial y preguntar si hay algún café pagado. Solidario ¿eh? A ver si la costumbre se generaliza y la gente con pasta deja también sándwiches de sobreasada pagados, por ejemplo.






(*) NOTA de Febrero 2017: Lamentablemente, como me señala mi querida bloguera Claudia Hernández, el Café Comercial ha cerrado. Malos tiempos para la nostalgia


Pero…, ¡basta Sorokin! Cierra el grifo de la nostalgia, que estás aburriendo a tus lectores y pringando el teclado con tus litros y litros de lagrimones. Aunque, en fin, no me iré sin aconsejaros un magnífico restaurante chileno que he descubierto en este viaje: “El regreso delWinnipeg”. Está en el barrio de la Guindalera. Tiene un muy buen ambiente, el dueño es encantador y dan unas excelentes empanadas de gambas con queso y un chupadédico pastel de jaiba. Me gustó más que el de choclo, aunque éste sea más típico chileno. Tambien tiene cervezota chilena. Curiosamente, con toda la etiqueta en alemán. Pero bueno, eso es una anécdota.







¡Y ya vale! Os dejo con "Peor para el sol", la canción de Sabina que dio nombre al bar del que he hablado más arriba.


Joaquín Sabina. "Peor para el sol"

Bezotez

19 commentaires:

  1. Me ha entrado hasta a mi la nostalgia del Madrid de los 80s y del frescor y la libertad (en su amplio sentido) que rezumaba... y eso que para mi era una estacion de paso (en letra de Sabina) aunque eso si frecuente. Voy a tener que brindar esta noche por el Madrid de la movida y lo que representaba. Me has tocado la vena tierna, querido. Fernando

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    1. Es cierto, Fernando, hubo una explosión de libertad en el Madrid de los ochenta. Salíamos de un periodo oscuro y se abrieron las ventanas de par en par. Lástima que los cuervos acechan y están otra vez ahí, pero a ver si quedamos para tomar unas cervezas un dia de estos y brindamos por aquellos tiempos.

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  2. No, yo no estaba por Madrid,pero esos aires tan ansiados de libertad los gozamos por toda España. Luego vinieron muchos chascos.
    Oye,amado Sorokin, esa comparación con Rouco Varela fue genial,jejeje.
    Y a ver si has aprendido que ya nada es igual. Y dime, ¿quien ha cambiado más tu espíritu o el barrio?
    A mí, todavía, me falta por conocer ese barrio, asi que la próxima vez que vuelva a Madrid casi seguro que me dará un voltio por allí.
    Bicos, simpático amigo.

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    1. La pregunta que me haces, Ohma, es difícil de contestar. Lo dejaremos en que hemos cambiado los dos. Ahora... ¿quién ha cambiado más? difícil de decir. Yo, obviamente he cambiado: ha pasado un cuarto de siglo y dicen que las células humanas se renuevan cada veinte años. ¡Vaya uno a saber donde estará aquel sorokincillo de los ochenta! Y el barrio sí, ha cambiado. No solo el barrio, ha cambiado Madrid y ha cambiado España... y el mundo. Y, posiblemente, en muchas cosas... a peor. Aquellos eran los años de la inocencia, hoy, todo el mundo está con el colmillo retorcido. Pero en fin, yo no soy pesimista. Soy un optimista estructural.

      Besos

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  3. Pues que privilegio haber vivido esa época que relata Monsieur, que distinto es el panorama social y político del Madrid actual, si levantara la cabeza muchos que quedaron en el camino, muchos de esos que engulleron la vida en esa década y luego las vida los engulló a ellos... Mucha nostalgia sí.

    De los sitios que relata solo conozco el Café Comercial, al que siempre me gusta ir aunque sea a echar un Coca Cola, me llamó mucho la atención la última vez la convivencia de los clientes de siempre, bastante mayores, con los "moernos" del barrio.

    Un abrazo Monsieur.

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    1. Pues sí, Madame. Madrid es diferente al de los ochenta. Como ahora, para mí, es tambien una "estación de paso", no tengo tiempo de ir a buscar las nuevas zonas de movida, que ya no están en Malasaña, convertida en un barrio "bon enfant". Tal vez Lavapiés, aunque sea una movida diferente, más multiétnica.
      Pero, en fin, tambien pasamos momentos duros en los ochenta. Lo que pasa es que la pátina del tiempo los suaviza en el recuerdo. Imagine su merced la alegría que me llevé cuando descubrí que me habían robado el equipo estéreo, o cuando en Febrero de 1981 pasamos varios amigos la noche en mi buhardilla oyendo las noticias del asalto al congreso.

      Un abrazo, Madame

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  4. Malasaña ha cambiado una barbaridad, y eso que no la conocí en los 80, sino ya en el 2000. Entonces era zona de marcha de jovenzuelos en general y universitarios en particular, rockero, con mucho botellón... y ahora quiere ser como el Born de Barcelona, con tanta tetería, tanto café con macarons y tanta tienda vintage.

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    1. Hola Esti. Gracias por el comentario. Yo no estuve en Malasaña en los años 2000, porque me fui de España en el 86, pero, por lo que me dices, ya había cambiado bastante por esas fechas. Y no es que me parezca mal, como digo. Simplemente ha perdido aquel toque "canaille" y se ha domesticado. De todas maneras, al menos el barrio no está destruido urbanísticamente hablando, como otros barrios "gentryficados" en Paris (Les Halles), en Bruselas (Tour et taxis) o en Londres.

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  5. Ah Sorokin, tengo tanto agolpándose que no puedo apenas decir nada. Casi suscribo con todas las palabras lo que dice Fernando y lo que tú le respondes, así que espero me invitéis a esas cervezas para las que vais a quedar, por dios.
    En esos tiempos en Orihuela, suena raro ¿eh?, pues sí, en Orihuela, algunos seguíamos muy de cerca todo lo que pasaba en Madrid y de vez en cuando, allá nos íbamos con nervio, en persona, a respirar esos aires, que también por Orihuela circulaban, desde luego, pero casi siempre más a escondidas.
    Creo que fueron nuestros años y no sé si cambiamos o cambió o todo se movió, pero mi sensación es que entonces éramos en hora punta, en todo lo que en esencia deseábamos ser.
    Y ahora las buenas noticias, creo que todavía quedan garitos muy entrañables, no para nostálgicos, que eso al final, nos resultaría hasta patético, pero sí garitos auténticos, de los que nunca pasan.
    Gracias por este viaje a los mejores días.
    Un beso.

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    1. Estás invitada, Viena, a cualesquier montón de cervezas que vayan a caer para celebrar el Madrid de los ochenta.
      Ya me suponía yo que tú tenías tambien que haber participado de alguna forma en aquellas movidas. Una moza que se va en un dos caballos descapotable a recorrer el mundo no podía perderse la Malasaña de la época.
      Y sí, si quedan garitos interesantes. No todo se ha perdido. Además, como dije a Ohma más arriba, yo soy un optimista estructural a pesar del desánimo que le entra a uno a veces.

      Besos

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  6. Querido Sorokin, gracias proa visarme de la renovación de tu post, no sabía de estos fallos de Blogger.
    En fin, que he venido ayer tarde de Madrid y me ha invadido esa nostalgia parecida a la tuya, aunque no tuve la suerte de vivir la Movida en 1ra. persona (ya me hubiera gustado a mí). Malasaña ha cambiado mucho para mal. Los lugares son caros y malos en su mayoría. hace dos días lo recorría a ver si había un lugar para una tapa decente y un vino y tuve que agarrar el metro e irme a otro barrio.
    También he tomado fotos en este viaje de rincones de Madrid que me han encantado redescubrir. Tus fotos están muy chulas.
    Abrazos

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    1. Gracias Claudia. Yo no sé qué pasa con Blogger ni con Google. No actualizan la información y, además, no encuentro el Google Reader por ningún lado.
      Creo que todos estamos de acuerdo, que Malasaña ha cambiado mucho. Habrá que buscar otros barrios. Todo el mundo se hace lenguas de Lavapiés, aunque yo no he tenido tiempo de ir esta vez.
      ¿Vas a publicar tus fotos en Flickr? estaré atento para no perdérmelas.

      Un abrazo

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  7. Hara un a ño ya que he vuelto en Paris... despues de 15 años por ahi por alla, suelo decir que hay cosas que no han cambiado, a lo "siempre nos quedara Paris" y cosas que si han cambiado. Prefero alucinar en colores de lo que estoy averiguando que caer en la nostalgia, y sobre todo, buscarme nuevos sitios para disfrutar...

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    1. Hola francesa. Yo es que creo que las dos cosas son compatibles. Un día buceas en los abismos de la nostalgia, con lo que limpias los sacos lagrimales, y al dia siguente te pones a emocionarte con descubrimientos nuevos que te sacudan todos tus conceptos y viejas ideas. Es que uno es bastante ciclotímico.

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  8. ¡Eres un buen escritor! Me ha encantado la entrada, y de hecho, he puesto un enlace a esta entrada en una mía sobre Madrid y la Movida. La verdad es que Chic Soufflé me ha puesto como "deberes", para mis lecciones de español, leer tu blog, que con la riqueza de lenguaje sorokinesco aprendo mucho.

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    1. ¡Muchas gracias por estas inmerecidas alabanzas, ex-expat! Y muchas gracias a Chic Soufflé por recomendar que leas esta chapuza de blog, pero debo decirte que bastantes expresiones del lenguaje sorokinesco podrían poner los pelos de punta a los puristas del lenguaje. :)

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  9. Los 80. Que buena época y que buenos recuerdos. A veces, recordándola con amigos, digo que fue (aunque ya bastante crecidito) mi segunda adolescencia. Veníamos saturados de la noche oscura, de la clandestinidad... y toda esta gente mucho más joven que yo, que estrenaba libertad, eran francamente divertidos, ingeniosos y también, algo ingenuos. La movida se extendió por toda la geografía española, por todos sus rincones y por todas las disciplinas artísticas. Una época en la que estrenaba profesión y tenía una columna de cotilleos del mundillo de la movida (Sin pudor, ni rubor) que firmaba como María de Molina, calle donde se encontraba el templo de la movida: RockOla, y donde ibamos cada vez que aterrizabamos por Madrid. Gracias Sorokin por estos buenos recuerdos.

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    1. Estaba seguro, Oteador, que tú tenías que haber participado en la movida de aquellos años. Y es cierto que todos éramos un poco ingenuos. Había un poco de "buenismo" en el aire. Hacíamos amistades por la calle y por los bares sin desconfiar de nadie y pensábamos que de ahí para adelante todo iba a ir a mejor en España. Eso sí, los hígados sufrieron un poco, qué le vamos a hacer.

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  10. Thanks for sharing! Nice post!

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