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Mi amiga Rosa trabaja en el programa "En portada" de Televisión Española y acaba de volver de Haití. A su vuelta me ha mandado unos escritos y unas fotos. Cuando los leí me quedé absolutamente impresionado. Le pedí permiso para ponerlos en el blog porque creo que son muy buenos. Espero que os impresionen tanto como a mí. Y ya me callo. Habla Rosa, no añado ni una coma.
"La llegada al aeropuerto de Puerto Príncipe por la nocheUn revoltijo de manos se disputan los carros de los viajeros con la esperanza de conseguir algún dólar por acercarlo hasta el coche a través de un camino obscuro, herido por grietas y agujeros que hacen difícil e incómodo el trayecto, unos escasos 70 metros.
El camino hasta el hotel, con apenas alumbrado deja entrever varios campos de desplazados por el terremoto. Afortunadamente el temido huracán Tomás pasó de largo y los charcos son menos profundos de lo que esperábamos. Pasamos por el monumento de las 3 manos que sujetan el globo terráqueo del que se ha caído la zona de América correspondiente a Haití.
Al lado del Palacio Presidencial, que sigue exactamente igual que en las primeras imágenes del terremoto, ya muy cerca del Hotel Le Plaza, más desplazados se cobijan bajo las lonas cedidas por diferentes ONGs. El espectáculo es desolador y queda claro que no vamos a poder salir a pasear y cenar tranquilamente ninguna noche...
Bueno, el hotel deja mucho que desear, pero el hilo de agua corriente que sale por el lavabo permite lavarse la cara. Me siento muy afortunada comparada con los cientos de personas que están a tan sólo unos cientos de metros de esta habitación y aún mucho más cuando compruebo que incluso el viejo aparato de aire acondicionado lanza algo de frescor con potentes estertores, además la cama es grande, muy grande, estoy agotada porque llevamos unas 15 horas de vuelo en el cuerpo y una diferencia horaria de 6 horas, así es que me acurruco en mi gran cama y el cansancio me permite olvidar que a sólo unos cientos de metros, cientos de personas conviven hacinadas sin luz ni agua, compartiendo un espacio mísero y sucio, donde niñas que aún no han llegado a la pubertad estarán prostituyéndose a las órdenes de alguna pequeña mafia para poder sobrevivir.
Por la mañana luce un sol potente que es una bendición porque con inclemencias meteorológicas este país desaparecería del mapa.
Todo parece mejor bajo la luz del sol, incluso la basura no parece tan fea a pesar del nauseabundo olor, quizás porque las ratas no se atreven tanto a salir de día.
La ciudad de Puerto Príncipe se nos muestra en carne viva, con los escombros de los edificios derrumbados aún esparcidos por toda la ciudad y muchas casas aún por caer, donde los antiguos moradores u otros nuevos, recomponen su vida hecha pedazos. Pequeños tenderetes donde se venden aguacates, bebidas difíciles de identificar, mecheros... la gente va y viene en un flujo constante de vida, y saben que es mejor no parar.
Es la hora de entrada a los colegios y sorprendente ver a los colegiales con uniformes impolutos, tan limpios y bien planchados..., las niñas con el pelo recogido en infinidad de trenzas formando preciosos dibujos lineales ¡cuánto trabajo no habrá detrás de cada uno de esos uniformes, de cada mechón trenzado! Heroínas repartidas por toda la ciudad, por todo el país que acuclilladas junto a palanganas rotas, frotan una y otra vez la ropa de toda la familia ¡cuanta grandeza en cada mujer del tercer mundo!
Nadine acaba de parir y su cara es totalmente inexpresiva, ni el dolor ni la alegría se reflejan en su rostro. Es difícil imaginar qué piensa. El doctor le pone a la niña en el regazo y ella no hace ningún gesto, es el doctor el que tiene que poner a la niña sobre el pecho de su madre para que empiece a mamar y la niña mama con fuerza, sabe que a partir de este momento el seguir o no en este mundo al que acaba de llegar va a depender sobre todo de ella. La madre hace un gesto, probablemente acaba de resolver cómo y qué, les va a dar de comer esta noche a sus otros 3 hijos. Su hermana y su madre están con ella, entre las tres lavarán y plancharán los uniformes para la escuela del día siguiente.
¡Cuanta grandeza en cada mujer del tercer mundo!
La princesa del vertedero
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Estamos en el que puede ser el poblado chabolista más estrecho del mundo. Una hilera de viviendas, hechas una vez más con las lonas cedidas por alguna ONG, se alinean en un bulevar por el que el tráfico de coches y camiones a ambos lados lo inunda todo de humo y polvo.
Junto a un montón de basura, descubrimos de repente a una mujer muy joven, que debió ser guapa, vestida con un traje largo de fiesta, quizás de novia, que debió ser blanco, con el pelo lleno de un polvo grisaceo que podría ser tan antiguo como el terremoto de hace 10 meses. Parlotea para sí misma sin mirar a nada en concreto y sin que ningún sonido salga de sus labios, lleva una llave en la mano izquierda y unos recortes de papel, las uñas largas y sucias, como toda ella; está entre la basura pero tampoco avanza, sólo está ahí parada, absolutamente ida. Hay unos spaghettis tirados entre la basura, los coge y me horroriza pensar que se los va a comer, pero no, sólo los sostiene entre sus uñas sucias, se deslizan por su mano y caen otra vez a la basura.
Sin duda hubo tiempos mejores en la vida de esta mujer joven, muy joven, que se pasea sin prisa por un Corredor de la Muerte llamado Haití, condenada por el único delito de haber nacido en el lugar equivocado.
No sé nada de ella pero cuánto me hubiese gustado saber su historia ¿qué puerta de qué casa abriría esa llave? ¿de que armario salió ese vestido? ¿en que circunstancia se paró esa vida?"