Supongamos, queridos amiguetes, colegas, parientes y otros elementos, que estáis en Tirana (por si algunos no lo saben, Tirana es la capital de Albania. Oye, que no he querido faltar a nadie, lo digo por si acaso). Supongamos que habéis llegado a media tarde de un día de fiesta. Os habéis dado una vuelta por la ciudad, e incluso habéis conseguido sobrevivir en los pasos de peatones a la divertida manera de conducir de los tiranillos (¿tiranillos? ¿tiraneses? ¿tiranuelos?, la verdad, tendré que consultar la Wikipedia a ver cómo se llaman), que se dedican a emular a Fernando Alonso por las calles de Tirana.
Habéis visto la estatua del héroe nacional y tal (un tal Skanderbeg), la mezquita que hay detrás y el par de edificios del mas puro estilo estalinista que bordean la plaza. Y, de repente, el estómago empieza a proferir gritos, ruidos incontrolables, aullidos que os hacen recordar que tenéis un hambre voraz... pero ¡ay!, no tenéis ni repajolera idea ni de dónde comer, ni qué comer. Pues ya está, la solución os la da Sorokin:
Buscad algún tenderete que venda "Byrek" (pronúnciese bÚrek, please). Cerca de la plaza hay varios. Los byrek son parecidos a la "Tyropita" de los griegos: un hojaldre con queso dentro. Pero, un hojaldre finísimo, delicioso, inolvidable.
Cuanto más delgado sea el byrek, mejor. Los gruesos pueden ser algo mazacotes, por eso es mejor comerse dos finitos que uno grueso. Y todo por 30 lek la pieza (40 céntimos de euro).
Hale, ya lo sabéis. No paséis hambre en Tirana.