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Voy a hacer una breve pausa, queridos amigos, contertulios, blogueros del alma y otros elementos que sufrís impávidamente todas las tontunas que se me ocurren -casi siempre a altas horas de la noche- en mis historietas chinas para contaros donde ha ido vuestro bloguero predilecto a pasar las fiestas de Pascua (aquí, lo de la Semana Santa, ni cuenta. Lo suyo es la Pascua). Sobre todo, os lo cuento para que no incurráis en las mismas patochadas que un servidor si vais por ahí, pero tambien para contaros sus encantos, que los hay.
Mis cansados, aburridos y amarillentos huesos fueron a parar a Vlissingen, en la desembocadura del Escalda, en Holanda. El Escalda nace en Francia, atraviesa Bélgica y pasa por el puerto de Amberes antes de desembocar en Holanda. Chocante, ¿eh?, el segundo puerto de Europa, Amberes, no podría funcionar sin el permiso de los holandeses que controlan las dos orillas del estuario. Hombre, ahora no es problema, que todos somos amiguetes (de hecho, la frontera no existe, te enteras que pasas de país porque los letreros de la carretera son diferentes), pero en 1830, tras la guerra entre Holanda y Bélgica, la cosa tenía su importancia.
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En cualquier caso, el Escalda es como una "barcopista". El tráfico de barcos es constante:
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Y Vlissingen es un sitio privilegiado para ver barcos de todos tipos y modelos mientras desayunas o te tomas una cervezota en la terraza de tu apartamento. A mí, me mola mazo, debo ser un marino frustrado, un manchego que se crió en Santander viendo con envidia los barcos en la bahía. En fin, que me gusta Vlissingen. Despertarme a una hora razonable (o sea como las diez de la mañana) y desayunar en la terraza mientras pasan los barquichuelos:
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En caso de que la cosa os interese, el nombre de los apartamentos es "De Gulden Stroom" y están en el Bulevar Bankert, al laíto mesmo de la playa. Lo reservé por Internet y -pásmense, mis amigotes- lo hice en holandés, una lengua que no conozco pero naaaada, naaada bien. Total, que me encontré con un montón de trapos de cocina, pero sin toallas para el baño. Gajes del oficio.
En estos dias de fiesta, nos hizo un tiempo absolutamente "glorious", cosa nada natural por estas latitudes (Y ya sé que en España os habéis pelado de frío, ji ji).
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El bulevar está lleno de chiringuitos típicamente holandeses, como este:
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La costa está llena de dunas, batidas por el viento, pero en estos días, ni viento nos hizo:
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En el interior, umbríos bosquecillos, donde tienes que ir saltando para esquivar las bicicletas que se meten por todas partes. Los bosques guardan alguna sorpresa, como este búnker, residuo de tiempos más agitados. Hoy en día sólo parece servir como aliviadero de urgentes necesidades orgánicas, como indica el olorcillo que emana de él:
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Pero en fin, amiguetes, vamos a lo que vamos, a los importantes consejos que os tengo que dar caso de que os animéis a ir por Vlissingen. En primer lugar, fijáos bien en el sexo de los aparcamientos donde dejéis el coche. Yes. Me explico. Hay aparcamientos Mo-Za y hay aparcamientos Mo-Zo. Sorokin, que es capaz de todo, menos de admitir que no sabe algo, interpretó -correctamente- que Mo-Za quiere decir "Montag-Zaterdag" en la bárbara lengua de los frisios, o sea Lunes-Sábado (de pago) y que Mo-Zo, "Montag-Zontag" es que se paga de Lunes a Domingo, o sea toda la pinche semana. Pues bien, rayos y centellas, me equivoqué en el sexo del aparcamiento. Dejé el coche en un Mo-Zo, creyendo que era un Mo-Za. Resultado:
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Como veis, me podría costar 54 € si tuviera intención de pagarlo. No digo más, que luego tó se sabe.
Otro asunto importante para la vida del ciudadano normal: las horas de cierre de los restaurantes. Durante dos días, cocinamos en el apartamento, incluídos unos jugosos salmonetes que atestiguan que el pobre animal, digase lo que se diga, no es exclusivo de las costas mediterráneas:
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Pero, en fin, el último día, limpiando el apartamento y tal, dijimos: tate, ¿por qué no vamos a cenar al restaurante?. Eran las 20h30. Pues vale. Nos acicalamos y nos echamos a la calle. Hago un relato temporal escueto:
21h02. Restaurante Solskin, incluído en la Guía Michelin 2011:
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Oh, lo sentimos, la cocina está cerrada (Rayos, piensa uno)
21h04. Restaurante Waterfront, del hotel Truida. Incluido en la guía Michelin 2010:
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No, no, sorry, la cocina está cerrada. Un amable camarero con pinta indonesia nos dice: pero podemos servirles un pastel con un café (no digo por pudor lo que pensé sobre donde podía meterse el pastel)
21h10. Restaurante Visserhaven, con fama de ser de los que cierran tarde, en pleno centro:
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Uhhhh, noooo. No nos queda nada, lo hemos vendido todo. Casi le muerdo la mano al elemento en cuestión.
Bien, queridos amiguetes, no sufráis: a las 21h20, nos acogieron con un montón de sonrisas en el restaurante chino de la plaza y nos dieron de cenar. Y todavía hay gente que se pregunta por qué los chinos van a ser los próximos amos del mundo.
Bueno, pues ya lo sabéis casi todo. Un abrazote