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Queridos todos (fórmula de saludo que siempre me ha dejado un poco perplejo, porque ¿quienes son -somos- todos? ¿todo el mundo? ¿incluyendo a Carlos Ruiz Zafón y a Tom Cruise, por ejemplo?), pero en fin, la voy a utilizar por una vez ya que todas las demás las tengo un poco gastadas.
Pues decía, que "queridos todos": como últimamente todos mis posts se terminaban con alguna mención a alimentos, bebidas o similares, he decidido hablar de otra cosa: de libros. Porque, no os creáis, aparte de comer y beber tambien leo (en general, no al mismo tiempo, porque te puedes liar y llevarte un trozo de pescado a la nariz en vez de a la boca, etc.)
Bien, sigo. Curioseando por una librería, me topé de manos a boca con unos libros que me llamaron la atención. Aunque eran de la colección "le Livre de poche" tenían unas bonitas portadas con fotos de temas rusos, y a mi eso, me motiva, así es que, tras hojearlos un poco, me compré dos: los que os he fotocopiado en el encabezamiento. Bueno, queridos todos, pues no he podido despegarme de mis libros desde que empecé el primero, el de San Petersburgo. Hoy acabo de terminar el segundo, el del Kremlin, y mañana me voy a precipitar a la primera librería que encuentre a comprar mas de Fedorovski (cosa que no será difícil, porque leo en la Wiki que ha escrito un montón)
Fedorovski es un testigo directo de la "perestroika": trabajó para Gorbatchov, habiendo sido antes traductor y diplomático. Escribe directamente en francés, o sea que no temáis a los desmanes habituales de los traductores. Vive en París y le han dado algún premio que no recuerdo. Su francés es impecable y sus libros se leen sin sentir (no tengo ni idea de si hay traducciones al castellano). Si bien no despliega una gran profundidad de análisis, ni se mete en elucubraciones sociológicas, sus libros están bien documentados y no da puntada sin hilo.
El de San Petersburgo roza mas la crónica mundana y literaria. Sus personajes, aparte de los zares y sus adláteres, son todos los escritores rusos del XIX. Historias, algunas trágicas, otras divertidas; de Pushkin (murió en un duelo), Dostoievski (se salvó en el último minuto de que lo ejecutaran por conspirador), Mayakovski (se enamoró de una nena de dieciséis años), etc... ¿Sabiais, queridos todos, que Potemkin, aparte de ser un acorazado donde la carne tenía gusanos según Einsenstein, fué el verdadero jefe de Rusia durante el reinado de Catalina la grande y, claro, su amante?, ¿que Alejandro I, el zar que derrotó a Napoleón, había sido testigo mudo -sin protestar- del asesinato de su padre, Pablo I? Y así, un montón de historias.
El del Kremlin es mas político, y llega hasta nuestros días. Fedorovski dice que la tradición rusa de asesinar a diestro y siniestro cuando se está en el poder, fue culpa de los tártaros de la Horda de Oro, que ocuparon Rusia en el S XIII, quienes enseñaron cómo liquidar a todos los que se les oponían. En fin, quién sabe.
Hablando de Stalin dedica varios capítulos al espionaje soviético. Fascinante la historia de los cinco de Cambridge ¿Sabiáis que Stalin era un paranoico que no se creyó todos los informes que le pasaron diciendo que Hitler iba a invadir la URSS? Stalin pensó que era una intoxicación de los británicos.
En fin, que me han interesado un monnnntón. Y para no terminar sin hablar de lo que a todos nos interesa, Fedorovski cuenta que Stalin era un tío frugal, que casi ni comía, pero que, eso sí, bebía un tinto de Georgia que era la monda. No sé si será el mismo, pero en la Duty free de Sheremetievo exhiben unas botellas a 200 euros que pretenden que es el vino de Stalin. Huelga decir que nunca lo he probado.