vendredi 22 décembre 2017

Nuevas historias bruselenses. San Nicolás. Un rockero de Bruselas y una exposición de Magritte


Queridos amigotes, lectores. no lectores, escuchadores de músicas variadas, espectadores de series de televisión, poetas, escritores de ocasión o de relumbre (cada uno verá donde se sitúa). Hete aquí que no os he contado nada desde hace más de un mes. Bueno, pues para disculparme os contaré que me operaron en noviembre de una rotura del tendón del hombro izquierdo y he estado en plan ágrafo hasta ayer, que me quitaron la horrenda férula que me habían puesto. Ya sé, ya sé que vais a decir que como no soy zurdo podía haber escrito con la mano derecha. Cierto, parbleu, cierto, pero solo con una mano y un dedito se vuelve muy pesado esto de escibir.

Pero en fin, no quería dejaros sin aparecer una última vez en vuestras pantallas, ordenatas, iPhones, etc, antes de que se acabe este año un tanto chocante (ya sé, ya sé, que en vuestra mente siempre he estado presente, aunque no escriba, es que no tengo abuela, pobrecica) y desearos un 2018 que, a ver si es mejor que el 2017, amén de unas buenas fiestas.

Y para empezar con el tema de fiestas, os contaré que en Bruselas, las fiestas empiezan el 6 de diciembre con la llegada de San Nicolás, que trae regalos para los niños que han sido buenos y sabios (en francés, "sages", que es lo mismo que buenos niños, no os creais que hay que haber descubierto las ondas gravitacionales para que San Nicolás traiga regalitos)

Lo bueno es que, dicen que San Nicolás viene de España. No sé si de la Costa del Sol o de la Costa Blanca, que es donde están todos los belgas. Pero en fin, de España, porque pese a lo que contaban unas indocumentadas en el diario "El Pais", en Bélgica no hay hispanofobia. 

La verdad es que San Nicolás siempre llega con polémica, ora porque viene con un criado negro, ora porque hay quien ha decidido que eso de que lleve una cruz en la mitra es incorrecto para los niños no cristianos . En fin, si es santo, no sé qué querrán que lleve.






Un San Nicolás con su cruz







Un San Nicolás sin cruz, tratando de esconderse detrás de su báculo


Otro tema que nos ha estado ocupando durante días y días es la desaparición (forma elegante de decir "la muerte") de Johny Halliday. Un verdadero ídolo de masas francófonas:


Porque, mal que le pese a los franceses, Johny es de ascendencia belga, aunque naciera en Francia. Su padre era un comediante bastante geta, del barrio de Marolles, en Bruselas.

Les Marolles son el barrio más castizo de Bruselas, aunque ahora, siguiendo el ejemplo de otros barrios europeos se ha convertido en un refugio de "alternative leute" (en alemán los alternativos, artistas, ex-hippies, etc)

El corazón de las Marolles es la plaza del "Jeu de balle" (juego de pelota), donde hay un mercado de ocasión todos los días de la semana, pero que el fin de semana se pone a reventar:









En fin, si queréis encontrar algún amigo español o italiano (son los más asiduos) no dejéis de ir a la plaza en cuestión el próximo domingo. (Cualquiera que sea el próximo, claro)

Y para acabar, que me duele la mano izquierda, he prometido hablar de la exposición de Magritte en el Museo de bellas artes. Os recibirá el propio Magritte montado en un Fiat 500 con su amigo Broodthaers:


La exposición es muy amplia, aunque Magritte pintó tanto que solo hay una parte de sus obras. Está también dedicada a su colega Broodthaers:



Tras haber pagado la entrada (muy aconsejable), os recibe una sala con diapositivas:



Dentro,  pues ya os ponéis a disfrutar contemplando las obras del maestro:



Interesantes las dos versiones de "la magia negra", separadas por unos veinte años: Se ve, que salvo el pájaro, don René seguía con la misma moza en su cabeza:





El "castillo de los Pirineos" me dejó bastante frío, pero es que debió hacer varias versiones y esta, que es una acuarela resulta bastante "aguada" (nunca mejor dicho). Casi prefiero la copia que tengo en la chimenea de mi casa en Madrid (ya os la enseñaré algún día, si sois buenos)




También valen la pena las obras que no respetan sus propios esquemas de pintura, como este "Alicia en el país de las maravillas)




O el gran revuelo que armó en 1948 en una exposición en París, para demostrarles a los surrealistas franceses que él era Magritte y que no tenían que decirle cómo hacer las cosas. Es el periodo "vache" (en francés, "vache" quiere decir algo chocante, extraño y casi tonto):




Si andáis por aquí (y no hablo del Puchimón), no os deberíais perder la exposición, creo que dura hasta marzo.

Bueno, os dejo con un bodrio de vídeo que hice con el iPhone.



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Besotes, que me he excedido de rollo

mercredi 8 novembre 2017

Historias bruselenses. Un relato autobiogáfico y una exposición de Robert Doisneau



Tranquilos, amigos y amigas, no os voy a hablar de grupos de alcaldes que llegan con sus varas de mando para manifestarse a favor de alguna región de Europa, ni de otras gentes que han elegido Bruselas para escapar a algo, como en su día hicieron Beaudelaire y Victor Hugo. No. Mi relato es intemporal y totalmente autobiográfico.





El 29

Un día típico de otoño en Bruselas. El sol asomaba tímidamente por un agujero que dejaban las nubes grises cargadas de lluvia. Sorokin bajaba por la Avenida Jacques Brel hacia la parada del autobús, tarareando  “Because you are mine, I walk the line”, una canción de Johny Cash que, entre sueños, no había podido quitarse de la cabeza en toda la noche. Quería ir al centro, a la plaza de Brouckère y para eso, tenía dos opciones, o coger el metro en Roodebeek, o subirse al 29, cuya parada está al lado de la entrada del metro. Si en el 29 había asientos libres, lo prefería. Siempre es más agradable ver el paisaje urbano, por feo que sea, que las paredes negras de los túneles. Se subió al autobús, que venía medio vacío y se sentó al fondo, al lado de una ventana. Se puso a pensar en un cuento que estaba pensando escribir. Lo primero era encontrar un tema interesante, luego ya vería como lo desarrollaba.

Sintió el tirón del autobús cuando arrancó y  siguió por Paul Hymans hasta que torció a la derecha por la calle Vervloessem. Después hay una rotonda a la izquierda y una parada en la que se subieron dos mujeres con carritos de la compra, una con un pañuelo en la cabeza, la otra, con rasgos orientales. Las miró sin verlas mientras seguía pergeñando su cuento.

El 29 seguía, mientras tanto, por su ruta habitual. En cada parada se subían y se bajaban algunas personas, generalmente inmigrantes, jubilados y amas de casa. El autobús siguió por la avenida de Mayo y la avenida de los Cerezos, hasta llegar al cruce donde había estado el viaducto Reyers. Allí empezó de nuevo a llover y el cielo se volvió de un color “mina de lápiz”. Sorokin miró por la ventana mientras pensaba que un trayecto en autobús podía ser un tema para su cuento, toda esa gente viajando junta, sin ninguna relación entre ellos.

De repente, tuvo un sobresalto: la vio subir por la puerta delantera en la parada de la Avenida Plasky. Estaba seguro que era ella, aunque con la capucha del impermeable era difícil verle la cara, pero su figura era inconfundible. Su corazón se puso a galopar, desbocado. Pensó en levantarse de su asiento, ir hasta donde ella estaba de pié, cerca de la puerta. Le temblaron las piernas. Dudó, ¿se acordaría todavía de todo lo que había pasado? Esa duda hizo que casi la perdiera, porque vio que se disponía a bajar en la plaza Dally.  Pero entonces, Sorokin se puso en tensión, sin reflexionar y cuando ella bajó por la puerta de delante, él se lanzó fuera del autobús, como un resorte por la puerta trasera. Se hizo daño al caer, y mientras se acariciaba la rodilla, la vio alejarse, caminando deprisa por la avenida Dally, hacia la calle Joseph Coosemans.

El cielo estaba cada vez más negro con la lluvia que estaba cayendo. No se veía apenas,  pero intentó seguirla. La vio torcer por Joseph Coosemans y fue detrás, cojeando. Un coche le salpicó al pasar. Cuando torció a la derecha, ella había desparecido. Miró a todos lados, desesperado. Dio unos cuantos pasos, y allí estaba, resguardándose en un portal. Sus ojos denotaban sorpresa y miedo. Él dijo -¡EWA! ¡Soy yo!, pero detrás de ella salió una mole, un tío que debía medir casi dos metros: - ¡Tú dejar Ewa tranquila! Y sin mediar más palabras le dio un golpe en la cara. Se tambaleó y casi pierde el equilibrio, pero lleno de una rabia furiosa se lanzó sobre el gigante que le propinó otro golpe. Ella se interpuso: -déjalo, Boris, déjalo, por favor, ya está bien, acercando su cara a la de Sorokin. Lo invadió una felicidad y un bienestar indecibles al tener a su lado aquella cara y aquel olor que tantos recuerdos le traía.

Pero en ese momento, alguien más le sacudió agarrándolo por los hombros:
- ¡Despierte, despierte, Monsieur, fin de trayecto! Tiene que bajar del autobús, esto es plaza de Brouckère, ¡no puede dormir aquí!. Miró sin comprender al conductor del autobús que le estaba zarandeando: Se había quedado dormido.


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Bueno, pues eso era el relato, como habréis podido comprender. Si no os ha gustado, no me queda sino decir ¡Qué le vamos a hacer, gurriato! ¡tus aventuras no le interesan a tus amados lectores!, aunque sean oníricas.

Bueno, pues para compensar y hacer perdonar mi osadía, os voy a hablar de una exposición que merece la pena ver si estáis por Bruselas: La exposición de Robert Doisneau en el Museo de Ixelles. Como ya os he dicho diez mil veces, Bruselas es una aglomeración de comunas. Ixelles es una de las más céntricas, así que os será fácil llegar.

Robert Doisneau, como todos sabéis, que sois gente leída y escribida, es (o más bien, era, que ya está muerto, el pobre) un fotógrafo francés famoso por sus obras en blanco y negro entre los años veinte y cincuenta del pasado siglo. La exposición dura hasta febrero de 2018, o sea que tenéis tiempo de ir:





El Museo de Ixelles, aunque desde fuera no tenga un aspecto muy impresionante, tiene unas salas amplias y modernas, donde caben cientos de obras. En la exposición de Doisneau, es imprescindible hacer todos los pisos, el bajo y la galería, porque, aparte que también hay montones de fotos en ella, desde lo alto se ven unos, digamos puzzles, hechos con bloques de madera que muestran fotos al componerlos:



Pero en fin, arriba o abajo, la exposición es muy extensa, hay cientos de fotos:


 Como ya sabéis, en los Museos de Bruselas no prohiben fotografiar, así que, naturalmente, un servidor se puso tifo a hacer fotos. Tranquilos, que no os las voy a poner todas. Voy a seleccionar algunas de las que más me gustaron. Por ejemplo, ésta:



La foto se llama "repestuosos saludos (hommages respectueux) en el Concert Mayol". El tal Concert Mayol, era un cabaret parisino ya desaparecido. No me digáis que no es un poema la cara del buen señor mirando a la artista. Doisneau es un maestro captando lo que se ve y lo que no se ve.

Esta otra tampoco tiene desperdicio. Se llama "Le petit balcon". Es otro local parisino (este todavía existe) donde hay actuaciones, músicos, grupos, etc. La foto es de los años treinta. Esta vez, la que es totalmente descriptiva es la expresión de la cara de la buena señora que mira a la joven, posiblemente una artista que está descansando en ese momento:





Pero la más famosa de todas, una foto que ha dado varias veces la vuelta al mundo, es "el beso  del Ayuntamiento", vamos es mejor decirlo en francés "le baiser de l'Hôtel de Ville", poprque lo de besarse en el ayuntamiento, en español, puede dar lugar a equívocos (sí, sí, no os riais)







Otro beso, menos conocido, el beso que vuela. No se sabe a quién manda un beso la bella rubia que está bailando con un petimetre al que no le hace maldito el caso:





Pero Doisneau, además de fotografiar los momentos chuscos, divertidos o raros de la vida parisina, también se dedicó a fotografiar artistas, como esta foto de Picasso, donde en el lugar donde deberían aparecer sus manos, aparecen unos panes monstruosos, que hacen pensar en aquella frase de un gitano al guitarrista Andrés Segovia: "Maestro, tiene usté unos dedos que parecen pollas". Bueno, no digo más.



Interesante, también es la composición que hizo el fotógrafo, de un edificio de apartamentos, colocando una foto en cada hogar, para dar una impresión total:



Supongo que a todos mis amigotes españoles de una cierta edad, este edificio les recordará el celebérrimo "13 rue del percebe" del dibujante F. Ibáñez, un auténtico genio de la historieta:



Lo que un servidor no sabía, pero ya he aprendido yendo a preguntar a Internet, es que este sistema ya ha sido usado por otros dibujantes y pintores. Podéis pinchar aquí si os apetece.

Y para terminar, amigos y amigas o amigas y amigos, como queráis, una foto de la Rolleiflex con la cual trabajaba Doisneau:



Bien, os voy a mandar un fuerte besote. Otro día os contaré más aventuras bruselenses, incluyendo una visita a la exposición de Magritte. Hoy no, que ya tenéis bastante información.

Me voy a hacer unos epárragos para cenar, que ya es hora


vendredi 6 octobre 2017

Un caldero en la isla de Tabarca y otras aventuras alicantinas


Supongo queridos lectores que todos conocéis, al menos de oídas, la isla de Tabarca. La isla de Tabarca está a unas once millas marinas del puerto de Alicante (nótese, por favor, con que propiedad escribo. "Millas marinas", nada de la vulgaridad de hablar de kilómetros). Pues bien, este mes de septiembre de 2017, tuvo lugar un singular acontecimiento: una reunión de blogueros organizada por la sin par Viena, de "Sabores de Viena". Gran amiga, con la que tengo una relación, digamos, "epistolar", aunque lo propio sería decir "blogar" desde hace varios años, amén de haber estado en otra reunión que organizó en su casa de San Vicente del Raspeig en 2011. Acudieron otros excelentes amigos y blogueros, como el Oteador de los mercados de "la cuchara curiosa" y la gran Carmen Mendoza Cámara, de "Saborearte entusiasma".

La isla, como podéis ver, es bien chiquita. Mide 1,8 Km de largo (esta vez si hablo de kilómetros, la vida es así) por cuatrocientos metros de ancho. Es la única isla habitada de la Comunidad valenciana. En tiempos históricos se la llamó "isla plana", pero su nombre actual, cuentan los listillos que viene de una emigración de colonos genoveses que vinieron en 1770 procedentes de la Tabarka original, que está en Túnez.




Pero en fin, oye, que ya está bien de rollo culterano, me vais a decir. Pues vale. Os cuento que un servidor llegó el día anterior por la noche y se alojó en el hotel Eurostars, que está al lado del Ayuntamiento de Alicante. Véase la vista que tenía de mi terraza:



No está mal ¿eh?. Bueno, pues la mañana de autos, la mañana del día siguiente, me dirigí, según instrucciones de Viena, al muelle de donde sale el barco para Tabarca. Cuál no sería mi alegría, cuando me di cuenta que no estaba solo, que mis amigos blogueros también llegaban en ese momento:




Carmen, Isabel, Puri (Viena), Joan (Oteador de los mercados) y Gonzalo. Y nada, al barco. Una hora hasta Tabarca:


Fascinante singladura, movidos por las sueves olas de un Mediterráneo tranquilo y acogedor (todos sabemos que a veces se puede poner muy cabrón, pero no esta vez) y un cielo de película. (Nota: la rubia de la foto no era de la expedición, pero queda muy bien en ese contraluz mañanero)



Y, por fin, Tabarca. Emoción. Tal vez debería contaros, queridos amiguetes, que tras haber estado en Alicante cientos de veces, era la primera vez que un servidor iba a poner sus pies en la isla.




La isla, como podéis ver en el plano que os he puesto más arriba, tiene una pequeña ciudad amurallada dedicada a San Pablo, porque según la leyenda, desembarcó aquí hace bastantes, pero bastante años.




El aspecto es totalmente mediterráneo, con casitas bajas, palmeras, algunas tiendas de souvenirs (que, alabado sea San Pablo, no se llaman "Ibiza")




Parece una isla griega, aunque más tranquila: no hay coches, ni motos, ni motocarros. Ni siquiera bicicletas. En una hornacina dedicada a la virgen, se puede ver una leyenda en la lengua que trajeron los emigrantes genoveses: en ligur, la lengua de Liguria, hoy día desparecida de la isla. La gente habla valenciano o castellano:




Una pequeña playa:



Pero, sobre todo, a Tabarca se viene a comer caldero. El famoso caldero de Tabarca. Nosotros fuimos a un restaurante al lado de la playa que había reservado Puri (Viena), "la Gloria", excelente. Como entrantes, un pulpo que podría ser elevado a los altares: cocido y luego frito. Inolvidable:



Y unos mejillones que hasta un belga tendría que admitir que eran soberbios:


 

Y, por fin, el caldero. El caldero, que Viena ha decrito en esta entrada de su blog (pinchad aquí, gurriatillos) se sirve en dos partes. Un primer plato, con el pescado, patatas y la salsa con la que sa ha cocinado:



Y un segundo con el arroz:


Véase como queda el arroz de suelto y jugoso:


Quedamos contentos, ahitos y felices, aunque casi no pudimos terminarnos el arroz. Consejo: Si váis a Tabarca, pedid caldero para, al menos, dos personas menos de las que formen el grupo. Las raciones son enormes. Eso sí, es buenísimo.

Tuvimos que caminar durante al menos una hora para bajarlo. Luego, nos fuimos a coger (Carmen y Gonzalo lo agarraron) el barco de las seis, que es el último que sale para Alicante. Otra vez, mecidos por las olas, digerimos el arroz, viendo Alicante en la distancia:


Y  por la noche, por si teníamos hambre, Puri (Viena) nos llevó a comer unas raciones de queso en Alicante: "la cave à fromage". Vino, cervezas artesanales, queso, patés, crêpes... Otra elección magnífica:



Mientras mis colegas probaban las cervezas artesanales yo pedí vino tinto (uno es un vicioso). El jefe me preguntó : ¿Cuál prefieres? y yo, inocente de mí, dije "somontano, ribera, monastrell, etc". Chasco, solo tiene vinos franceses. Total, me trajo un "Costières de Nimes" a recordar. Lo buscaré en Bruaselas.

He aquí a los blogueros contentos y felices:


Y los quesos que nos trajeron. Con una mermelada de melón que estaba rica, rica, rica



Fue un dia inolvidable. De verdad. Puri (Viena) dice que quiere organizar un fin de semana entero en Tabarca (hay un hotel). Que cuente conmigo si las fechas convienen. Besotes a todos, colegas.

Pero, bueno, todavía me quedé una mañana más en Alicante, así que fuí al Mercado Central:




Ahí, una amable vendedora de vinos me recomendó un  Monastrell alicantino, "Tarima" que tiene 91 puntos en la guía Parker




Lo compré, y, aunque no creo mucho en la guía Parker, tengo que reconocer que es excelente. No os lo perdáis. No creo que se encuentre fuera de Alicante




Besotes, amigos, me voy a cenar