Mis queridos (y no queridos, que habrá de todo), os voy a hablar hoy del corazón de Flandes. Sí, mis buenas gentes, ya sé que ustedes vosotros, cuando pensáis en Flandes, pensáis en Brujas, en Gante, en Amberes... grandes y bellas ciudades que muchos de vosotros conocéis. Oh, amigotes, (y amigotas, no me hagáis decir eso a cada vez, ya sabéis que estás todos incluídos), ¿Quien no ha visitado en algunas vacaciones o en algún trabajo que tuvisteis que hacer en Bruselas las perlas de Flandes?, de las que ya os he hablado alguna vez. Pero el corazón de Flandes está mucho más cerca de Bruselas, en el Brabante flamenco. Lovaina (Leuwen) y Malinas (Mechelen) están a un tiro de piedra de aquí, pero ¡ojito, ojito!, si vais (muy recomendable, valen la pena) ni se os ocurra hablar, preguntar, inquirir en francés. Os ignorarán, y si coseguís que no os insulten, mejor. Aquí todos son flamencos y hablan flamenco.
Mi primera experiencia de un viaje a Lovaina fue, en un fin de semana cuando estudiaba en París y era inocente y simple, se me ocurrió ir al despacho de Información y pedir folleto o algo así, en Francés. Casi me corren. Eran los tiempos del ¡Leuwen Vlaams! (¡Lovaina, flamenca!). había manifestaciones por todas partes. Y de hecho, la ultrafamosa Universidad de Lovaina tuvo que dividirse en dos y crear una nueva Lovaina (Louvain la neuve) a las puertas de Bruselas, en territorio francófono.
Pero, en fin gurriatillos, que eso no os asuste. Lovaina es preciosa, así que cerráis el pico (o habláis en inglés) y os dáis una vueltecilla. El espectacular ayuntamiento que os he puesto en la foto de cobertura es fascinante. Sus rincones en un día de sol: