Con esta entrega, queridos oyentes, lectores, amigos y demás gente, voy a dar por terminada las historietas de Bangkok, porque ya empiezan a ser cansadas y porque ¡Oh cielos! se me empiezan a borrar de la memoria, no la del disco duro, no, sino la de la sesera reblandecida. Reblandecida, de tanta agua como nos está cayendo en esta ciudad de las mil lluvias. Ya sé que otras buenas gentes estáis pasando un calor agobiante, pero en fin, ya se sabe que el mundo está geográficamente muy mal distribuído. Había un científico que proponía usar todas las bombas atómicas para poner la tierra cabeza abajo y así cambiar norte por sur, pero no lo veo yo una buena solución. Los pobres pingüinos que estaban en el polo sur, de repente se encontrarían en el norte y se harían un lío. ¡Hala! a nadar veinte mil kilómetros para ir al nuevo sur. No. No lo veo factible.
Pero, vayamos con Bangkok. Supongamos que tenéis un día libre y que no sabéis qué rayos hacer. Pues para eso está Sorokin, para aconsejaros. Lo primero que se os ocurre a todos, que sois unos pícaros, ya sé lo que es. Pues en ese caso, debéis ir a Patpong, barrio lleno de locales como este de la foto. Y no discutáis con esos señores que están en la puerta. Entráis, tomáis una cervezota Singha, veis el espectáculo y luego allá vosotros, que yo no soy el guardián de mi hermano ni de mis lectores.
No sorprenderos si os percatáis que Toni Soprano o alguno de sus amiguetes ha abierto una sucursal de su local en Patpong:
Pero Patpong no es sólo eso. Está lleno de mercadillos, puestos de recuerdos, camisetas, auténticos Lacoste a 4 euros y cositas así. A recomendar encarecidamente los albornoces de seda. Es cierto, son de seda y pueden ser un regalo magnífico para llevar a casa. Pero ¡oh, amigos!, regatead, de verdad. Y mejor mirad varios puestos y mercados antes de comprar. Un albornoz de seda puede sacarse por seiscientos Baht (unos quince euros) si regateais duro.
Los mercados en Bangkok son una especie de potpourri donde se puede hacer, comprar, ver y comer de todo, como este local en el mercado de Lumpini donde te pueden cortar el pelo o hacerte la pedicura. Intrigante la máquina automática que aparece a la izquierda. ¿Alguna sugerencia de para qué puede servir?
Además de los mercados, están los grandes centros comerciales donde podéis ir a dejar vuestro dinero comprando electrónica, programas pirata (Oh ¡no!, yo no compré, lo juro), etc.. Por ejemplo, el Office for Windows te puede costar cuatro euros, pero ¡ay de tí, pobre mortal si te lo pillan en la aduana!. No sólo te lo quitan (no sería grave) sino que encima te crujen con una multa. Otro pasatiempo menos peligroso es disfrutar viendo a estas vendedoras del centro comercial Panthip Plaza jugando a las cartas mientras esperan al guiri comprador.
¿Y vistar sitios turísticos? ya os estoy oyendo clamar..."¡Sorokin! ¿qué hay que visitar?" Bueno, pues podéis ir al palacio de Vimanmek, que era la residencia del rey RamaV. Dicen que es el edificio construido en madera más grande del mundo:
Pero ¡ojo! mis queridos turistas, hay que vestir correctamente (sin que esté muy claro por qué). He aquí las normas, donde se fija hasta la longitud de pantalones y de mangas:
Si consideran que eres un indecente siempre está la solución de comprarte una falda fantasía por 100 Baht (2,50 euros), como a este pobre señor que, sin duda no se ha visto lo elegante que queda tras la adecuada transformación:
Encima, no te dejan pasar cámaras de fotos ni objetos metálicos. Hay un arco detector a la entrada y te los hacen dejar en su custodia. Tambien te tienes que quitar los zapatos.
Pero, lo que hay que visitar sin falta son los Templos y el Palacio de Ratanakosin. Esta vez no tuve tiempo de ir. Las fotos siguientes son de mi anterior viaje a Bangkok en 2008, así que, a saber si todo esto sigue en su sitio. Si vais en taxi, conviene que aprendáis a pronunciar "Ratanakosin" correctamente. Como arrastréis la "Rr" en plan castellano, el taxista os va a mirar con cara de lelo: Se pronuncia "Latanakosin". Por cierto, este viaje tuve un pequeño sobresalto en un taxi. Iba con mis colegas José y Neale y llevábamos paquetes a tope. Saqué el iPhone para hacer una foto y lo guardé en un bolsillo que no es el habitual. Al bajarnos, me tiento el bolsillo habitual y exclamo "¡Me he dejado el teléfono en el taxi!". Total, mis amigos -en eso se notan los amigos- se pusieron a correr detrás del taxi, hasta que me dí cuenta que sí, que tenía el chisme. No sé si todavía me guardan rencor.
Bueno, en cualquier caso, en Ratanakosin hay que ver los templos, el palacio real y, si queréis, hacer una ofrenda como estas buenas gentes:
Pero, una vez más, no se os ocurra usar el lavabo de los baños para otra cosa que lavaros las manos. Las instrucciones están muy claras:
Me voy a detener aquí, que, como dicen en México, "Ya estuvo suave". Me voy a cenar. Un besote a todos