Para qué lo voy a negar, mis queridos lectores que me escucháis (porque leerme, a lo mejor ni se os ocurre), un servidor es un adicto a la lectura (y a otras cosas, pardiez, entre ellas a la buena mesa). En estos días me acabo de terminar los volúmenes 1 y 2 (que, mira tú por donde, resulta que se han publicado en todo el mundo como uno solo) del 1Q84 de Murakami:
Os voy a hacer una confesión: amo a Murakami desde hace casi diez años. Sí, es así. Todo empezó en una librería de Waterstone's en Londres. Andaba yo despistado, de estante en estante, mirando el apartado "fiction" (ya sabéis que los alglosajones dividen los libros en dos grandes grupos "fiction" y "non-fiction". Penosa clasificación, porque pretender que los tratados de economía -por ejemplo- no son ficción, clama al cielo). Bueno, pues caí sobre un libro que llevaba una etiqueta: "Waterstone's recommends": "Norwegian Wood" de un tal Murakami (en Español se ha editado como "Tokio Blues") y me gustó. Desde entonces me he leido toda la obra de don Haruki. Tiene altibajos, como todos los escritores, pero en general el tono de lo que podríamos llamar "realismo mágico japonés" es bueno y fácil de leer incluso para los tarugos como un servidor.
Y en éstas, llegó 1Q84 en edición paperback (me negué a leer la edición con tapas duras, porque es que los libros que pesan, no se pueden leer en la cama, pardiez). Y me engolfé en las aventuras sorprendentes de Tengo, Fuka-Eri y Aomame, casi sin poder levantar los ojuelos del libro. Al llegar al capítulo 4 del tomo 2, Tengo se cocina unas gambas con edamame. Claro, yo no sabía que rayos era el "edamame", así es que me puse a investigar, oh amiguetes y descubrí que son vainas de soja verde. Y me dije. Sorokin, ¿por qué tú, que eres un cocinilla no intentas hacerlo? Y pues, como dicen en México "ahí le voy, compadres": fuí al mejor supermercado chino de Bruselas para empezar:
Y ahí encontré el edamame. Eso sí, congelado:
Además, para completar la receta Murakamiesca, compré jengibre, sake y salsa de soya:
Un truño de jengibre
Unas botellitas de salsa de soya y de sake.
Y me puse manos al asunto. Debo haceros otra confesión, ¡oh amigos del alma!: la receta que hace Tengo, consiste en gambas con edamame, pero vuestro bloguero, que sabe que las gambas en Bruselas son unas cosas congeladas que vienen de VietNam y que saben a rayos, papel cartón y algún producto químico que otro, decidió hacer la receta con vieiras. Por lo menos, tan simpáticos y santiagueros moluscos vienen del Mar del Norte en estado más o menos natural (además, me consta que en Japón se comen, porque un servidor se ha inflado a vieiras en Tokio) Pues ahí vamos:
Lo primero es descongelar el edamame:
A continuación hay que pelarlo, porque las vainas son duras y fibrosas. Trabajo durillo, pero que animé con una cervecita, faltaría más. Así el tiempo pasa más rápido:
Una vez peladas las habas de soja, se rebozan bien en sal y se ponen a hervir. Las mías hirvieron durante unos cuarenta minutos:
Mientras, y al filo de la segunda cervezota, un servidor picó el jengibre con un artilugio chino (para no salir mentalmente de la zona, pero vamos, queridos lectores, lo podéis picar con lo que se os venga en gana)
Puse el jengibre en una sartén a fuego muy lento, y mientras, corté champiñones en láminas y apio en finos pedacitos:
Y los añadí a la sartén donde ya está hecho el jengibre: Subí el fuego (es un decir, que mi cocina es eléctrica), añadí sal y pimienta y moví ligeramente hasta que estuvieron cocidos. Les añadí un vaso de Sake y un chorrito de salsa de Soya:
Ahora, oh queridos comensales, viene la mayor variante sobre el plato Murakamiesco: Tengo añade las gambas peladas en la sartén donde se ha cocido toda esta historia. Sorokin, en cambió, decidió hacer las vieiras aparte. Las vieiras son de la pescadería de la esquina, donde ya vienen sin el coral, en plan cuadradito:
Las hice aparte en otra sartén hasta que estuvieron doradas. Eso sí, el jugo que soltaron lo añadí a la sartén de los vegetales. Para terminar, añadí cilantro picado a todo el conjunto. Coloqué todo en una bandeja amplia ("a large platter" dice Murakami) al lado del edamame cocido, como podéis ver en la foto de cobertura y quedó finísimo.Sabroso, sabroso, en serio.
A continuación me asomé a la terraza para ver si había dos lunas, no fuera a ser que por haber practicado la cocina de Murakami hubiera ido a parar al mundo paralelo de 1Q84. Pero no, todo estaba en orden y no había ninguna crisálida de aire en mi sofá. Sin embargo, qué extraño, sonaba la Sinfonietta de Janaçek en mi radio:
Si os animáis, queridos amigotes, os deseo que os siente el plato tan bien como a mí. Yo me lo comí con una tercera cervezota, pero seguro que si le ponéis un blanco de Rueda frío también irá a las mil maravillas.
Y ya puestos y perdida la vergüenza, voy a presentar este platillo al III Concurso Gastronómico de Apicius, patrocinado por:
San Ignacio
El taller de las tradiciones
Oh menaje
La cocina de Plágaro
Artepan
Un gran besote