mardi 30 juin 2009

Couleur Café


Ya se termina Junio, Laus Deo, Hand'ullah y lo digo por todo el agua que nos ha caído encima. Pero tan húmedo mes ha querido terminar "en beauté" regalándonos para nuestro solaz un fin de semana con un solecete espléndido (hay quien dice que toda la semana fue buena aquí en Bruselas, yo como estaba remojándome en Viena, ni me enteré). Durante ese último fin de semana de Junio, tuvo lugar uno de los mayores acontecimientos musicales que suceden en este pueblo: el festival "Couleur Café". Unas setenta mil almas (como decía mi abuela) disfrutamos de diversas actuaciones, espectáculos, shows, comida (en Bélgica, como todos sabéis, si no hay comida la gente no va) y -algo nunca visto en Bruselas- ¡WC gratis! sin madame pipí ni treinta céntimos para entrar.


Aquí podéis ver una de las zonas principales de restauración

Yo fui el sábado. Naturalmente, llegué tarde, con lo que me perdí las primeras actuaciones (no fue mi culpa, pero cuando se va en grupo es lo que pasa), que empezaban a las cinco, pero lo que quedaba era lo mejor de la tarde: Cubanísimo, Alpha Blondie y Emir Kusturica y la No-Smoking Orchestra. Todo estuvo muy bien, salvo que la cerveza en los chiringuitos de bebida era Maes. Entre los innumerables chiringos de comida yo elegí uno libanés para calmar mis ansias y pasé olímpicamente del tenderete "español" donde la gente se atiborraba a paella, cuando tooooodos los levantinos saben que la paella no se come por la noche, que eso es cosa de guiris.


Emir Kusturica


Emir Kusturica y la No-Smoking Orchestra actuaron en el escenario central a eso de las nueve y media. Yo no me perdí ni una de sus piezas. Aunque no a todo el mundo le mola el estruendo balcánico-jazzístico-gitano, acompañado por fuertes mazazos de la tuba que organizan, a mi me gusta. Y además, joroba, uno va a ver cómo se desenvuelve con la guitarra un director de cine famoso. El público era mayoritariamente eslavo (dos belgas decían a mi lado: "ça se voit que c'est une autre culture"). Y vean, vean, queridos lectores lo que gritaba el público:






En fin, vaya que lo pasamos muy bien, que hizo hasta calor, que el WC era gratis y que, para mas regocijo, los autobuses nocturnos funcionaron la mar de bien al terminar el evento. Por una vez, y sin que sirva de precedente, debo felicitar a la STIB (nota par los no-bruselenses: Sociedad de Transportes Interurbanos de Bruselas).

mercredi 24 juin 2009

El verano vienés



Este año, el verano me ha sorprendido en Viena. Lo de "me ha sorprendido" es un decir, porque ya contaba yo con alguna experiencia sobre los veranos de por aquí y sus específicas características. En la foto del encabezamiento os he puesto una típica imagen veraniega vienesa. Puede apreciarse claramente que es verano y no el mes de febrero porque, en primer lugar, no hay nieve. En segundo lugar, el reloj de la calle muestra claramente que son las seis y media y todavía luce (es un decir) la luz diurna. Además, las buenas gentes que cruzan la calle no llevan pesados abrigos de piel, sino una alegre y distendida ropilla veraniega.

He tomado una importante decisión en esta nueva visita a Viena: seré mucho más moderado en mis críticas al Metro de Bruselas de ahora en adelante, porque después de la experiencia del día que llegué aquí, ha quedado muy claro que en cualesquier lugar cocinan habas hirviéndolas por inmersión en el líquido elemento.

Bueno, seré objetivo: el tren del aeropuerto es excelente. Llegas con tu maletilla rodante, compras tu billete, te subes al tren y tras escasos quince minutos estás en el centro, en la estación Landstrasse-Hauptsrasse. Pues vale, te dices, ahora cojo el Metro y al hotel. Miras alrededor tuyo y, efectivamente ves un cartel que dice U3 (que es la línea que quieres coger) y una flecha. La sigues, naturalmente, y te manda a la calle. Vaya. Afortunadamente, en la calle hay otra flecha que dice U3-U4. Pues nada, las sigues, arrastrando a tu rodante compañera. Y llegas a un barracón metálico de obra provisional en cuya entrada hay una respetable cola de otros seres aparentemente humanos que también arrastran sus maletas. Es que la máquina expendedora de billetes está en la misma entrada del barracón y, además, un letrero previene que ni se te ocurra entrar si no llevas tu billete. Vale, haces la cola -afortunadamente en ese momento no llovía- y, por fin, pasas a un pasadizo de obra, cuyo suelo metálico produce un divertido ruido al contacto de las ruedas de las maletas: ¡glon, glon, glon, cataglón! luego una escalera (cargas con tus veinte kilos, porque las ruedas se niegan a bajar escalones) y ¡oh!, al fin, un andén. Pero ¡ay! es de la línea U4, que no es la tuya. Otro letrero, al final del andén: U3. Vale, lo sigues, y te encuentras ¿dónde, querido amigo? ¿dónde?: en la puta calle otra vez. Bueno, que no quiero hacerlo muy pesado: dos vueltas a la manzana siguiendo nuevas flechas, un ascensor de bajada y otro de subida y, esta vez sí, el andén de la línea U3.

Pero eso no es nada, todo queda compensado por la alegría de la noche vienesa. Por ejemplo, aquí va una foto de la calle mayor de Landstrasse la noche de San Juan:


Animado ¿eh? Bueno, mañana me vuelvo a Bruselas


samedi 20 juin 2009

Frank Feldman


La historia me la ha mandado una amiga por correo electrónico. Como estaba en inglés, yo todo lo que hecho es traducirla al castellano. A mí me gustó mucho, si a vosotros no os gusta, queridos colegas y amiguetes, le podéis echar la culpa a la traducción, por supuesto, "Put the blame on me, Mame" como decía Rita Hayworth. Sin duda, aunque el original no lo dice, la historia sucede en Nueva York y el taxi es un checker amarillo (un taxi que no sea tal en NY es una atentado a la tradición tan grande como los cabs de colores que desde hace pocos años circulan por Londres). Y voy ya con el rollo:

Un hombre sale de su casa y para un taxi que pasa en ese momento. Se sube al taxi, y el taxista le dice: "vaya ojo, amigo, es usted como Frank".

El pasajero: ¿Frank, qué Frank?

El taxista: Frank Feldman, un tipo que todo lo hacía bien y en el momento justo. Como usted, que justamente cuando necesita un taxi, paso yo. Eso le pasaba a Frank Feldman siempre.

El pasajero: Bueno, supongo que todo el mundo tiene puntos flojos.

El taxista: No. Frank Feldman no. Era un atleta impresionante. Hubiera podido ganar el grand slam en tenis. Podía jugar al golf con los profesionales. Cantaba como un barítono de ópera y bailaba como una estrella de Broadway y, tenía que haberle oído usted tocar el piano. Un tipo impresionante.

El pasajero: Parece que era alguien muy especial...

El taxista: Y hay más... tenía una memoria como la de un ordenador. Se acordaba del cumpleaños de todo el mundo. Lo sabía todo sobre vino, qué platos le iban bien y qué tenedor usar en cada caso. Podía arreglarlo todo, no como yo que cuando cambio un fusible dejo toda la calle a oscuras. El lo hacía todo bien.

El pasajero: ¡Vaya tipo!

El taxista: Siempre sabía el camino más rápido para evitar los embotellamientos, no como yo, que siempre me acabo metiendo en uno. Frank nunca se equivocaba, sabía como tratar a una mujer y hacer que se sintiera bien, nunca le llevaba la contraria aunque estuviera equivocada. Sus trajes eran impecables, sus zapatos siempre brillaban. ¡Era el hombre perfecto! Nunca se equivocó. Nadie podrá nunca compararse con Frank Feldman.

El pasajero: Un hombre sorprendente. ¿Cómo lo conoció?

El taxista: Bueno, de hecho nunca lo conocí, ya murió. Yo lo que hice fue casarme con su jodida viuda.

mercredi 17 juin 2009

La Academia de St Josse (2)


"Au milieu du marasme tempétueux de la ville, un grand bâtiment du XIXe siècle abrite dans la sérénité de son architecture classique l’académie des Beaux-Arts de Saint-Josse-ten-Noode , large navire qui attend les vents pour prendre la mer. Carcasse grinçante dont les cordages dessinent des arabesques goudronnées qui disent les trésors de la culture et de l’imaginaire. L’équipage fourbit les écoutilles, brique le pont, range dans les cales les pigments et les huiles précieuses, la terre blanche fine de Ligurie, les toiles de lin des Flandres et les blocs de marbre."

Como es fácil de comprender, esta cosa tan fina, elegante y "distinguía", no la he escrito yo, que soy ignorante y que normalmente le pego unos zapatazos a la lengua de Molière que la dejo en tenguerengues. No. Tan barroco texto aparece sin firma en la primera página del sitio de la Academia en Internet, aunque me malicio que puede haber sido obra de nuestro amado y respetado director.

Bueno, a lo que vamos. A pesar de las dudas expresadas por algunos, la exposición salió aceptablemente bien. Hubo vino y espumosos e incluso zumos de tomate y pomelo. Vino bastante gente y nadie rompió nada, lo cual es de agradecer, sobre todo porque los de la cerámica habían llenado el suelo de trampas. Ellos sabrán por qué un vaso de cerámica estilo griego queda mejor en el suelo que encima de un pedestal o similar aprobado.

En la inauguración estuvieron todos los altos dignatarios de la comuna de St. Josse, que es una de las más chulas de Bruselas en plan cultural. Su alcalde (y digo "alcalde" y no "burgomaestre" como se dice en Bélgica, porque me suena a poesía épica medieval), un tal Jean Demmanez, además de alcalde es músico de Jazz. El festival "Sint Jazz-ten-Noode" es uno de los mejores de Bruselas: se celebra en Septiembre, así que ya estáis avisados.

Corto y cierro el rollo con algunas fotos más:



Una obra de Babette, premio de la Comuna.


Un trabajo de Sorokin, ni premio ni nada que se le parezca.

El numeroso público remojándose el gañote a la par que admirando tan destacados trabajos.


mardi 9 juin 2009

La Academia de St. Josse


Supongamos que estáis en Bruselas. Supogamos que ya os conocéis de memoria la Grand Place, el Sablon, el Atomium, el mercado de Midi y que estáis hartos de comer mejillones en el "Pré Salé" de la rue de Flandres aunque sean los mejores de Bruselas. ¿Estáis aburridos y sin nada que hacer los días, 12, 13, 14 y 15 de Junio? Pues en ese caso, siempre podéis ir a ver la exposición de trabajos de los alumnos de la academia de bellas artes de St Josse-Ten-Node en la rue Potagère 52. Oye, no perdéis nada, y más vale que vayáis ahora y no cuando las obras de arte expuestas valgan cifras astronómicas.

Además, ese fin de semana, ni hay Couleur Café (26-27-28), ni fête de la musique (el 21), ni siquiera la famosa fête de la cérise de Schaerbeek (el 28)

Yo ya lo he dicho, el que avisa no es traidor.

jeudi 4 juin 2009

Donde comer pescado y marisco en Berkeley




Bueno, queridos amigos, hoy os voy a dar una información que seguro que os será de suma utilidad si estáis en Berkeley y os apetece comer buen pescado. Tal vez porque estéis en San Francisco y hasta el gorro del Fisherman Wharf y su pestazo a cangrejo recién cocido, o tal vez estéis hartos de los chinos de Chinatown. O incluso, puede ser que andéis por el mismo Berkeley haciendo un curso de biología evolutiva en la universidad, o simplemente visitando la casa de Lillian Stern tal como la cuenta Paul Auster en Leviathan. Pues ya está, os vais a Spenger's y pelillos a la mar.

Lo que es harina de otro costal es llegar hasta allí; nosotros nos perdimos varias veces. Estábamos por cosas del curro en algún lugar de fuera de San Francisco y teníamos un coche de alquiler con todo y su GPS, pero ni modo. En el coche, que conducía mi colega López, el de la foto con el bacalao (el bacalao es el de arriba), íbamos cuatro: dos españoles, un italiano y un francés, así que democráticamente decidimos que el GPS iba a hablar en español. El caso es que, ya cerca de San Francisco, la autopista se divide en dos ramas absolutamente iguales, formando una Y griega, y la voz femenina del GPS canta: -"continúe por la ruta prinsipal". Como decía Carlo: "cosa dice la signora messicana?". Lógicamente, López tomó por la que no era, y ahí se armó el carajal. "Recalculando" decía "la signora messicana", pero no había salidas en varias millas (que son como kilómetros pero más largas).

Total, bueno, que mal que bien y tras perdernos otra vez cuando ya estábamos en Berkeley, llegamos al Spenger's (os hago notar que el coche que se ve en la foto no es el nuestro). Fuimos bien recibidos, porque al pedir una mesa a la recepcionista y oir los nombres españoles, esbozó amplia sonrisa y nos trató a cuerpo de rey (Naturalmente, Carlo y Jean-Claude fueron igualmente bien tratados a pesar de no ser hispanófonos).

Y, la cena, pues bien. Excelente pescado estilo americano, grandes raciones y buena guarnición. Yo comí unas rodajas de lubina del pacífico al horno, cosa no muy original, pero es que no me atreví a probar el Mahi-Mahi, que era el bicho exótico. Los otros se dedicaron a parrilladas variadas que alabaron convenientemente.

Lo duro fué volver al hotel después, pero eso es otra historia. El caso es que llegamos. Si no, no estaría aquí dándoos la brasa.