samedi 23 avril 2016

Barbastro y el Somontano



Mis queridos amigos, Hoy, como todos sabéis es el cuatrocientos aniversario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare. Como decía un amigo: ¡Ay, qué cachondos, y se van a morir justamente el día del libro! Pero en fin, aparte de mi muy sentido homenaje, no es de eso de lo que quiero hoy platicaros, como dirían al otro lado del Atlántico. No. Os voy a contar, si ustedes me lo permitís, mi viaje al Somontano, en Huesca.

Vuestro bloguero del alma se había ido a pasar las vacaciones de Pascua (nótese que al norte de los Pirineos, lo que se festeja es la Pascua, y no la Semana Santa. Ellos celebran la vida y los duros hispanos la muerte) a Andalucía en coche. Sí señores, me chapé 2300 Km al volante, así que tenía que volver de la misma manera. Lo hice en varias etapas, que son muchos kilómetros. La verdad es que, si los contamos en millas, son menos, pero a mi coche le da igual. (Valiente chorrada, Sorokin)

La primera etapa fue Madrid, pero de eso no os voy a hablar, que ya os he dado bastante la turra con mis aventuras en la capital. Para la siguiente etapa, decidí abandonar mi ruta habitual, por Burdeos y París e ir por el Somontano, Aviñón y la Borgoña.  ¿A qué os suenan esos nombres? Pues eso, que me dije: Sorokincillo, ya que tienes que ir por tierra, riega esa tierra con los vinos de la zona.

Pasé la primera noche en Barbastro. Había reservado una habitación en el Hotel Rey Sancho Ramírez, a un par de kilómetros del centro.:






El hotel está bien. Un poco vetusto, pero cómodo. Lo mejor, la cama, con unas sábanas de hilo fino que mi cuerpo serrano no había catado desde que iba a casa de mi abuela hace siete u ocho mil años. El personal, amable. Sobre todo la encargada de la cafetería del hotel, una señora de lo más simpática. Cuando me llevó a la mesa el café en el desayuno, le temblaba algo el pulso y dijo con un maravilloso acento aragonés: "Vaya pulso que tengo, estoy como para robar panderetas". Esa me la guardo.

Como por la noche el hotel no tenía restaurante, me fuí al pueblo. Bastante solitario, bajo la lluvia:


Callejeando descubrí un restaurante que os recomiendo, amiguetes: Bodega del Vero. Puede engañar, porque lo primero que aparece al entrar es una tienda fascinante, llena de productos de la región:




Pero, tiene un sótano, bodega, restaurante, de lo más acogedor:



Comí unos fabulosos espárragos cuya foto no os pongo, porque salió francamente mal. En cambio si me salió la foto del vino, Señorío de Lazán. Magnífico.

Volví por la mañana. La bodega estaba cerrada. Pero si vais por Barbastro, que su aspecto exterior no os detenga. Sus y pa'dentro, que vale la pena.




Para ese día, tenía concertada una cita con las Bodegas Enate, mi vino preferido del Somontano. Enate está en Salas Bajas, a pocos kilómetros del centro de la ciudad. No confundirse, porque hay un pueblo que se llama "Enate", pero no es ahí donde están:



Una vez tomáis la carretera, tras dejar la A1232, empiezan a aparecer la viñas:



Al punto, aparece la bodega, de arquitectura moderna, pero respetuosa con el entorno:



Me acogió mi simpática guía, que me condujo por los más recónditos secretos de las bodegas:




Los tanques de fermentación:



El vino tras ser fermentado y según su año y composición se almacena en barricas:



Tras eso, el vino se embotella:



No sé cuantos millones de botellas me dijo mi guía que había. Es que con la impresión, no retuve ni una miserable cifra de todas las que me dijo.

Enate empezó en 1992, y desde su origen ha estado ligado al mundo de la pintura y del arte: en esta tabla, se pueden ver las diferentes etapas de la fabricación del vino: vendimia, fermentación, etc. Cada añada y cada cepa tiene una etiqueta pintada por un pintor conocido, casi todos aragoneses. Los originales de las etiquetas están en una sala exposición, pero ¡Ay!, mi guía fue tajante, en esa sala no se pueden hacer fotos.



A cambio, me dejó hacerle una foto a un turista que pasaba por allí y que sorprendimos mirando embelesado el vino en las barricas:




Como digo, no pude hacer fotos de las pinturas, pero hete aquí, Cide Hamete (que se note que hoy es el día del libro) que he encontrado en Internet una copia del original de la etiqueta de mi vino favorito de Enate. El pintor es Alberto Carrera Blecua:



Etiqueta, que una vez puesta en mi vino, queda así:




Es un Cabernet-Merlot de 2012. Es un vino magnífico. Naturalmente, me llevé un cartón de seis botellas. En resumen, que vale la pena la visita. La bodega está limpísima, de hecho mucho más limpia que el Hospital de Bruselas donde estuve la última vez, y es ultramoderna.

Para acabar, si pasáis por Barbastro, podéis también ir a visitar la exposición de acuarelas de Manuel Nuño, en la librería Ibor:




Y bien, nada más por hoy, queridos amigotes. Naturalmente no os voy a dejar a dos velas. Otro día os contaré la continuación de mi vínico viaje, por el Ródano y la Borgoña.

Muchos abrazotes