mercredi 16 décembre 2009
Garotas, taxistas y otra gente de Rio
Queridos amigos que me leéis (vaya paciencia la vuestra) desde los seis continentes del planeta (Ya, ya sé que antes eran cinco, ya os explicaré otro día por qué ahora son seis). Acabo de volver de Rio de Janeiro y debo decir que me ha gustado un chingo, como dirían mis cuates mexicanos. Y eso, a pesar de que me ha llovido durante casi toda la semana. Me ha encantado cómo se toman la vida los cariocas, la belleza de Rio, y otros lugares comunes (no por comunes menos ciertos) como lo macizas que están las garotas, etc. Véanse, por ejemplo, las tres garotas que os he puesto en el encabezamiento, que se han quedado casi petrificadas mirando la fascinante playa de Copacabana (la foto me costó diez reales, porque el artista me sorprendió cámara en mano y preferí no discutir)
En cuanto al carácter de los cariocas, os contaré lo que nos pasó una mañana al salir del hotel. Llovía y queríamos coger un taxi. En la puerta del hotel generalmente había taxis sin ningún signo exterior que los identifique, pero ese día no había ninguno, así que nos paramos en la puerta esperando que apareciera uno. Llegó uno, se paró delante y, en menos de lo que cuesta contarlo, nos zambullimos dentro. Mis coleguis, un francés y un belga habían decidido desde el principio que quien hablaba era Sorokin, así que le dije en mi penoso portuñol al conductor dónde queríamos ir. Pero, ¡maldición! el tipo me contestó y yo no comprendí ni taba. Como me lo decía sonriendo, pensé que era algún comentario simpático, pero nada, que el hombre no arrancaba. Por fin, vino el portero del hotel e iluminó nuestros tarugos cerebros: era un coche privado, no un taxi. Ya me diréis, si a vosotros se os suben tres extranjeros de repente en el coche, ibáis a reaccionar tan relajados. Y eso que mi colega Frank puede pesar dos o trescientos kilos:
Aquí aparece entregado a su deporte favorito. Le he borrado la cara, no vaya a ser que lo vea su santa esposa y descubra que no ha respetado la dieta durante el viaje. El restaurante de la foto se llama "Carretâo", está en Copacabana y según te sientas empiezan a desfilar camareros con espetones llenos de diversas carnes, hasta que sales rodando de la mesa. Ya os contaré más otro día.
Ah, buena micro-crónica de Brazil, aunque la foto sin rostro me resultó un tanto inquietanteeeee.
RépondreSupprimerFeliz navidad!
La foto robada es una autentica joya, enhorabuena por la instantanea.
RépondreSupprimerFiestas felices
Hola. Es la primera vez que te leo.
RépondreSupprimerTu de aburrido no tienes nada lol
besos
Hola Claudia, feliz navidad te deseo a tí también. Voy a confesarte una cosa: lo de la foto sin rostro es producto de mi impericia con el Photoshop. Yo lo que quería hacer es pixelarle la cara al bueno de Frank, como hacen en los periódicos con los policías, pero NI MODO, no me salía. Así que lo que hice es borrársela. Jeje, espero que no se entere.
RépondreSupprimerFELIZ NAVIDAD otra vez
Alfredo, felices fiestas. Si estás en Madrid hacia fin de año, podemos tomarnos unos licopodios en algún sitio finurris.
RépondreSupprimerGracias por tu comentario, Sueño con palabras. Me alegro de no haberte aburrido.
RépondreSupprimerFelices fiestas
Si yo fuera la mujer de tu amigo, seguro que igual lo reconocería!
RépondreSupprimerLas mujeres es que tenemos arte pa'eso.
saludos!
Sabía yo que te ibas a fijar en las garotas.Suerte en tus viajes y continúa dándonos sana envidia.
RépondreSupprimer:-)
RépondreSupprimerNo se cuanto son diez reales, pero tengo serias dudas de que si las únicas garotas que fotografiaste eran esas, yo creo que al natural salen mas económicas ( o no? ) el espetón se sale , la esposa sufrida de tu amigo que hace acelgas y planchitas seguro que lo entenderá y nosotros después de lo que se cuenta de Brasil y lo que tu cuentas pues ahora nos quedamos con mas ganas.
RépondreSupprimerMe alegra que te fuera tan bien , seguiremos la crónica
Pues verás, Mai, es que me daba corte fotografiar a las garotas vivientes, así que la tomé con las de arena... pero ¡ay! el autor de sus días vigilaba, y... oye, diez reales son casi cuatro euros. Lo que pasa es que creí que le daba menos, ya sabes, los problemas de habituarse al cambio de moneda. En los tiempos pre-euro, dejé en un restaurante de St. Malo, en Bretaña, 100 francos franceses de propina (2200 pelas) pensando que daba 100 francos belgas (300 pelas) :-(
RépondreSupprimerDeseando estoy de leer más aventuras , tan divertidas como ésta, del Sr. Sorokin por tierras cariocas. Feliz Navidad con retraso :-)
RépondreSupprimer¡¡¡Hola, Delikat!!! ¡tus fans te hemos echado de mucho de menos! Feliz Navidad y Próspero Merimée para tí también.
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