Aquí estoy otra vez, mis queridos lectores, amigos, amigotes, amiguetes, parientes, deudos y allegados (valga el genérico masculino, quedaría algo chocante en femenino: "queridas lectoras, amigas, amigotas, amiguetas, deudas -ahí es donde choca, odio a mis deudas- y allegadas), así que lo dejamos en el genérico académico. Pues decía, que me despisto, que aquí estoy otra vez dispuesto a daros la lata. Os voy a hablar, si me lo permitís, de mi última lectura, "Los vencejos" de Fernando Aramburu.
En su día leí "Patria", del mismo autor, y me fascinó. Me pareció lo que podríamos llamar, La novela de Euskadi. Así es que, animado por eso, me compré los Vencejos. La primera impresión es que era un libro muy gordo, setecientas y pico páginas. Pero bueno, cuando llevaba como cuatrocientas, me regalaron un lector de esos de pantallita, instrumento que nunca me animé a mercarme, que ¡dónde va el calor de un libro, etc, etc! Pero las setecientas páginas del libro, me animaron a bajármelo en conserva:
Pero bueno, vamos al libro. Uno podría pensar que después de una epopeya como "Patria", todo iba a ser una obra menor. (Aunque, fíjense buenas gentes, también Cervantes escribió "Rinconete y Cortadillo" después de publicar el Quijote). Efectivamente, es una obra menor, pero no desmerece nada. No os voy a contar el argumento, pero es la historia de un madrileño (fundamental) que decide suicidarse al cabo de un año de empezar su relato. A pesar de que el protagonista, Toni, profesor de instituto, vive sus últimos doce meses una existencia rayando en el límite, las cosas que cuenta, lo que vive, son cosas que el lector siente que le podrían pasar a cualquiera. A cualquiera del siglo en curso, quiero decir: Un ex-mujer de la que estuvo enamorado y que ahora odia, unos suegros santurrones, un padre violento, pero sin odio, un hermano gordito y enmadrado y un hijo tarambana y un poco corto. Y todo ello contado con una prosa magnífica y natural, que se lee sin respirar y con un magnífico sentido del humor.
O sea que a mí, me ha gustado mucho. Además, a lo que voy, casi toda la acción pasa en el barrio de la Guindalera. Que casi es mi barrio también, porque mi casa en Madrid está justo al lado. Solo tengo que cruzar la calle.
Del mercado de la Guindalera donde compra Toni, ya hablé en los primeros vagidos de este blog. Y si no os acordáis, podéis pinchar aquí, gurriatos.
El metro Diego de León, el metro al lado de mi casita, es el de la Guindalera Así s que, tras acabarme el libro me dediqué a repasar el barrio. Por ejemplo, la Plaza San Cayetano:
Y en la misma plaza San Cayetano, junto al mercado está el Bar Conache, donde Toni se sentaba a tomar algo con Águeda:
Toni y Águeda se encuentran con sus perros en el Parque Eva Perón:
Los vencejos. ¿por qué ese título?. Toni está obsesionado por los vencejos; cuenta cuando llegan y cuando se van. Para él, son un símbolo de libertad:
golondrina
Vale, pues con ese párrafo repipi sobre pájaros, os voy a dejar en paz por hoy, que ya estuvo suave, como dicen en México. Espero que el libro os guste
El mercado es de lo más chulo:
En un momento dado del libro, Toni se queja de que el barrio no está al nivel que a él le apetecía para vivir. Pero dejadme contároslo, el barrio, si bien no es un barrio de lujo, tiene algunas casas preciosas, como esta:
Otras casas, tampoco están mal:
El parque, vale, no es el Retiro, pero no está mal, aunque es chiquito:
Es evidente que todos los dueños de perros de la zona se encuentran allí:
Pepa, la perra de Toni, aunque no especifica que raza es, debe ser bastante grande. Yo la veo más bien como este que como el caniche de la foto de arriba:
Vencejo
La verdad es que durante bastante tiempo, vuestro amado bloguero (servidor, gracias) no distinguía vencejos de golondrinas. Ahora, ya lo sé. Son diferentes. Las golondrinas tienen la panza blanca y una cola en forma de horquilla . Ya veis lo que se aprende leyendo.
Grandes besotes