Mis queridos lectores (porque yo no sé si me queréis, pero yo os quiero, faltaría más que no quisiera a una gente tan simpática y agradable, que es capaz de tragarse todos mis bodrios sin rechistar). Pues decía, mis queridos lectores, que os voy a castigar otra vez con una entrada del mundo de los aburridos. Va a ser cortita, no os preocupéis, porque es tarde y no he cenado. Cosas que pasan.
Os voy a hablar del último libro de Pierre Lemaitre, recién salido de prensa en enero de 2018. No sé si estará ya traducido al español, pero, en cualquier caso, no tardará mucho. El libro es el segundo de una trilogía, que Lemaitre empezó con "Au revoir là haut" (Nos vemos allá arriba), y del que ya os hablé en le entrada del mundo de los aburridos dedicada a la guerra 1914-1918. Podéis pinchar aquí si os viene en gana.
Lemaitre, además es el autor de una serie de novelas policiacas, en especial, la trilogía del comisario
Tras la serie, y entre los dos títulos de la trilogía que nos ocupa, publicó en 2016 otro libro: "Tres días y una vida":
Libro, que si sois muy impresionables y os afectan los problemas de los niños, por ejemplo, no os recomiendo, no vaya a ser que os dé un apichusque tembloroso (Apichusque: palabra que utilizaba mi madre que en gloria esté y que supongo que viene del más rancio diccionario manchego).
En cualquier caso, la trilogía de la familia Péricourt, cuyo segundo título es el que os comento esta tarde, para mi gusto, tiene una calidad superior a sus otras, llamémoslas, "obritas" (en el cine, las llamaríamos serie B).
El primer tomo acabó, como recordaréis, tras haber perdido la cara (literalmente) en la guerra, con el heredero de la familia, despachurrado en París. Este segundo libro empieza con el entierro del patriarca de los Péricourt, aunque no os voy a contar más spoilers, que luego os enfadáis conmigo. Leédlo, son quinientas páginas que duran un suspiro. Por lo menos, a un servidor le supieron a poco. A ver si Monsieur Pierre espabila y saca rápido la tercera parte.
Pero, aparte las tremendas aventuras de los Péricourt, a mí, lo que más me impresionó es la historia del petróleo rumano. Ya lo veréis, cuando leáis el libro, el petróleo rumano es la causa y origen de todas las aventuras y desventuras de los protagonistas. Me quedé de una pieza leyéndolo. Un servidor, a pesar de haber trabajado con Rumania en otro tipo de proyectos, no sabía (seré zopenco), que es prácticamente el único pais de la Europa continental que tiene importantes yacimientos de petróleo.
Rumania ha sido considerado en estos últimos tiempos, como un paria continental, pero su historia es de lo más interesante. Antes de 1914, toda la Transilvania pertenecía al imperio Austrohúngaro. (de ahí que el conde Drácula era, en realidad, un húngaro):
Como el buen emperador Francisco José, cuando estaba ya gagá y sin su Sissi, que tanto ha hecho para cimentar la fama de Romy Schneider, cometió la soplagaitez de entrar en guerra contra las potencias del Oeste, En 1918, Rumania fue premiada con la Transilvania y algunos rincones más:
Pero, en fin, el petróleo estaba principalmente en la región de Ploiesti, que ya era Rumania antes de 1914. Véase una foto de los años de maricastaña, con un pozo petrolífero explotando:
En 1857 fue explotado el primer pozo petrolífero rumano y, ¡pásmense gañanes!, Bucarest fue la primera ciudad del mundo iluminada con lámparas de keroseno.
Y ahora, mis queridos amigotes, no os vais a librar de mi batallita personal. He estado en Bucarest un par de veces por motivos profesionales. La primera vez fue en 1997 y la segunda en 2008. Bucarest, había progresado de forma ostensible entre ambas visitas. Aunque no guardo fotos de la primera vez, la segunda vez fotografié el Parlamento, la obra faraónica de Ceaucescu:
Y nuestros anfitriones nos llevaron a cenar al restaurante que se supone que es el más turístico de Bucarest, el "Locanta jaristea". Bueno, si vais por allí, podéis ir, la comida es buena (fundamentalmente, carne):
Y el vino también es muy bueno. Como se ve, llega el flambeado hasta las mesas. Eso amarillo no es un dedo señalando el infinito, sino una llama:
La patrona es inolvidable:
Y algunos huéspedes no desperdician la ocasión de hacerse una foto con ella:
(Nótese, que para la ocasión, el elemento que aparece junto con la dueña se había puesto corbata y traje. Malas lenguas me dicen que nunca lo ha vuelto a hacer)
Pero ya vale, que el tema era el petróleo rumano, y esto parece la crónica del Hola.
En fin, os dejo con un vídeo de Lopezia (que estaba en el evento) sobre como se lo montan en el Locanta Jaristea:
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