mardi 30 décembre 2008
Ostras al gratín
Una docena de ostras, grandes, como debe ser. Nada de menudencias. La primera tarea, queridos lectores es abrir las ostras, porque está demostrado que comerse las ostras sin abrir produce pesadez de estómago y, desde luego, un gran problema a la hora de ir al retrete al día siguiente. Ya sé que no es grano de anís, pero insisto, hay que abrirlas (también puedes pedir en la pescadería que te las den abiertas, pero no es lo mismo, porque se escorromoncian rápidamente y hay que papeárselas en no más de un par de horas tras la apertura)
Acto seguido, mezclad en un cuenco o plato sopero un par de cucharadas de queso blanco fresco (Ojo, para los que estáis leyendo esta sin par receta desde España: no queso de Burgos, no; queso fresco tipo "quark", "maquée", etc), medio vaso de vino blanco seco (no me pongáis un Chardonnay, que la jorobáis), un chorrito de zumo de limón, cebolleta picada, un poco (muy poco) de tomillo, sal y pimienta al gusto. Mezclad bien y cubrid una a una las ostras con el mejunje. Añadid raspaduras de emmental y poned la fuente al grill (juro que no sé cómo se dice "grill" en español, y no me digáis que "la parrilla" porque eso es para asar chuletillas de lechal). Cuando estén doradas, se sacan y se comen. A ver si no para qué se ha dado uno tanto trabajo...
lundi 22 décembre 2008
Felices fiestas
Bueno, queridos lectores reales o imaginarios. Acaba de empezar la gran temporada de fiestas de fin de año. Como es costumbre desde hace unos cuantos milenios, el invierno empezó ayer (en el hemisferio norte, of course), dando la señal para empezar las fiestas. Hoy es el turno de la lotería (a ver si nos toca a todos), en dos días es nochebuena, etc. A mí, lo que más me molaba en mi infancia (porque el gran Sorokin, lo crean o no, también ha tenido infancia) era el día de Reyes. Poníamos los zapatos en el mirador de casa y dejábamos paja para los camellos y una botella de coñac para sus majestades los reyes. Me acuerdo un año que cuando fuimos a buscar los regalos por la mañana, la botella de Centenario Terry estaba por la mitad y mi madre decía con sorna : ¡caray con los reyes magos! mientras miraba subrepticiamente al pater familias.
En fin, que me distraigo de mi discurso. Bueno, pues como ya sabéis que Sorokin es un incorrecto político, iconoclasta y descreído os he puesto un video bacaladero-remix de música navideña (llegad hasta el final, porque empieza muy suave) para felicitaros las fiestas. Pero, ah, pero un corresponsal puertorriqueño, sin duda algún amigo de Celtiberus me ha mandado un correo extra-bloguístico pidiéndome que incluya un tierno villancico tradicional en su isla y deseándonos a todos (yo incluído, no sé si me lo merezco) unas felices fiestas. Ahora, vamos a ver si funciona esto del "embedded" de You Tube. Ahí va, ahí me lanzo a lo desconocido:
Felices fiestas una vez mas
vendredi 19 décembre 2008
Keith Jarrett
Pues ayer me he enterado de que Keith Jarrett es blanco, pero blanco güerito, como dirían en México. Ya lo sé, soy un ceporro inculto. La verdad es que no lo había visto nunca en directo . De hecho, sólo lo había oído en disco. No os voy a contar los escarceos eróticos que me he marcado mientras sonaba en mi tocadiscos el concierto de Colonia (o sea, "The Köln Concert", que todo hay que explicarlo aquí) porque por un lado no me quiero tirar faroles y por el otro, lo mismo hay tiernas criaturas leyendo mi blog.
En las fotos del disco en cuestión (en "custión" diría un profesor gallego que tuve años ha) luce un pelo "Angela Davis" que induce a error. Es decir, que sin duda quería parecer negro, como Fernando Fernán Gómez quería parecer judío en una película de cuyo nombre no me acuerdo. Pero ayer vi un largometraje en Mezzo-TV. "Keith Jarrett the art of improvisation" se llama, y ahí salía con su pelo y su color de piel. Si tiene ustedes oportunidad de verlo no se lo pierdan, o sea vaya, y si les mola este rollo del jazz clásico.
Para animaros, os pongo un video que me he agenciado del "solo concert". Si no os gusta, no admito reclamaciones.
dimanche 14 décembre 2008
¡Cómo pasa el tiempo!
Como decía Apollinaire:
Passent les jours
et passent les semaines
ni temps passé
ni les amours reviennent
sous le pont Mirabeau
coule la Seine...
et passent les semaines
ni temps passé
ni les amours reviennent
sous le pont Mirabeau
coule la Seine...
Pues este alarde de erudición poética viene a cuento porque, ¡oh amados lectores! os he abandonado durante más de una semana sin darme cuenta. Además, aquí en Bruselas ni hay puente Mirabeau ni fluye el Sena. Todo lo más, tenemos el Woluwé, al que puede mirar con desprecio hasta el Manzanares. También hay puentes, como el que os he puesto en la foto: un puente sobre el Woluwé (que no os riais, jobar, que es cierto).
Bueno, pues decía que me he olvidado del blog durante casi diez días. Valga en mi descargo que algunas veces he tenido olvidos peores. Me acuerdo (viene la batallita, el que no lo soporte que descuelgue) de una vez que le regalé dos veces el mismo libro a la misma moza. El libro (de eso me acuerdo) era "Cuentos únicos" de Editorial Siruela, selecionados por Javier Marías. ¿Os imagináis la cara de mi amiga?: "...pero... ¡esto ya me los has regalado hace unos meses!".
A ver, inteligentes lectores, ¿cómo hubiérais reaccionado?:
No somos nada.
Bueno, pues decía que me he olvidado del blog durante casi diez días. Valga en mi descargo que algunas veces he tenido olvidos peores. Me acuerdo (viene la batallita, el que no lo soporte que descuelgue) de una vez que le regalé dos veces el mismo libro a la misma moza. El libro (de eso me acuerdo) era "Cuentos únicos" de Editorial Siruela, selecionados por Javier Marías. ¿Os imagináis la cara de mi amiga?: "...pero... ¡esto ya me los has regalado hace unos meses!".
A ver, inteligentes lectores, ¿cómo hubiérais reaccionado?:
- ¡Ay, perdona, te he confundido con...(X)!
- Es que para mí siempre eres como si fueras una nueva aventura...
- Como no me dijiste si te gustó, me s'ha olvidao ... ¿Te lo has leído?
- Bueno, es que ni he mirado el libro que te he comprado
No somos nada.
samedi 6 décembre 2008
Sushi en la bahía de Tokio
Bueno, pacientes lectores (a los impacientes no los saludo, porque supongo que ya habrán desconectado a estas alturas del mensaje), voy a cambiar de tema porque el blog se está deslizando por una peligrosa rampa hacia temas cada vez más esotéricos: asturianos voladores, chemtrails, gobiernos mundiales en la sombra, gigantes en la Biblia, etc. Así que vuelvo a lo mío, a lo de comer.
Y voy a hablar de comida japonesa que quiérase o no, está de moda por todo el orbe planetario. Supongo que ya sabréis perfectamente distinguir un sushi de un sashimi y de un maki y que no confundiréis un soba con un udon (que yo sé de unos amigos que se chaparon varios kilos de espaguetis fríos sin querer por confundirse). Es importante saber qué es cada cosa y para qué sirve, que a los japoneses les ha llevado eso varios siglos y no vamos a venir los asturianos, valencianos y otros quídam a enmendarles la plana.
Y claro, viene a cuento la anécdota de turno (os creiais que ibais a libraros, ¡ingenuos!). Estaba yo invitado a cenar con un grupo de amigos en uno de esos barquitos-restaurantes que te dan una vuelta por la bahía de Tokio mientras te atiborran de todas las especialidades de la zona. Primero, una sopa de miso,después un caldero individual humeante con trozos de algún ave, luego un sushi y para terminar un témpura (palabra esdrújula, amigotes, palabra esdrújula). Yo, que soy un paleto que se las da de listo porque manejo medio bien los palillos, preparé la salsa de soja para el sushi, con su wasabi y tal. Un éxito. Pero en esto, viene el témpura y yo, apresurado, cogí con mis palillos un pedazo de algo convenientemente rebozado, of course, y me dirigía a mojarlo en la salsa del sushi cuando un alarido espantoso, horrible, desgarrador paralizó mi mano. ¡NOOOOOO! gritó la camarera mientras se precipitaba hacia mí: "This sauce for sushi, not for témpura".
Menos me mal que me detuvo a tiempo. Acto seguido trajo la salsa de témpura y ... sabéis un secreto colegas: sabía exactamente igual que la del sushi.
Y voy a hablar de comida japonesa que quiérase o no, está de moda por todo el orbe planetario. Supongo que ya sabréis perfectamente distinguir un sushi de un sashimi y de un maki y que no confundiréis un soba con un udon (que yo sé de unos amigos que se chaparon varios kilos de espaguetis fríos sin querer por confundirse). Es importante saber qué es cada cosa y para qué sirve, que a los japoneses les ha llevado eso varios siglos y no vamos a venir los asturianos, valencianos y otros quídam a enmendarles la plana.
Y claro, viene a cuento la anécdota de turno (os creiais que ibais a libraros, ¡ingenuos!). Estaba yo invitado a cenar con un grupo de amigos en uno de esos barquitos-restaurantes que te dan una vuelta por la bahía de Tokio mientras te atiborran de todas las especialidades de la zona. Primero, una sopa de miso,después un caldero individual humeante con trozos de algún ave, luego un sushi y para terminar un témpura (palabra esdrújula, amigotes, palabra esdrújula). Yo, que soy un paleto que se las da de listo porque manejo medio bien los palillos, preparé la salsa de soja para el sushi, con su wasabi y tal. Un éxito. Pero en esto, viene el témpura y yo, apresurado, cogí con mis palillos un pedazo de algo convenientemente rebozado, of course, y me dirigía a mojarlo en la salsa del sushi cuando un alarido espantoso, horrible, desgarrador paralizó mi mano. ¡NOOOOOO! gritó la camarera mientras se precipitaba hacia mí: "This sauce for sushi, not for témpura".
Menos me mal que me detuvo a tiempo. Acto seguido trajo la salsa de témpura y ... sabéis un secreto colegas: sabía exactamente igual que la del sushi.
mercredi 3 décembre 2008
¿Miedo? ¿Quien dijo miedo?
Respeto, precaución, sorpresa ante lo desconocido, sí, pero miedo, miedo... sólo un poquito de pánico, incontrolable pánico, o sea, nada serio doctor.
Hoy, dado el hecho de que tengo un día bastante depre (es que ha hecho un sol esplendoroso en Bruselas y uno no está acostumbrado. Lo que uno espera es niebla, lluvia, "grisaille", etc) os voy a relatar, amables y pacientes lectores, un hecho verídico que me aconteció en Viena la semana pasada: No era muy tarde, tal vez las diez, pero no había nadie en la calle principal del barrio donde estaba mi hotel. La luz de los escaparates, triste y un poco cutre iluminaba la acera. Cada rato (largo) pasaba un coche. Me paré en una bocacalle para ver si podía cruzar (estúpida precaución, como digo no había nadie), y como a unos doscientos metros vi venir un personaje. Corpulento, abrigo negro desabrochado que dejaba ver un chaleco tambien negro con botones, una camisa blanca, sombrero negro y barba. Pensé, je, je, el judío errante.
Crucé la calle y seguí unos pasos por la acera. Mi mirada se detuvo un momento en un escaparate de ropa seudo-hippy. Unos segundos apenas. Levanté la vista... Y él estaba allí, mirándome con ojos glaucos. Lo juro. Venía por la dirección opuesta de dónde yo lo había visto.
Miré al suelo, apreté el paso con el corazón en un puño, blom, blom, blom y no paré hasta el hotel. Las cosas que no tienen explicación, no tienen explicación. Una copa de Blau Portughesich me ayudó a volver en mí. No dormí bien.