dimanche 10 septembre 2017

Viaje a Las Alpujarras.



En realidad, más que un viaje, mis queridos amigos, debería decir "una excursión", porque solo duró dos días, pero no queda tan aparente y además en el fondo es un viaje, un viaje de exploración, o, por lo menos, eso pensaba yo.

Yo había leído hace años "Al sur de Granada" de Gerald Brennan, que se tiró el tío viviendo en las Alpujarras nada menos que 14 años, entre 1920 y 1934. Pero, de nuevo -¡ay, vaya plasta de memoria que me va quedando!- solo me acordaba de las líneas principales del libro, como la visita de sus amigotes del grupo de Bloomsbury. Así pues, me compré una nueva edición en inglés (lo había leído traducido) y me decidí a correr la aventura.




En fin, ya os contaré más adelante, amigotes, pero lo que en 1920 era una aventura, en 2017 es un viaje de lo más normalito. Elegí Capileira como destino, porque se me antojó que es lo más típico y lo más cerca de Sierra Nevada que se puede encontrar por la Alpujarra.

Como estaba en Manilva pasando el verano, le pregunté a Google cómo ir y hete aquí lo que los sabios googleros me dijeron:



Total, que me metí en el coche que tenía alquilado, conecté el Tom-Tom que me había traído de Bruselas (oye, uno nunca sabe si va a tener que acudir a sus sabias indicaciones de recorrido) y me lancé a la carretera (música de Miguel Ríos, por favor):




Pero, ay, mira tú, el pinche Tom-Tom no tenía las informaciones actualizadas y no sabía que habían completado la A7 a la altura de Almuñécar, así es que empezó a darme informaciones  chocantes: "-da media vuelta", -"toma la primera desviación a la izquierda", etc. Vale, yo ni caso, hasta que en Motril ya me hizo totalmente mi órgano viril un lío, que si vuélvete para atrás, que si, etc, etc. Así es que me paré cuando ví un coche de la Guardia Civil y les conté mis cuitas.



Muy amables, pararon el tráfico para que pudiera recular y me mandaron a la autopista de Granada. Una vez allí, hay que tomar la carretera de Órgiva. La primera gran impresión es ver el embalse de Rules y la presa del río Guadalfeo:


Presa que ha sido muy contestada como un dispendio enorme para el beneficio que ha traído. Pero, en fin, esto es un relato de viaje, no me voy a meter en veredas, o sea que si queréis saber más, podéis pinchar aquí.

Y al fin, Órgiva, la puerta de la Alpujarra.


Y de allí, una carretera llena de curvas, pero con un buen firme te lleva a Pampaneira, Bubión y Capileira, mi destino. Un servidor había hecho una reserva en un conjunto de apartamentos rurales que se da en llamar "las chimeneas". (la verdad es que en Capileira, casi todas las casas son de apartamentos rurales):



El apartamento, muy limpito y con aspecto bastante rural, en efecto, con todo y su cortinita alpujarreña para separar el salón del balcón:


En el balcón se comprende por qué se llaman "las chimeneas", porque, aparte la vista de la sierra, se ven un montón de chimeneas típicas:


Chimeneas alpujarreñas, que ya cita Brennan en su libro como una de las características de los pueblos de la región:


Y bien, vuestro bloguero del alma se fue a dar una vuelta por el pueblo. Como véis, de exótico, nada. Turistas, excursionistas, etc. Lo de llegar a los pueblos a lomos de mulas por escarpados caminos que dice Brennan, se ha esfumado en las nieblas del tiempo.



Tiendas de recuerdos, bares y restaurantes y ni un sitio para aparcar el coche:


Aunque, cuando la noche y la luna llena llegan, el encanto se apropia del lugar:


La torre de la iglesia desde mi balcón:




Lo más rural del apartamento son sin duda los ladridos de los perros que no pararon en toda la noche, pero en fin eso es lo menos que uno espera.

Tras la noche y desayunar en mi balcón un horrible Nescafé (no había cafetera) que compré el día anterior, me puse a releer a Brennan. Como de costumbre últimamente, no me acordaba ni de la mitad del libro.




A esta alturas del siglo, es más como una reseña arqueológica de lo que era la España de 1920 que una guía turística, pero se lee con facilidad. Si la erudición no os mola, podéis saltaros todos los capítulos donde habla de botánica, de geología, etc e iros directamente a sus relatos de la vida de las gentes del lugar. Gente comiendo todos juntos de una olla común, por ejemplo, cada uno con su cuchara (sin plato), etc; cómo hacer una olla de patatas y arroz y otras comidas típicas. Vale la pena leerlo, (hay edición española, por supuesto).

En cualquier caso, servidor decidió obviar la visita al pueblo donde vivió Gerald Brennan, Yegen, que no parace que hoy día tenga nada de especial, y me fuí a los dos pueblos de más abajo, como camino para ir a buscar las bodegas García de Verdevique, de las que os hablé hace años. Para empezar, Bubión es el pueblo que está debajo de Capileira:







Bubión desde Capileira

De los tres pueblos que están alineados. es, sin duda, el más auténtico y menos machacado por el turismo:



Algunas casas con muros de piedra:



Pampaneira, en cambio, es el mayor y más frecuentado de los tres:




Bien, tras pasar un momento en Pampaneira, servidor se lanzó a la sierra de la Contraviesa a buscar las bodegas García de Verdevique. ¡Vano intento, válame San Tadeo!. Toda la vertiente mediterránea de la sierra está cuajada de viñas:



Pero no hubo manera de encontrar lo que buscaba. Tras varias horas dando vueltas en medio de viñas solitarias, encontré un indicador comido por el tiempo que me mandó, por un camino de tierra imposible, hacia ninguna parte. Abandoné. Ya sé. soy un cobarde, pero los lentiscos, los espinos, las adelfas rayaban la carrocería mientras el coche (de alquiler, ya lo ha dicho), saltaba como un poseso con el baile de san vito. Y yo me dije: y si se escacharra aquí ¿qué rayos hago?. Total, media vuelta al lado de un barranco y a casita, vamos, a Capileira.




Bueno, como compensación, una amable dueña de una tienda de ultramarinos en Bubión, me recomendó este otro vino:



Con ese nombre no me pude resistir. Y está muy bien. De verdad.

Para terminar, os voy a recomendar un restaurante. Yo soy así, amigos que me leéis. En Capileira, tenéis que visitar "El corral del castaño" (vamos, si váis por allí):



Está en una placita recoleta, al lado de la iglesia, pero es una sorpresa. El chef, ejecuta  algunos platillos que rayan la excelencia, como estos tacos de foie gras de pato con un cremoso de frutos del bosque y emulsión de manzana caramelizada. Aunque se supone que es una entrada, es suficiente como plato principal si se tiene en cuenta que la tapa que me dieron mientras esperaba mesa era un risotto de champiñones enorme. Además, la sorpresa: no es caro.


Bueno, gurriatillos, amorcetes y otros amigotes. Me voy a cenar, que con esto me ha entrado hambre.

Besotes