jeudi 2 juin 2016

Los Hospicios de Beaune en Borgoña. Capítulo 2, por las rutas de Provenza y Borgoña



Ya sé que me vais a decir, Oh amigos, que ya era hora de contar la segunda parte del atrevido y osado viaje de vuestro bloguero Sorokin por las rutas de Francia. Pues bien, vuestras súplicas han sido escuchadas, y un servidor, que soy yo, se ha, por fin, armado de valor, sacudido la modorra y se ha puesto al teclado de mi Mac (es que lo compartimos Sorokin y un servidor)

Os dejé dando vueltas por Provenza, en medio de un brillante tiempo soleado de primavera. Bueno, pues la siguiente etapa fue Borgoña.

Por si no lo sabéis, o solo lo sospecháis, Borgoña es una de las regiones con más personalidad de Francia. De hecho, durante mucho tiempo, Borgoña fué una nación, tanto como Reino, como Condado o como Ducado. Solo fué definitivamente parte del reino de Francia en 1477. Vamos, casi como Aragón y Castilla.

Me voy a poner un poco plasta, pero poco, os lo prometo, que es tarde y mañana me voy de viaje. Borgoña le debe su nombre a los Burgundios, una de las tribus germánicas que acabaron cargándose al Imperio Romano. Venían empujados por los Hunos, de Atila. Como veis, las migraciones empujadas por las guerras han existido siempre.

Bueno, pues el reino Burgundio acabó siendo conquistado por los Francos y acabó por formar parte del reconstruido Sacro Imperio de Carlomagno. El buen Carlos-grande (traduciendo), dividió su imperio entre sus hijos. Una de las porciones, fue la Borgoña que, tras guerras (les gustaba la guerra a esas gentes, sobre todo a los militares, nobles, caballeros y similares: como ahora) acabó consolidándose como el Ducado de Borgoña en el siglo XV. En su máxima extensión, cubría desde Holanda hasta Provenza;


El artífice de todas esas conquistas fué Carlos el Temerario, Duque de Borgoña:



Carlos murió en la batalla de Nancy y, finalmente, Borgoña se incorporó a la corona francesa.... salvo ¿qué?... Flandes. Tomad nota, amigotes, que esto traerá consecuencias para todos nosotros. En Flandes dejó una hija: María de Borgoña que, mira tú por donde, tuvo a su vez un hijo: Felipe el Hermoso. Sí, ese, ese. O sea que fué la abuela de  nada menos que ¡Carlos Quinto!. Las consecuencias de eso, y las guerras europeas que organizó Carlangas V (qué falta de respeto, Sorokin) para recuperar la Borgoña que consideraba suya, ya os las sabéis. Así que, me callo, que ya es hora y voy al grano.

Como ya os dije el otro día, salí de Aviñón, dí una vueltas por Provenza y me encaminé a Beaune, para mi gusto la ciudad más genuina de Borgoña:


Una noche de hotel, y a la calle, bajo una especie de chirimiri que no tenía nada que ver con la soleada Provenza. Beaune tiene una agradable plaza central, con un Gran Café, como se debe en Francia:



Y un Hotel Central, en el que si sus mercedes se fijan bien, puede verse en la ventana al mismísimo Carlos el Temerario. Me vais a decir que el peinando es diferente. Vale, pero es que a veces iba al peluquero. En la ventana de la izquierda hállase, tal vez, su hija Mari:




Pero lo imprescindible en Beaune es visitar los Hospicios:




Una obra increíble para ser del siglo XV, dedicada a los pobres, fué fundada en 1443 por Nicolas Rolin, Canciller del Duque. La impresionante sala de los pobres es una maravilla:



En la pared del frente, donde hoy hay una imagen, en su día presidía el Políptico del juicio final de Roger Van den Weyden. Hoy día, el políptico (bueno, yo creo que en Español se dice el "retablo") está en una sala anexa. El retablo fué encontrado en el siglo XIX cubierto de porquería en un establo. Los discípulos de Viollet le duc, que a su vez se habían encargado de la restauración de los hospicios, lo limpiaron. Y aquí está:



Y nadie me dijo que no hiciera fotos. Eso sí, no se puede usar Flash, pero realmente la iluminación es tan buena que no hace falta.

Como puede verse, a los pobres no se les trataba mal. Cada uno tenía su camita protegida por una cortina:


También, como pasa hoy día, había zonas para los que pagaban, mucho más lujosillas. Y tan cómodas, que algunos turistas se duermen:








La cocina, muy bien restaurada parece que estaba bien surtida:


Pero otra cosa importante, para los amantes de los buenos caldos, como ustedes y un servidor, es que los Hospicios tenían (y siguen teniendo) unos viñedos propios. Naturalmente, en los propios hospicios, si tenéis el valor de pagar lo que cuestan, se pueden comprar. El día que yo estuve, nadie osó comprar una botella.



Vuestro bloguero se fue a la tienda de enfrente de los Hospicios, donde siempre paraba yo cuando viajaba entre el Sur de Francia y Luxemburgo, donde mis húmedos huesos vivían por entonces. "Atheneum" que vende de todo. Desde souvenirs kitsch hasta vino, supuestamente más barato que el de los Hospicios.


Le pregunté al vendedor cuanto valía una botella que me miraba de forma insistente. La repuesta no es que fuera muy animada: 70 euracos. Compadeciéndose de mí preguntó que cuanto podía gastar. Haciendo de tripas corazón, con vocecilla temblorosa le dije "¿como veinte euros?" Me miró con desprecio altanero y me vendió un Nuits St Georges que dijo que no estaba mal, por veinticinco euros. Lo más barato que tenía. Naturalmente, lo he puesto en mi biblioteca, al lado de la copa de Europa de Mús que gané en 1989:




Bien. No os puedo dejar sin mencionar el plato más mundialmente conocido de Borgoña: los caracoles a la borgoñona. Como decía una secretaria inglesa cuando yo trabajaba en Londres, con una gran cara de asco: "Oh... the Frenchmen eat SNAILS" (Los franceses comen CARACOLES), qué horror. Bueno, pues si tenéis ocasión no os los perdáis, horneados con una mantequilla de ajo y perejil. Es la última etapa antes de la Gloria absoluta:




Venga, besotes, que ya os he dado bien la brasa