lundi 12 décembre 2016

Viaje a Cantabria. Santander y la Marina Oriental


Queridos amigos del alma (bueno, alguno habrá que sea también amigo del cuerpo) Sé que estáis angustiados, inquietos, pensando qué le habrá pasado a nuestro Sorokin para que nos tenga olvidados durante más de un mes, y no nos incordie con uno de esos posts a los que nos tiene acostumbrados, etc.

Bien, el hecho es que hace un mes tuve la descabellada idea de romperme el húmero derecho, y en esas circunstancias, manejar el teclado de mi Mac era un poco complicado. Pero en fin, como tantas veces he dicho, al blog se viene ya llorado y como, además, mi brazo va recuperándose viento en popa y hace ya dos meses que estuve en Cantabria y se me está olvidando lo que hice, me he puesto a la labor de daros la brasa un ratito.

Cantabria, ya sabéis todos lo que es, Santander también, pero no penséis que "la marina oriental" es algo así como la armada china. Es la región que está al Este de Santander y al Norte de la cordillera cantábrica. Hela aquí:




El viaje lo hicimos en tren desde Madrid. El tren, por cierto, va como una bala hasta llegar hasta Palencia y luego empieza a renquear una vez que se mete en las montañas. Pero, en fin, acabas llegando a Santander:


Mis compañeros de viaje y un servidor nos alojamos en un hotel del Sardinero, donde yo había estado antes en otras ocasiones, el Hotel Santemar. Buen hotel, pero en el que menda, que es un poco soplagaitas (como ya os he dicho en otras ocasiones, no quiero engañar a mis amados lectores), presenté el documento de identidad belga, no el DNI español, con lo que les hice un lío: "pero aquí ha estado alguien con su mismo nombre, etc, etc con un carné español..." eso es para que os deis cuenta ¡oh queridos amigos! hasta qué nivel estamos controlados. Pero bueno, admití que sí, que tenía los dos. Claro, dijo el amable recepcionista, su DNI español empieza por 13, etc, o sea que usted debe ser de Santander. "Pues no, soy de Albacete". En fin, pequeño lío sin consecuencias. Es cierto que mi primer DNI lo saqué en Santander, cuando todos los de la zona empezaban por trece.

Para celebrar la noche, nos fuimos a cenar al restaurante Cañadío, en la plaza de eso, de Cañadío:



Muy buen restaurante, que a la vez es un bar de tapas y pinchos. La cocina está abierta al mundo para que veas como curran los cocineros:




A destacar unos magníficos pimientos de Isla, caramelizados. Algo totalmente inolvidable:



De segundo, yo comí un buen bacalao. Mis compas se cenaron un lenguado y un filete de lubina. No les hice foto, qué rayos, que si no se me llena el blog de fotos:


La plaza de Cañadío es una zona de movidilla, con terrazas, bares y un poco de alboroto que no parece que le guste a los vecinos:


Pero, de hecho, Santander a medianoche está totalmente tranquilo. Buen momento para dar una vuelta y bajar la cena:



Al día siguiente, mis compañeros tenían trabajo, así que, un servidor se fué a dar una vuelta por la ciudad y rememorar los años mozos que pasé en esta ciudad maravillosa. Tranquila, pero maravillosa. Os he puesto en el encabezamiento la foto de los montes del Asón, al otro lado de la Bahía vistos desde el muelle de la machina.

Tras una vuelta por los jardines de Pereda:



Me precipité raudo al mercado de la Esperanza, con lo que a mí me gustan los mercados:



Todas esas frutas y verduras son magníficas, pero a servidor lo que le gusta son las pescaderías, en la planta baja. Observen, observen mis amigos qué ruedas de bonito y qué precio tienen. Como diría una amiga belga, eso es lo que valen las salchichas en Bruselas:


A destacar es la panadería Payno, mucho más que una panadería. Licores, conservas...




Estuve discutiendo con el jefe y acabó convenciéndome que las anchoas en aceite de girasol pueden ser mejores que en aceite de oliva, porque un aceite muy fuerte de oliva puede disimular el gusto de una anchoa mediocre. Cierto. Le compré una lata y son excelentes:


Y venga, que ya es hora; mis amigos y yo, nos fuimos en coche a recorrer la Marina Oriental. Os lo recomiendo, buenas gentes, de verdad. Se me había casi olvidado tras todos estos años fuera de Santander, pero vale la pena. Por ejemplo, llegar hasta el cabo de Quejo. Paisaje impresionante que puede calmar el espíritu más alborotado:



La ría de Ajo, entre los cabos Ajo y Quejo:


 Y unos kilómetros, después, Noja. Ya más urbanizada, pero lejos del alboroto urbanístico de algunas zonas del Mediterráneo




Noja, con el Buciero de Santoña al fondo

A ver, amigos, ¿qué no daríais por estar ahora mismo en la playa de Noja?



Nosotros seguimos hasta Laredo pasando por las marismas de Santoña. Todo hay que decirlo, nos hizo un tiempo extraordinario, a comienzos de Octubre. Yo me acuerdo de veranos de mi niñez, donde lo único que veíamos era la lluvia, pero esta vez no fue así.



En Laredo pasamos la noche. Para cenar, os recomiendo "el Túnel"


Una almejas a la marinera que pueden hacer llorar de gusto al mismísimo dueño de la guía Michelin:



Un revuelto de boletus, también excelente:


Y ya, al día siguiente, preparándonos para la vuelta, con esa vista desde la playa de Laredo por la mañana:


¡Qué maravilla! ¿o no? ¿o es que yo estoy embargado por la nostalgia y el recuerdo?

Hay otras cosas que han cambiado, como los famosos "plumeros" que recogíamos cuando éramos niños, para jugar a ser el capitán trueno o el jabato. Pues bien, resulta que son una planta invasora, originaria de Argentina. Llámase "cortadera o hierba de la Pampa" y está invadiendo casi todas las zonas rurales de Cantabria, como estas en el Valle de Liendo:




Pero bueno, eso no es suficiente para renegar de Cantabria. Además, las cortadera están tambien invadiendo zonas de Bretaña y Normandía. De hecho, en Francia está prohibido plantarlas.

En fin, espero que os haya gustado mi viaje, aunque haya tardado algo en contarlo.

un abrazote a todos. Y si podéis, no dejéis de ir a Cantabria

mercredi 19 octobre 2016

Québec (3) Montreal bajo la lluvia y otras útiles informaciones para viajeros avisados


Con esta entrada, queridos amigos, voy a poner fin a mis relatos sobre mi viaje a Québec, porque por un lado, ya os he mareado bastante y por otro, el tiempo pasa, y si dejo que pase más se me empiezan a olvidar algunos agudos detalles y ¿quien va a sufrir por mis olvidos? ¿eh? ¡pues mis amados lectores a los que les faltarán importantes piezas de información! Además, en estos momentos Canadá está de moda por aquí, en Bruselas, porque el Parlamento de Valonia (como sabéis, Bélgica tiene tres entidades federales: Flandes, Valonia y la Región de Bruselas) se ha negado con orgullo a firmar el CETA, el tratado de libre comercio entre Europa y Canadá. Pero, en fin, ese no es el asunto, que este es un blog donde no se tratan temas políticos. Además, están en su derecho de no firmarlo caiga quien caiga. ¡Qué diablos!

Como ya dije en las entradas precedentes, he ido contando las cosas por orden inverso o sea, que Montreal es la primera ciudad de Québec donde llegué en vuelo desde Bruselas. Y llegué, válame san justo, en tiempo de lluvia. Llovía. Pero como se ve en esta foto, los habitantes de Montreal no se arredran por un poco de agua y siguen abriendo las terrazas de los cafés:




En cualquier caso, hay dos Montreales. La que se ve cuando paseas por las calles y la ciudad subterránea: todo un complejo bajo tierra, unido por amplios pasajes entre las diferentes plazas que la conforman:




como se ve, algunas de las plazas subterráneas tienen una dimensión monumental:


Todas las zonas están llenas de bares, restaurantes, almacenes, supermercados, farmacias y todo lo que necesita el ciudadano normal para vivir y solazarse. Yo ya conocía los subterráneos desde mi primera visita a Canadá por asuntos de curro. En aquella época nevaba y uno se da cuenta de lo útil que es eso de no tener que asomarse al exterior. Como veis en el plano que os he puesto arriba, hay entradas directas a las estaciones de Metro y de ferrocarril.

Cuando la lluvia pasa, como fue el caso, se puede uno pasear por la ciudad y darse cuenta que Montreal es una ciudad donde se trabaja, pero donde, además, hace buen vivir.



Hay quioscos al aire libre, donde se puede comprar el producto estrella de Québec: el sirope de arce, amén de té de arce y otras golosinas:



En la Place des Arts, que podéis ver en el plano más arriba, en la superficie, hay una extensa zona peatonal, donde en los buenos días de agosto (como era el caso cuando no llovía), la gente se pasea, juega al ajedrez y otras sanas diversiones:




Y si me preguntáis, ¿qué es mejor, Montreal o la ciudad de Québec? solo puedo contestar "depende". Québec es una ciudad fascinante, turística, llena de animación. Montreal es una ciudad que trabaja. Probablemente, para trabajar es mejor Montreal teniendo, además, muchas zonas atractivas para los visitantes. Lástima que a servidor, la lluvia le impidió profundizar más.

Lo que no me impidió, no, visitar algunos restaurantes que paso a detallaros para vuestro próximo viaje (que tarde o temprano va a producirse, porque sé que mis crónicas os están poniendo los dientes de una longitud descomunal).

Uno es la taberna de Dominion Square. Muy animada y con un toque relajado y juvenil muy de agradecer:



Aparte de unas magníficas cervezas canadienses, el plato estrella es el pollo de Cornualles (no es que venga de Cornwall, es que los llaman así, son pollitos jóvenes) rellenos de queso de cabra y acompañados de diversas verduras:




El segundo es el Café Ferreira, un restaurante portugués:



Bastante más "à la mode". Un sitio de referencia para los buenos comensales de Montreal. La decoración, con unos azulejos muy portugueses está bien lograda. Eso sí, las cerveza de barril es belga (Stella Artois), no "Sagres", como debería ser:



Yo pedí un duo de bacalao: brandada con un trozo de bacalao al horno encima y alguna verduras sorprendentes, como cebolletas moradas en vinagre. Bien la brandada pero un poco fibrosa la tajada de bacalao y eso no debería ser admisible en un restaurante portugués. Pero en fin, lo pasamos bien.



Y otra recomendación, si vais solitos y tenéis alguna aventura "coquine" en mente, podéis ir a Alexandre, en la misma calle del Ferreira. Un servidor iba con compañía, así que nada de aventuras:





Bueno, ya vale. Ahora vienen los útiles consejos que os decía. Si habéis estado en USA, esto no os va a sorprender, porque en Canadá funciona igual. Los precios en las cartas de los restaurantes (e incluso en los almacenes y tiendas) no son los que se ven. A ellos hay que añadir el impuesto federal y el impuesto de Québec. Además, como el servicio no está incluído, te sugieren en la cuenta cuánto debes poner: Poe ejemplo:
 Normalmente, si dices que sí, que 15%, te traen la máquina para leer tarjetas y te incluyen ese porcentaje. Y como no lo incluyas, te ganas una bronca. En otra ocasión, la sugerencia ya venía puesta a mano:

 Cuidado con esta opción, porque yo di mi tarjeta  y me trajeron la factura a firmar a mano, no con la máquina. En la segunda pasada me volvieron a pedir el servicio:
 Como no andes despierto, te la clavan dos veces.


Por cierto, cuidadín, si pagas en efectivo y el camarero te dice "complet"? es equivalente a decir "está bien" en español y se te quedan la vuelta. Por otra parte, la cuenta, que en francés se dice "l'addition", en Québec la llaman "la facture".

Bueno, ya estuvo suave, que no he cenado. Solo os contaré que el viaje de vuelta a Bruselas fue bastante movido. Teníamos un vuelo via Frankfort. El avión llagaba a las 7AM y la conexión a Bruselas salía a las 11AM, pero en esas, se desencadenó una alarma sin que nadie explicará el porqué y tuvimos que evacuar la terminal, en medio de un bordel monstruo







Por fin , cinco horas después y un montón de ansiedad e inquietud conseguimos un vuelo a Bruselas. Pero bueno, no pasó nada, Lufthansa nos invitó a unos bocatas.


samedi 24 septembre 2016

Québec (2). La fascinante ciudad de Québec


Queridos amigos y amables lectores, voy a seguir con el rollo que empecé el otro día hablando de las ballenas de Tadoussac. Como dije, empecé al revés, contando el último acto de mi corto viaje a Québec (utilizo la ortografía francesa, porque soy un poco soplagaitas, pero se pronuncia QueBEC, con acento en la última sílaba. No me deis las gracias, uno es así). Pues bien, yendo por orden inverso, hoy os voy a contar mis aventuras en la ciudad de Québec. Como sabéis, una cosa es la región autónoma y otra la capital, pero se llaman igual. Vamos, como Albacete y su provincia, para que nos entendamos. La región de Québec, es francófona. Su historia comenzó en el siglo XVI, cuando Francisco I, rey de Francia, mandó a sus exploradores a ver si pillaba algo en América, como los ingleses y, por supuesto, los españoles que eran los amos del cotarro. Tras varias vicisitudes, los franceses crearon la llamada "nueva Francia", en continua pelea con los nativos hurones y algonquinos. No se colonizaron tierras, los franceses se dedicaron al comercio de pieles de castor y a pescar bacalao. Total, que los colonos ingleses, que eran muchos más, acabaron derrotándolos en una batalla que todavía se recuerda. Para más información, podéis pinchar aquí (en francés).

Vuestro seguro servidor y compañía llegamos desde Sherbrooke montados en nuestro dragón Fafner (le puse el nombre en homenaje a Julio Cortázar y sus "autonautas de la cosmopista") (1).



Llegamos bastante tarde y nos precipitamos al hotel, que tenía una magnífica piscina:



Pero, una vez bañados a toda velocidad, y sin escuchar los cantos de sirena que nos pedían seguir  en ese agradable charco (a pesar de los gritos de los numerosos niños que ahí se remojaban), nos lanzamos a conocer el centro de la ciudad.

Fascinante ciudad. Llena de vida, de ambiente, de gente de todas procedencias, de turistas de todo pelaje:







En la ciudad de Québec, por todas partes hay espectáculos de calle, titiriteros, cantantes:


cosa que está totalmente institucionalizada y favorecida:



Para completar ese ambiente bohemio y artista, hay un montón de calles llenas de pinturas:




Y, por supuesto, un montón de galerías de arte:





El centro de la ciudad tiene dos partes bien definidas, el viejo Québec, que está en lo alto de un cerro que domina el puerto y en el cual está el Chateau Frontenac, el símbolo de la ciudad que os he puesto en el encabezamiento del blog, y el puerto, el viejo puerto. Se puede ir a pié, por supuesto, entre los dos barrios, pero lo más cómodo es subirse al funicular. Aparte, se disfruta de unas vistas extraordinarias:



 Bajando en el funicular. Al fondo, el río San Lorenzo y el pueblo de Lévis, en la otra orilla


Todo Québec tiene un aire profundamente europeo, pero el Vieux Port es especialmente francés. Vamos, que os dejan aquí y si no fuera por el Château Frontenac que está en segundo plano, podríais pensar que estáis en Normandía o en Bretaña.



Cualquier callecita está llena de bares, de tiendas de recuerdos (eso es lo malo de la marejada turística):


Algunos bistrots en rincones del barrio son totalmente evocadores:




Y, por supuesto, como en toda zona turística del mundo entero, no podía faltar una referencia a Ibiza:




En resumen, una ciudad fascinante, la más francesa de toda América del norte. Si algo se le puede reprochar es que hay demasiados turistas, que es una especie de parque temático, pero es muy agradable, por lo menos en esta época del año. No sé cómo será cuando vengan las nieves, que vendrán.

Para terminar este post, os voy a recomendar un par de restaurantes. Uno en la ciudad alta, y otro en el puerto.

El 1640 está al lado de la plaza de armas, enfrente del Château Frontenac. Cualquiera diría que eso lo que va a dar es mala comida para turistas. Pues no. Está muy bien.


En nuestro caso, cayeron un rodaballo con salsa de papaya, excelente:


Y un tataki de atún a la oriental, con su ensaladita y sus granitos de sésamo. Recomendable:


El segundo, "Café du monde", tiene más "cachet". Está en el Vieux port: Ahí no va la barahúnda turística. Van los conocedores (oye, yo me enteré por el trip advisor, no pretendo ser un experto en Québec):


No es barato, no, pero, claro, si vas a por los pescados del día, es el riesgo que corres. Comimos un "vivaneau" sin saber lo que era, pero estaba tierno, fresco y sabroso. Luego me he enterado que un vivaneau es lo que se llama en español "pargo". Ni lo sabía yo ni lo sabía mi compañía francófona.



En cambio, un bloque de Fletan (¿os acordáis de la guerra por el fletan entre los pesqueros vascos y los canadienses allá por los años 90 del siglo pasado?)




estaba bastante fibroso. Demasiado hecho, pero el sitio vale la pena. Ojo, que si vais con alguien que tiene aspecto de ser menor, os van a poner pegas para darle una cervezota.


Pero en fin, ahí está el tema, que vuestro bloguero lo pasó mu bien, que Québec es una ciudad con un ambientazo monstruo. La próxima vez, os hablaré del resto del viaje. Vamos, si me lo aguantáis, que soy consciente de que soy bastante plasta.

Besotes, anyway

(1) Cortázar a su vez, había llamado "fafner" a su combi en homenaje al dragón del Anillo de los Nibelungos