samedi 21 avril 2012

Zelanda. La Pascua en la tierra del mar


Zelanda, como todos ustedes sabéis, mis queridos amigotes, es una provincia holandesa. No tiene nada que ver con la Nueva Zelanda, que pilla un poco lejos. "Zeeland" como también sabéis, quiere decir "tierra del mar" en la lengua que hablan todas estas gentes de por aquí. Como podéis ver en el mapa que he tenido el gusto de poner a continuación (de nada, colegas), la penetran varios brazos de mar, con lo que el nombre está bastante justificado. El más importante de todos ellos es el estuario del Escalda, del que ya os hablé el año pasado. Si estáis ociosos -o ansiosos por ampliar vuestros conocimientos sobre el asunto-, podéis pinchar aquí y disfrutaréis de las sorokinescas hazañas de la Pascua de 2011.




Como el criminal siempre vuelve al lugar del crimen, este año he vuelto a cometer la felonía de ir a pasar la Pascua a estas tierras marinas. Y no sólo eso, he ido a los mismos apartamentos del año pasado, "de Gulden Strom", en Vlissingen,  desde los cuales se ven desfilar barcos y barcos por el Escalda mientras uno se toma su café con leche o su cervezota. Muy ameno.



En la foto podéis ver un barco pasando y un ramito de tulipanes. El barco es esa cosa oscura en la parte alta de la foto. Los tulipanes, las flores amarillas que hay sobre la mesa. Que no se diga que vuestro bloguero viene a Holanda y no compra un ramito de la flor nacional de los holandeses. 

En general, al norte de los Pirineos se da más importancia a la Pascua que a la Semana Santa. De hecho, las vacaciones coinciden con la semana de Pascua, mientras que en Viernes Santo, etc, todo el mundo curra. ¿Será porque celebran más la vida que la muerte? En fin, no me meto en berenjenales teológicos, que bastante tengo con meterme en relatos sosainas, como éste. Dejémoslo aquí. Bien, sigo. Es típico pintar los huevos de gallina de brillantes colores y comérselos en el desayuno  del lunes de Pascua (aparte de otras viandas, claro)



Hay diversos estilos de pintar los huevos como podéis ver a continuación. En fin, viva la libertad artística. Cada uno se pinta su huevo como le da la gana (iba a decir la "real" gana, pero me abstengo, no vaya a ser que aparezca un elefante por aquí y se disguste conmigo)


Vuestro bloguero predilecto, aparte de dedicarse a no hacer nada en la terraza y comer huevos pintados, se fue a dar una vuelta por el mercado de Vlissingen, constatando algunas cosas interesantes, como lo que se ve en esta foto que dedico a mi amigo bloguero el Oteador de los Mercados, que sabe un montón sobre mercados y sobre naranjas. Pues sí, las naranjas no se venden por kilos, sino por piezas. 20 naranjas, 3,95 euros dice el letrero. Y si quieres una caja, te la puedes llevar por 8,95 euros. Me pareció extremadamente barato: a ojo de buen cubero, el kilo debe salir a 90 céntimos de euro.


Pero en fin, os voy a  hablar del pescado holandés por excelencia: los "maatjes". Los maatjes son arenques del mar del norte, pescados en temporada, cuando aún no son fértiles y marinados en una salmuera suave, sin vinagre. A no confundir con los "rollmops" que son arenques marinados en vinagre, más típicos de Alemania y de los países nórdicos. En principio, la temporada empieza en Mayo y dura hasta el fin de Junio; lo que pasa es que gracias a los famosos y perversos anisakis, la ley obliga a congelar a los bichos antes de ponerlos en la salmuera. Gracias a eso hay "maatjes" todo el año.


A mí me encantan los pescaditos estos. Se comen así, como vienen, con un poco de cebolla picada. Están gloriosamente suaves y pegajosos. Ya sé que a mucha gente no le gustan, e incluso me atrevería a decir que le repatean, pero, si venís por aquí, no lo dudéis: probad. Es una experiencia diferente... se te deshacen en la boca. Un día los hice en una especie de ensalada, medio ensalada, medio guacamole (oiga, que se vea la fusión de culturas gastronómicas de Sorokin). En primer lugar, troceamos los arenques y los mezclamos con la cebolla en cuadraditos:


Acto seguido, cortamos en trozos groseros un aguacate, un par de tomates, sal, pimienta, eneldo. Mezclamos todo y, a comer:


Si pasáis por la zona, aparte de pasear por las dunas o por la orilla del agua, ir al mercado o comer arenques, os puedo proponer un par de sitios interesantes: El St Jakob's Café es la mar de acogedor y tiene una buena selección de cafés, tés, sandwiches y otras amenidades. Tambén tienen una buena carta de vinos y cerveza, claro.


Como ya sé que a algunos de mis maravillosos lectores imaginarios les gustan las pócimas bio, los tés raros y otras cosas del estilo, os recomiendo la tienda "Rode Pilaren" que está en la calle principal. Es una cadena, pero eso no quita para que el local de Vlissingen esté de lo más cuqui:



Pues, mis amigos, lo voy a dejar aquí, con un consejo final si vais a Vlissingen. No os confieis demasiado en los verdes céspedes que adornan toda la zona, porque... mira tú lo que puede pasar..


Un besote

lundi 2 avril 2012

Dónde -y cómo- comer mejillones en Bruselas


 Pues bien, queridos amigos y demás gente que me escucháis, siguiendo con mis consejos, reseñas, trucos, lugares, enseñanzas y otras zarandajas sobre la vida en Bruselas, hoy he tenido una iluminación repentina y me he dicho... pero, Sorokin, cachondete, como es que tras casi cuatro años escribiendo esta tontuna de blog todavía no has contado nada a tus lectores reales o imaginarios (me encantan los lectores imaginarios) sobre el plato nacional belga. Yessir, los mejillones. Eso es así: los "moules frites" son considerados por todos los habitantes de este país como la representación más genuina de la cocina belga, pero ¡ah, queridos y respetados lectores! todo tiene su rito, su conocimiento y su liturgia que os desvelaré algunas líneas más abajo (si tenéis paciencia de leer, caray, y no os limitáis a ver las fotos y pasar a otra cosa).

Cierto que hay mejillones en España y muy buenos -de hecho, los mejores, más gordos y más coloradotes-, y que hay mil maneras de hacerlos. Y si no, podéis leer el blog del gran Apicius que tiene toda una serie de recetas dedicadas a los mejillones, pero aquí, son otra cosa. son algo así como la tortilla de patatas en España o la choucrout en Alsacia. No son platos muy sofisticados, pero todo el mundo los sabe hacer y siempre se discute sobre quien los hace mejor en el entorno familiar o en qué bareto te los dan mejor etc.

Si caéis por Bruselas por cualesquiera razón que sea, o si ya arrastráis vuestros sufridos cuerpos por la capital de Europa, seguro que alguien os dirá que los mejillones hay que ir a comerlos a Chez Léon, al ladito de la Grand Place:





Bueno, pues no. Vale que está muy bien situado, está lleno de turistas -sobre todo españoles y japoneses- tiene ambientillo, manteles a cuadros en las mesas y todo eso, pero si queréis comer mejillones de verdad, abstenéos, ¡Oh pecadores!. En fin si es por conocerlo podéis ir, pero sólo una vez (no os quedarán ganas de volver) Es caro, y la calidad lleva en sistemática caida bastantes años. Pero en fin, oye, allá vosotros que, como se dice en francés, sois adultos y estáis vacunados. Además, como decía no sé quién, si no conocemos lo mediocre, ¿cómo vamos a valorar lo bueno?

 Si no queréis alejaros mucho del centro, de la Grand Place y de la Bolsa, podéis ir al Pré-Salé, que está en la rue de Flandres, cerca de la Place St. Catherine. Los precios tampoco son una bicoca (estoy hablando de 21 euros por el kilo de bivalvos mejillonáceos), pero la atención es buena y los mejillones tambien. Por cierto, que no os la den con queso en ningún sitio, la ración estándar es un kilo de mejillones, porque hay sitios donde el precio es sorprendentemente bajo y luego te dan medio kilo, así que ojo. Leeros la letra pequeña.



Ya empezamos a habler de cosas serias si nos vamos alejando del centro y nos metemos en la Chaussée de Louvain. En un barrio más bien deprimido y bastante descascarillado está "La bonne humeur". A pesar de ese aspecto que veis en la foto, os puedo asegurar que dan unos mejillones de campeonato. Las patatas fritas también son excelentes.


Pero, en fin, os voy a contar el secreto mejor guardado de Bruselas. Los mejores mejillones los he comido en "la Terrasse", en el barrio (la Comuna, vaya) de Schaerbeek . Sorprendente, porque el patrón es turco y el cocinero es francés, pero son los más belgas de todos los mejillones belgas. Con su caldito con apio, sus inmejorables patatas fritas (los mejillones de la foto de cabecera son los de "la Terrasse"). Por cierto, el truco consiste en que, a medida que vas vaciando la cacerola, vas echando las patatas en el caldo. Delicioso (hay amigos que me dicen que es que me estoy volviendo belga). ¡Y sólo a 17 euros la cacerola de un kilo! Pero ¡ay!, la felicidad no puede ser eterna: sólo hacen mejillones el primer viernes y sábado de cada mes.

(Nota de Abril 2016:

La última información es que el patrón de "la Terrasse" ha decidido echar el cierre)



Ya os he contado un par de cosas importantes para comer mejillones como un belga: que te los sirven en una cacerola de un kilo, que llevan un caldo de  apio y vino blanco y que las patatas fritas hay que mojarlas en ese caldo. Ahora, os contaré otra cosa para que no quedéis como paletorros cuando vayáis a comer los moules en Bruselas. ¿Os habéis preguntado por qué aquí se sirven con sus dos valvas, mientras que, en general, en España se sirven solo con la valva inferior? Ahhhh, pues os lo explico. En primer lugar, debéis vaciar un mejillón o pescar uno que ya esté en la cazuela sin bicho (cosas que pasan). Acto seguido, con la mano izquierda (oye, si sois zurdos, pues al revés), cogéis una concha llena. Bueno, amigos argentinos NNNOOO, no es lo que estáis pensando, que os oigo telepáticamente echando risitas malévolas. Ustedes "agarran" la cáscara del bicho. Y todos, americanos y europeos, lo hacéis así:
 Con la otra mano, cogéis la concha vacía (¿otra vez las risitas?) y la utilizáis como una pinza, abriendo y cerrando las dos valvas con el índice y el pulgar:
Con esa improvisada pinza, sacáis al bicho de la otra concha y os lo lleváis a la boquita. Y así hasta acabar la cacerola. Fácil ¿eh? pues venga, ya podéis ir ensayando la próxima vez que comáis mejillones.

Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho. Os voy a dejar que no he cenado. No tengo mejillones, pero me voy a empujar unas lentejas gloriosas. Ya os contaré.

Besotes

Actualización de Septiembre 2013

Pues bien, mis queridos amigotes, el tiempo pasa, y aparte de rellenar nuestras pieles de surcos como decía Shakespeare en un famoso soneto -que no os voy a copiar aquí, que bastante tenéis ya con el rollo que os estoy metiendo- nos enseña, nos educa y nos descubre cosas nuevas y más vale así, que si no es que nos hemos quedado hechos un pingajo. Total que, vale ya de rollo Sorokin, he descubierto un sitio nuevo para comer mejillones. Tan popular se ha hecho, que no quiero dejar a mis amigotes en la inopia. Ello no quiere decir que reniegue de los restaurantes de los que os he hablado antes, simplemente lo añado.

Se trata de "le Zinneke", tambien situado fuera del centro de Bruselas, en Schaerbeek, pero vamos hay un tranvía que pasa justamente delante.



Se presenta como "el templo del mejillón". Y verdaderamente, tiene un montón de formas de cocinarlos. 69, sin ir más lejos. Y como veis en la carta, la 69 lleva el significativo nombre de "mejillones eróticos"



La verdad es que a mí, lo que me picó la curiosidad fue el número 44 que se supone que son mejillones "a la vasca". Yo soñaba con los tigres de la calle Iturribide, pero no. Como aquí veis, la base es una preparación a la belga a la que le han añadido tomate y pimiento picante. No estaba malo, no. Y los mejillones son de categoría, bien gordotes:




En fin, bien, para los que les gusta arriesgarse, bien está, pero como decían mis acompañantes, un mejillón en Bélgica, hay que comérselo a la belga.

Como postre, os podéis pedir unos "cuberdons" (es el único sitio que he visto que los tengan). Es un bombón típico de la región de Tournai, relleno de frambuesa. En el Zinneke lo ponen con helado de frambuesa hasta formar una especie de ¿de qué? admito propuestas



Y venga, dejo de daros la brasa. Un nuevo besote un año después.