mardi 23 novembre 2010

¿Comer en Rio de Janeiro? Fácil, con los consejos de Sorokin




Bien, queridos amigos. Voy a desaparecer por unos días. No es que me vaya a esfumar, pero casi. Me vuelvo a Sudamérica. He decidido que es un buen sitio, así es que me voy. Vale, ya oigo vuestros lloros, lamentos, plañidos, quejas y otros borborigmos gracias a mis ultrapoderes ultrasensoriales, metapsíquicos y patafísicos... pero ¡no!, no os inquietéis. Sorokin no os va a dejar solos en esta época convulsa y un tanto confusa. Simplemente, me voy un par de semanas a Argentina y Uruguay, guay, guay. Y esta vez.. ¡estremecéos de envidia!, me voy ¡de vacaciones!. Es que me ha gustado mucho y tenía por ahí perdidas unas cuantas millas de la tarjeta de Lufthansa. Y tanto si os lo creéis como si no, eso funciona: te dan billetes gratis si tienes millas suficientes. Luego, en cuanto a los hoteles y tal, pues ahí te apañas como puedas. Ya os contaré.

Pero, antes de desaparecer en la bruma, mi sentimiento de responsabilidad me impulsa a daros unos agudos consejos para comer en Rio de Janeiro, no vaya a ser que tengáis que iros allá con urgencia y no sepáis donde calmar vuestra hambre. En primer lugar, debo decir, que quién me dió todos los consejos (o casi), fué Lucinda, la recepcionista de nuestro hotel. Una maravilla de mujer. No os pongo la foto, porque si no, vais a dejar de leer esta entrada y mirarla solo a ella. Así pues, no, no hay foto de Lucinda.

El primer día nos mandó al "Shirley", en Leme (Leme es como Copacabana, pero al otro lado del túnel de Botafogo). Se supone que es el único restaurante español de Rio, a pesar de su nombre nada, nada, cañí. Tiene un pescado excelente:





Al siguiente día nos mandó a un rodicio que está al lado del Copacabana Palace. Puedes salir, como es costumbre en los rodicios, rodando de puro gordo. Lo mas chocante, fue la sopa de pirañas. La foto la he puesto en el encabezamiento. Oye, ¿Qué más justo que comerse a unos peces que si pueden te comen a tí?

Al tercer día. ¡ah, el tercer día! fuimos a un resturante Tai, "Shawasdee", en Leblon. Era mi cumple (tomen nota, a ver si el año que viene me invitáis a algo). Mientras yo iba a la toilette, mis coleguitas encargaron un pastel con una velita. Qué majos. Con todo y camareros cantando japibirdaituyú, etc.




Otro día, fuimos al "Satyricon", en Ipanema. Es otra escala de precios, para qué os voy a decir otra cosa. Excelente pescado y buenos vinos.




Y, aparte de los consejos de Lucinda, decubrimos otros dos restaurantes para que calméis vuestras gusas en caso de andar despistado por Rio. Uno en Centro, "Mocambo":




Ahí nos llevaron después de una reunión. Está en Centro. Es un restaurante con aspecto de ser de toda la vida. Antes de que empieces a abrir la boca para pedir agua, te llenan la mesa de bollinhos de queijo, de buñuelos de bacalao, etc y llegas a la comida exhausto. A mí me recomedaron un pez llamado "bijupira" jurando que era finísimo. Bueno, me guardo mi opinión.

Otro, en Botafogo: "Real Astoria". Es de un español y tiene un buffet a la hora del almuerzo. Lo mejor son las caipirinhas y la vista de la ensenada de Botafogo:



Pero, en fin, queridos amigotes. Si tenéis gusa, son las dos de la tarde, os paseáis por Copacabana, hace calorcito y no queréis poneros pifos.. siempre podéis pedir unos aritos de cebolla en uno de los chiringuitos de la playa. Con caipirinha, claro:







Bueno, besotes. No me llevo el portátil, porque para eso voy de vacaciones, así es que hasta la vuelta.

dimanche 7 novembre 2010

Sobre tangos, malevos y bifes de chorizo



Bien, mis queridos y emocionados lectores, heme aquí otra vez de vuelta a la capital de Europa, con dieciséis horas de viaje a mis espaldas. ¿Os dáis cuenta de mi espíritu de entrega y sacrificio? ¿Os percatáis que en pleno azote del jet-lag, ansiando con fuerza que llegue la hora de meterme en el sobre, me siento en el teclado del Mac y me pongo a escribir paridas? La verdad es que me he dicho: Sorokin, o lo haces ahora o la cosa puede quedarse "ad calandam graecam", que ya te conoces, pájaro. Así es que aquí estoy.

No hagáis caso del título, porque no tengo muchas cosas que decir sobre malevos, alguna más sobre tangos y bastantes sobre bifes de chorizo, lo que pasa es que el título así puesto resulta un alejandrino de catorce sílabas con dos hemistiquios, y al revés quedaría un churro ¿lo véis, ceporrillos? a que "sobre bifes de chorizo, tangos y malevos" suena fatal?. Vale, también tiene catorce sílabas, pero la música es como una patada en el trigémino.

Venga, pues voy con los bifes de chorizo. He seguido al pie de la letra los consejos que me dió Madame Delikat, jefa de uno de mis blogs preferidos, "Delikat Essences", y convencí a mis colegas para ir a "La Brigada":





Tuve tanto éxito que casi no he conseguido sacarlos de ahí. De hecho fuímos dos veces y ahora os explicaré por qué, no séais impacientes. La primera noche no tenían ojo de bife (recomendación de Delikat), así que nos tuvimos que contentar con unos bifes de chorizo:




En fin, como puede verse éramos cinco, no es que cada uno se comiera dos bifes. La verdad es que estaban de ponerse a aullar de gusto mirando a la luna. También descubrimos un vino de Mendoza, francamente bueno:




Y esto, para mí fué un hallazgo, porque hasta ahora nunca había encontrado un Malbec que me gustara, pero este era, como dicen los franceses "pipí du Bon Dieu" (no traduzco, oye, que a lo mejor se enfada alguien). Me he traído una botella, -adecuadamente envuelta en camisetas sucias para que no se rompa- en la maleta. ha llegado bien, traquilizáos. Además, a lo mejor las camisetas le dan un regusto adicional.

La segunda vez fuimos por accidente. DelikatEssences me había recomendado también "La cabaña de las lilas" en Puerto Madero. Los convencí para ir, y dejamos a la recepción del hotel a cargo de reservar una mesa para cinco mientras nos empujábamos unas Quilmes en "La Biela" (recomedable café, en Recoleta). De repente, estalló violenta tormenta, así que nos fuimos en dos taxis, tras terminar la cervezota. Llegamos a la famosa cabaña y ni teníamos reserva ni madres. ¡Sapristi! y lloviendo a mares, y mis colegas organizando el motín del Caine: "queremos ir a La Brigada y déjate de pendejadas" (lo decían en inglés, porque ahí el único que hablaba castellano era servidor, os traduzco para que veáis en que estado anímico estaban). Total, otros dos taxis bajo la lluvia, y a La Brigada. Esta vez sí tenían ojo de bife... pero prefiero el bife de chorizo. El vino, igual de bueno que el día anterior.

En cuanto al tango, hicimos el turista pendejo y provinciano. La inefable recepción del hotal, para congraciarse con nosotros tras el fiasco del día anterior ("si es que me dijeron que no había lugar, pero ustedes ya se habían ido, etc, etc") nos recomendó "El viejo almacén". Había dos posibilidades: con cena y sin cena. Mi colega Ynte, que mide dos metros, dijo que sin cena no iba a ningún lado. Ea, pues, a cenar. Caro y flojito. El show, bueno, pues eso, tango. Muy bien bailado y tal, pero para turistas. Masas de japoneses, gringos, etc. Algún argentino había, porque cuando el animador quiso hacer cantar al público "volver", se oyeron algunos hilillos de voz como de gente acatarrada entre el público.

Robé una foto (sin flash, claro):



Encima, cuando fuimos a pagar a escote, uno de los billetes que dimos nos dijeron que era falso. En fin, la verdad es que estaba bastante bien hecho. He aquí la foto que le hicimos al billete para celebrar tan interesante evento:



Pero, vamos, seguro que os gustarían más los tangos que cantan y bailan en La Boca. También son para turistas, pero tienen un aspecto más genuino (no admito comentarios groseros, please)





Y voy a cortar el rollo, que me estoy poniendo plasta, me está entrando hambre y me puedo poner tan pesado como mi colega Ynte con eso de la cena. Sólo comentaros que me quedé muy impresionado con un oficio desconocido para mí: paseador de perros. Qué cosas tienen en Buenos Aires. Al principio me extrañó mucho ver gente con un mazo de amigos del hombre por la calle, hasta que me lo explicó un taxista: se dedican a pasear los perros de gente que no puede sacarlos. Este de la foto lo vimos otra vez por la noche, como se ve en la segunda imagen y los perros parecen los mismos, o sea que se pasan el día con la retahila:







Y nada más, ya me voy. Os dejo con la foto de un café en Recoleta. La verdad es que me he sentido en Buenos Aires como en casa. Estoy dispuesto a volver en cuanto haga falta.




Saludotes